Carlos Girón S.
Realidad, ¿qué es la realidad? Comúnmente se entiende y se la define como “la existencia efectiva de una cosa”. También cabría decir que es aquello que se puede ver, oler o tocar como una concreción material. Pero esto correspondería a lo que se conoce como el mundo de la actualidad. Frente a él está el de la realidad. Ésta puede ser comprendida como aquello que para cada quien, en su interior y su consciencia es una cosa cierta. Una persona puede decir, que se siente feliz de existir y eso es una verdad para ella, no importa que los demás no alcancen a verlo o creerlo. Lo mismo decir que se siente afortunada, por las razones que sean, por tener unos padres o hijos o una esposa o esposo de buen corazón, amorosos. Eso se siente no se necesita llevarlo al laboratorio para verificarlo.
Antes iba a decir “el mundo” espiritual, pero esto pronto da idea de que se refiere a este globo terráqueo, que es de naturaleza física, material, opuesto al otro que es similar, pero siendo la alícuota del otro mundo o plano, el abstracto, espiritual.
Los humanos, como todas las manifestaciones del Cosmos, somos duales también, habitante de los dos mundos, por eso es bueno y hasta necesario que no solo vivamos en este plano terráqueo, sino que de vez en cuando o mejor, lo más a menudo que sea posible, nos apartarnos un poco de las faenas diarias en lo físico y buscar un contacto o entonamiento con el plano espiritual.
Del mundo físico recibimos los elementos necesarios para conservar nuestra naturaleza corporal, los alimentos, las bebidas, de preferencia el agua pura, las verduras y asimismo la luz del sol, que es el que insufla a los humanos la energía vital, por lo que es recomendable tomar baños soleados con moderación y buscar las horas más apropiadas –de 6 a 9 a.m.-, por ejemplo.
Esto no funcionaría si no tuviera la fuerza que le da la viva consciencia y el poder invívito que tiene Dios. ¿Y quién es Dios?, ¿dónde está? Ésta puede ser la pregunta que salte en la cabeza de quienes piensan hondo. Pero, esas preguntas huelga plantearlas. La mente objetiva y finita humana jamás podrá responderlas; todo es cuestión de sentimiento propio, interno, sentirlo íntimamente y así entonarse, armonizarse con Él y estar en comunión. Esta es la gran realidad del plano o mundo espiritual, elevado, para sustraerse las veces que más se pueda de los afanes de la vida diaria y acudir a esta singular experiencia.
El ser humano es de una naturaleza dual, ya lo sabemos, aunque en verdad no solo es dual: cuerpo y alma; sino a la vez trino, siendo tres sus componentes. ¿Cómo así? El alma es de una calidad infinitamente refinada –una frecuencia energética inimaginable-, en tanto que su parte física es densa, de una baja frecuencia. Para que puedan operar eficientemente necesitan de un factor intermediario, es lo que se conoce como cuerpo astral o psíquico, que hace las veces de un transformador de energía eléctrica, reduciendo los altos voltajes a otros menores. Así se enlazan los dos componentes del ser humano. Esto lo han explicado ampliamente los filósofos místicos, desde tiempos antiguos, como era en las Escuelas de los Misterios de Egipto. Y es una realidad de la cual no siempre estamos conscientes todos. Por eso mismo, hay que repetirlo, los hombres y mujeres somos habitantes de dos mundos o planos, las dos partes que nos dan existencia demandan la satisfacción de sus necesidades, o sea, alimento físico y también espiritual.
Habitar en el plano material da sus frutos abundantes. Hace que los hombres realicen obras admirables, construyendo grandes edificios y puentes; inventando aparatos eléctricos, electrónicos y nucleares; descubriendo nuevos medicamentos y aparatos médicos, que contribuyen al bienestar humano, a su alegría y felicidad. No hay duda. Por el otro lado, cuando el hombre se eleva y entona con aquel plano, el celeste, divino, tiene también grandes ganancias: recibe inspiración e iluminación para crear arte en todas sus formas, música, pintura, literatura, ciencia, incluso audacia para lanzarse a explorar y conquistar otros mundos y planetas en el Cosmos. En fin, se ve con eso que el ser humano es una criatura admirable y prodigiosa, que debe morar tanto aquí como allá.
Estando en el plano espiritual el alma tiene oportunidad de desplegar, además de sus poderes, sus virtudes, que son parte fundamental de los humanos: tener paz mental y del corazón; bondad, caridad, compasión, conformidad, gratitud, sentido humanitario y de solidaridad. Con la conformidad cada uno se siente bien y contento con lo que tiene actualmente, agradecido de Dios por el milagro de la vida que aún le alienta; con el humanitarismo y la solidaridad se preocupa por los demás y no piensa en conculcarle sus derechos, sus bienes y propiedad a los demás, ya sea como individuos o como naciones –que son gobernadas por hombres-, alejando el demonio de querer atacar e invadir a pueblos hermanos, ya sea para oprimirlos o para robarles su territorio o sus recursos naturales.
En fin, en el plano divino aflora el hombre y la mujer buenos, amorosos, considerados, fraternales y todo eso que no debe estar ausente de la vida de las personas y los pueblos. Dios nos hizo seres llenos de su Luz, Vida y Amor; cada día, cada uno deberíamos esforzarnos en vivir en consonancia con esos grandes valores. Sería como vivir en el mejor de los mundos posibles…
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