WILFREDO ARRIOLA
Poeta
André Cruchaga nació en Chalatenango, sovaldi El Salvador, capsule 1957. Tiene una licenciatura en Ciencias de la Educación, además de ser profesor de humanidades. Ha desempeñado la función de docente en Educación Básica y Superior. Es ganador de muchos premios literarios nacionales y finalista en certámenes extranjeros. Es autor de los libros: Oscuridad sin fecha, Enigma del tiempo, Viajar de la Ceniza, Rumor de pájaros, Querencia del follaje entre muchos otros más, es incluido en antologías nacionales e internaciones. Poeta y escritor con una de las voces más representativas de los últimos tiempos en El Salvador. Sus reconocidas obras han recorrido el mundo a tono firme de su indiscutible calidad, traducido a enumerarles idiomas: francés, euskera, catalán, holandés y recientemente al rumano por la prestigiosa poeta y traductora Elisabeta Botan con su libro “Post Escriptum” (después del escrito o posdata). Se le ha estigmatizado de poeta intimista y muchos adjetivos más. Sin embargo, Cruchaga, André, poeta o como se le quiera llamar tiene una identidad poética con un asombro digno solo de los grandes literatos. Puntual y suspicaz, amante de la soledad donde talla a fina puntada cada palabra puesta en escena que lo representa a él y a su poesía. Todavía sigue en la búsqueda austera del silencio, componente imprescindible de sus versos. Ligado a la filosofía, dotado como el mismo puntualiza a lo largo de nuestro encuentro, de tres elementos con hermandad: pensamiento, inteligencia y duda. Su obra es una extensa variedad entre la sabiduría, vida y cultura que ha sabido cargar y que deposita en su poesía para hacer cíclico el conocimiento. En esta oportunidad de conversación el poeta Cruchaga mostró sus valoraciones acerca de la poesía y la vida.
P-¿De qué está más cerca la poesía, del dolor o de la felicidad?
R-Mi opinión personal, del dolor. El artista feliz pocas veces produce: se le va el tiempo contemplando la felicidad que, además, es una condición efímera en el ser humano. Implica una conquista diaria permanente. Las grandes obras, y me refiero a cualesquiera de las ramas del arte, siempre han surgido de los desasosiegos. Y esto parece ser así desde que tenemos noción de la literatura. Desde luego esto no es una norma. Yo nunca he escrito un poema a la felicidad, quizá por mi acendrado existencialismo, lo cual no significa que sea un poeta desesperanzado. Más allá de estas digresiones, me hacés recordar a Neruda cuando dice que “Un poeta debe ser un profesor de esperanza”.
P-¿Ser poeta es un accidente o una vocación?
R-Mira, la pregunta es un poco compleja. Recuerdo que don Luisito Gallegos Valdés, el doctor Waldo Chávez Velasco y el filólogo español Pere Bessó, me lo confirman: hay al menos dos ingredientes necesarios en este menester: una experiencia de vida y de cultura. La sola propensión a la escritura no dice mayor cosa. Y en cuanto a si es un accidente, lo más probable es que se termina accidentado. La lectura es importante, no solo como cultura general, sino como ingrediente formativo: la vocación es un impulso, pero cada quien está obligado a forjar su propio estilo, es decir, que llegado a un punto de su trayectoria sea reconocible e inconfundible respecto de otras escrituras. Yo me di a la tarea, por ejemplo, de releer a los surrealistas franceses y catalanes que es con quienes me siento muy a gusto, incluyendo algunos suramericanos.
P-¿Usted ha confundido alguna vez, poemas con traiciones?
R-La verdad, no sé a qué exactamente te refieres con este planteamiento. Habrá quienes se valgan de la poesía para hacer traiciones o quizá a la inversa. Yo prefiero no transitar por este sendero: las modas. A menudo se denosta a quien no se plega a consignas; pero cuando uno está consciente de lo que debe hacer, no hay trompetas que derriben a Jericó.
P-¿Para que escribe André Cruchaga?
R-Para no dejarme morir. Siempre dejo que mis ojos se asombren. Escribo para decir lo que siento y pienso. Dejo que caiga sobre mí la lluvia, luego la desafío inevitablemente. Escribo para vivir todos los días y lo hago ante la sordidez o la blancura. En mi lugar espiritual, desde el cual escribo, solo hay espacio para la escritura.
