Iosu Perales
Es lo que puede estar pasando en El Salvador. Pistoleros asesinan a dos militantes, hombre y mujer, del FMLN, y el presidente Bukele corre a difundir la idea de que ha podido tratarse de un autoatentado. Semejante infundio sólo puede interpretarse como fruto de un odio compulsivo. Así no se hubiera comportado un presidente decente. Un presidente decente condenaría los asesinatos, daría su pésame a las familias de las víctimas y al partido en que militaban. Además, ordenaría una investigación inmediata para descubrir a los culpables y ponerlos en manos de la justicia. No actuaría como un monstruo que lanza calumnias, poniéndose a la altura moral de los asesinos.
Pero a Bukele, al mismo que anda obsesionado con militarizar el país, parece convenirle una campaña electoral de guerra. Generar un ambiente irrespirable que justifique sus locuras como gobernante.
Yo no tengo pruebas contra Bukele. Pero tengo la convicción de que alguien que es capaz de crear y difundir sospechas que acusan al partido al que pertenecían Gloria Rogel del Cid y Juan de Dios Tejada, en lugar de solidarizarse con sus compañeras, compañeros, no merece ser llamado presidente. Sus brutales declaraciones incluyen la afirmación de que el FMLN, ya moribundo, es capaz de cualquier cosa para no perder sus privilegios y su corrupción. “Pensé que no podían caer más bajo, pero cayeron” asegura en clave acusatoria.
Pero es cuando menos curioso que el señor Bukele cambiara de explicación en tres ocasiones. Primero dijo que fue la respuesta en defensa propia de un policía atacado a balazos y herido. Pero cuando se dio cuenta que los hechos no cuadraban con la realidad lanzó una segunda versión: los culpables serían seguidores de un equipo de fútbol que acaba de jugar la final del trofeo Apertura. Tampoco pudo demostrar esta versión y corrió a dar una tercera que es la que sostiene: insinuó que bien podía tratarse de un auto atentado del FMLN con el objetivo de culparlo a él por el doble crimen.
No contento con semejante insinuación extendió la tesis de que los partidos moribundos, FMLN y ARENA, son capaces de cualquier cosa por mantenerse con poder en las instituciones. Al extender esta idea, Bukele pretende hacer a parte de la población cómplice de su demencia política. ¡Si lo dice Bukele!
No encontramos con un señor que dice ejercer de presidente y lo hace con una antorcha en la mano para provocar incendios. Sus palabras son lo más cercano a lo que se llama guerra sucia. Por cierto, que tendrá que verse la identidad de los asesinos y, si trabajan para el Gobierno en cualquiera de sus áreas, el señor Bukele como autoridad máxima y jefe de Gobierno debería rendir responsabilidades.
Lo cierto es que tienen razón quienes acusan a Bukele de provocador profesional, incitador de odio y de la confrontación. Algo que se ha visto a partir de su menosprecio a un acuerdo de paz, ejemplar. Auspiciado por Naciones Unidas. En ese menosprecio se incluye su ataque a la mano tendida entre adversarios, calificándola de farsa. Bukele es muy atrevido. No se si lo es por ignorancia y a falta de habilidades para gobernar prefiere generar violencia.
En mi opinión la respuesta debe ser contundente. Convocar a la ciudadanía a la denuncia y la protesta; acudir a los tribunales exigiendo una investigación oficial; denunciar a Bukele por calumnias; dirimir responsabilidades investigando a los autores directos e intelectuales. Hacer un llamado a organizaciones de derechos humanos internacionales que deberían hacer su propia investigación, sobre todo teniendo en cuenta que debe evitarse en El Salvador, antes de que sea tarde, la guerra sucia del gobierno colombiano contra excombatientes.
Hay que hacer notar que este salvaje atentado se ha producido en plena campaña electoral. ¿Casualidad? Es un modo de violentar la democracia y llevar la competencia en las urnas a un escenario de matonismo, de amenazas y de muerte.
La noticia recorre Europa a la misma velocidad que se suceden las condenas Bukele. Durante horas no se ha hablado de otra cosa en el parlamento de la Unión Europea. Partidos democráticos de izquierda y moderados condenan los asesinatos de Gloria y Juan de Dios, así como también rechazan la difamación del señor Bukele contra el opositor FMLN.
El pueblo salvadoreño, tan sufrido como heroico, debería tomar una decisión en conciencia: el enloquecido poder absoluto de Bukele y su partido no debería ganar las elecciones del 28 de febrero.