Chencho Alas
El llanto de los niños en la frontera sur de los Estados Unidos se ha escuchado en los cuatro puntos cardinales del planeta, en el momento en que han sido separados de sus padres. Su clamor angustioso de “papá, mamá” ha roto los corazones de millones de personas. Es el grito de los más pequeños, de los inocentes que se encuentran en medio de hombres uniformados, armados, y que representan la política de cero tolerancia de Trump, el heredero de Herodes, de Nerón, de Hitler y Netanyahu y de tantos otros que a lo largo de la historia se han bañado con la sangre de los niños o con sus lágrimas.
Ese grito angustioso de niños salvadoreños, hondureños, guatemaltecos se ha escuchado en el 99% de los hogares norteamericanos, gracias a la televisión u otros medios de comunicación social que ofrece el Internet. Ha despertado la conciencia de millones de personas de todos los estratos sociales. Se ha convertido en el llanto profético de niños que cuestiona el sistema económico, político, social del país más rico del mundo.
Hace tres días, el martes, me encontraba en Boston en una reunión de organizaciones que defienden los derechos de los inmigrantes. Teníamos como invitados al congresista Jim McGovern y la congresista Catherine Clarke, a quienes les hemos solicitado que participen de una delegación que visite Honduras y El Salvador y se vuelvan testigos de las causas que obligan a tantas mujeres y hombres a emigrar con sus hijos a los Estados Unidos. Jim se ha comprometido a ir en agosto y Catherine después.
Algunos de los presentes manifestaron serias dudas de que la administración de Trump acepte cambiar la política de cero tolerancia, de separación en la frontera de niños de sus padres. Trump es un narcisista que según su opinión es un genio, todo lo sabe, no se equivoca, todo tiene que hacerse como él ordena.
Yo opiné que el llanto, los gritos de los niños y niñas se ha vuelto una voz profética y que puede obligar al tirano a cambiar sus órdenes. Nadie es tan malo, que no tenga en algún rincón de su conciencia una chispa de bondad. Mi argumento fue bien sencillo: la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos y muchas iglesias evangélicas ya están denunciado la política cero tolerancia.
La mayoría de medios de este país y los centros de poder, como lo son importantes ejecutivos, se han pronunciado en contra de Trump. Inclusive su hija Ivanka han manifestado su desacuerdo. Trump se encuentra solo con unos cuantos supremacistas que le apoyan, tal es el caso del fiscal federal Sessions y de Nielsen, la secretaria de Seguridad.
El miércoles, Trump dio un paso atrás. Por primera vez aceptó tácitamente que se equivocó. Los niños van a volver a sus padres, pero permaneciendo encarcelados. Es solamente un paso atrás. La presión contra la política cero debe continuar dentro de los Estados Unidos y a lo ancho de nuestra tierra. El llanto profético de los niños que llega hasta el cielo, tiene más poder. Escuchémoslos. Ellos no son el futuro de nuestros países, frase cliché, ellos son el presente.
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