Ricardo Olmos Guevara
Economista
Las alianzas políticas en nuestros países son realidades que venimos conociendo desde hace tiempo. Las ha vivido El Salvador en la década de los 70 para llegar a la presidencia con lo que un día fue la Unión Nacional Opositora. ¡Y triunfó en dos oportunidades!
Posteriormente, se lograron los acuerdos en la izquierda política revolucionaria con la constitución del FMLN histórico, prueba de la mayor alianza política de las cinco organizaciones revolucionarias y luego se constituyó la alianza política con el FDR, con lo que se alcanzó derrotar a la dictadura militar acuerpada por los Estados Unidos de Norteamérica. Fue un proceso de mucha audacia y de mucho pensamiento político alrededor de objetivos estratégicos compartidos por las organizaciones vinculadas, no obstante sus diferencias ideológicas. Todo esto durante los casi doce años de guerra revolucionaria librada en el marco de esa alianza.
En los últimos dos gobiernos del FMLN, si bien existen alianzas entre sectores y/o con el movimiento social, no se han generado alianzas y/o coaliciones entre partidos para llegar a la Presidencia de la República, aunque sí para obtener la conducción de alguna municipalidad. Los casos más conocidos son las alianzas y/o coaliciones desarrolladas para obtener la alcaldía de San Salvador.
Las capacidades históricas del FMLN para construir alianzas han formado parte de la estrategia para alcanzar el poder y para realizar las transformaciones que demanda el país. Sin embargo, las recientes declaraciones de algunos dirigentes de ese partido no se han orientado ni se apoyan en la reciente historia del proceso político salvadoreño. ¿Por qué en condiciones nada favorables y bajo una correlación desventajosa se ponen obstáculos para la construcción de entendimientos políticos para generar un programa compartido que posibilite la derrota de la oligarquía representada en el partido político de Arena?
A continuación se destacan dos casos del contexto internacional sucedidos en los últimos meses y días, y que por cierto han hecho prevalecer la voz de la racionalidad política, aprovechando las oportunidades para que sus institutos políticos en efecto estén al servicio de la ciudadanía.
En primer lugar, las nuevas oportunidades para gobernar y sacar de la crisis económica y financiera a Portugal ha procurado la decisión política de generar alianzas entre los partidos de izquierda, lo que permitió de manera directa gobernar en ese país desde noviembre de 2016. Esta experiencia exitosa muestra la alianza lograda entre el Partido Socialista con 86 diputados (37.4%); el Partido Bloque de Izquierda con 19 diputados (8.3%); el Partido Comunista Portugués con 15 diputados (6.5%), que sumados con los partidos pequeños lograron 122 diputados de 230 del parlamento portugués. Estos resultados permitieron alcanzar la mayoría en el parlamento, es decir, el 53.0% pudiendo conformar así el gabinete de gobierno habiendo derrotado al Partido Social Demócrata, el cual mantiene sus 89 diputados (38.7%), y que junto con los partidos de derecha lograron 107 diputados (46.5%) habiendo sido desplazados de la conducción del gobierno. Las diferencias entre los partidos de izquierda han sido de tal magnitud que los acuerdos entre esos partidos políticos fueron suscritos sin presentarse a la prensa y sin que los liderazgos partidarios hayan cruzado palabra alguna debido a los desacuerdos más personales que políticos.
En segundo lugar, en España la coalición o alianza conformada por el PSOE obtenida con 180 votos (cuatro más de los necesarios, el 51,4%) de la Cámara para que el derechista Partido Popular, PP, dimitiera. Todo esto como consecuencia de aprovechar la oportunidad política de la condena judicial por la trama Gürtel en donde se demostró que el PP fue “partícipe a título lucrativo” en la que se probó la relación de haber favorecido a empresas. ¿Qué han dicho los líderes de los partidos de derecha, y aún más, aquellos que se llaman defensores acérrimos de los recursos públicos y que luchan supuestamente contra la corrupción? Patético, ¡nada!
No hay duda de que en los países con regímenes parlamentarios, las necesidades de alianzas políticas son la llave para gobernar, lo que significa hacer avanzar sus puntos de interés programático a través de alianzas políticas, tal como lo hemos observado en los últimos días en España.
El líder socialista Pedro Sánchez ha sido capaz de establecer los acuerdos mínimos, no obstante que su partido solamente cuente con 84 escaños, pero fue capaz de reunir apoyo de los diputados de otros grupos parlamentarios como el de Unidos Podemos, (alianza entre el partido político Podemos con el partido de Izquierda Unida) y de una serie de partidos políticos pequeños que han sido necesarios para gobernar España. Al nuevo Primer Ministro lo han juramentado este sábado 2 de junio, con lo cual de inmediato podrá conformar un nuevo gabinete de gobierno.
En El Salvador, sin embargo, la izquierda política partidaria no presenta las ilusiones a la ciudadanía para gobernar por un tercer período y tener la oportunidad de “profundizar la democracia y los cambios sociales” que beneficien a las amplias mayorías salvadoreñas.
¿Cuáles son las condiciones para establecer acuerdos políticos mínimos en el país y desarrollar las transformaciones nacionales desde las necesidades de las mayorías de salvadoreños? ¿Se han desarrollado ese tipo de pláticas alrededor de la construcción de un programa mínimo de acuerdos para el desarrollo político económico y social entre el FMLN, Nuevas Ideas, GANA y otros partidos políticos cuyo interés sea el desarrollo nacional y/o la prevalencia de intereses nacionales frente a los intereses de los grupos oligárquicos?
La responsabilidad histórica está del lado de quienes realizan actividad política partidaria y no partidaria. Desde aquellos que se declaran revolucionarios y demócratas representados a través de partidos políticos o desde la izquierda política hasta los partidos políticos de centro derecha. En definitiva en el país se perfila la necesidad histórica de un acuerdo de coalición nacional con el objetivo estratégico no solamente de la derrota política electoral de la oligarquía representada en ARENA, sino además de la construcción de un nuevo país con una nuevo modelo político y económico que dé oportunidades a todos los pequeños y medianos empresarios nacionales y se generen nuevas fuerzas y capacidades productivas propias.
Esto solo se hace con un liderazgo de un nuevo tipo, y se debe de convocar a aquellos que deseen el desarrollo nacional, con pensamiento político que prometa la profundización de la democracia y del desarrollo nacional.
Las alianzas políticas servirán en un primer momento para la derrota política electoral de la oligarquía como condición básica para el impulso del programa de desarrollo nacional. Este proceso solo se puede ampliar si se eliminan los caudillismos, pues es un requerimiento político de primer orden y en donde todos contamos y somos útiles para la construcción de la sociedad plenamente democrática. De postergarse estos acuerdos políticos mínimos, se postergará la democracia política y económica, así como el desarrollo nacional en nuestro país.