P-¿Las mentiras tienen alguna forma de perdón?
R-Tampoco sé a qué te refieres con esta pregunta desde el punto de vista de la poesía. En todo caso supongo que sí, cuando se desvela esa mentira. Además, uno no puede estar guardando resentimientos, porque entonces, es como que estés alimentado a tu adversario.
P-¿En el silencio siempre hay una verdad oculta?
R-Supongo que sí. Y fíjate, curiosamente tengo un poemario intitulado “Lectura del silencio”, que escribí allá por el 2009, prologado por mi amigo el escritor gaditano Luis García Gil, biógrafo por lo demás, de Joan Manuel Serrat. Son poemas de aliento trágico, cercamos al pensamiento de don Miguel de Unamuno. De todas formas, el trabajo del poeta es íntimo. El concepto es delicado y da pie para múltiples respuestas. No puede entenderse –al menos como lo concibo— para ocultar acciones nefastas. Si bien vivimos tiempos sumamente difíciles; tampoco puede ser mecanismo de aislamiento, ni puede ser oposición dialéctica para el ocultamiento.
P- ¿Habrá algo mejor que ganar en la vida?
R-Yo estoy convencido que sí. Pero cada quien con sus designios. Aquí como en muchas partes del planeta, uno no puede dedicarse por entero al oficio. Hay que tener un trabajo alterno. Vivimos en un mundo en donde para vivir debés tener dinero; la poesía no da para eso y más en nuestro medio. El fenómeno como tal tiene muchas explicaciones. Fíjate que la gente no lee o lee poco, no compra libros. Aun regalándoselos no los lee. Ya Sabina ha afirmado “que la gente no lee, que los libros se pudren en las estanterías”. Y a eso le agregamos el peso que tienen las individualidades y egolatrías. Yo sueño con una institución en El Salvador como la UNEAC. Pero hay que seguir escribiendo pese a todo. “Sólo la poesía salva de la muerte”, decía Jaime Gil de Biedma. Hay que desechar de nuestras vidas la impaciencia y las intolerancias que hacen mucho daño.
P-¿Hay algo que usted no acepte en la realidad en que vivimos?
R-Desde luego es un sinfín de cosas. En el plano de lo individual, no soporto la mezquindad. En cuanto a la realidad del país, se están cambiando muchas cosas. Es necesaria la esperanza y con mayúsculas.
P-¿Sus pasiones siguen siendo las mismas a lo largo de los años?
R-Cambian porque el ser humano está inmerso en una sociedad dinámica. En poesía siempre hay una renovación de los registros poéticos.
P-Será verdad que la literatura imprescindible es la que formula las preguntas no la que da las respuestas. ¿Usted está de acuerdo con eso?
R-Algo hay de verdad en ello. Pero también yo veo que en nuestro medio existe una especie de reduccionismo. Uno no puede estar a tono con todos, so pena de sacrificar lo propio. A mí, por ejemplo, se me estigmatizó, antes, durante y después de la guerra. Los argumentos: era poeta intimista y tantos otros adjetivos. Y hay que diferenciar lo coyuntural de lo que no es. En este sentido, y sin decir más, viví mi propio drama, mi propia angustia e inclusive sacrifiqué familia. Y pese a todo ese acontecimiento histórico, salíamos a decir nuestra palabra. Precisamente, por ello, por tu planteamiento, la poesía siempre será un ejercicio misterioso. El poeta tiene esa capacidad de asombro, es una brasa misteriosa: vislumbra, avizora. En consecuencia, el dolor, la lágrima, lo vuelven poseso de un patrimonio invaluable. La poesía insinúa; otro tipo de literatura da propuestas.
P-¿La filosofía está ligada a la poesía?
R-De esto, sin duda se ha hablado en abundancia. Si lo recuerdas fue Platón el primero en abordar esta situación. Existe hermandad entre pensamiento, inteligencia, duda. Hay un fuerte abrasamiento entre el razonamiento y el elemento creativo, concepto y metáfora, realidad y sueños. Creo que siempre habrá esa agua que moje las piedras.
P-En su última obra traducida por Elisabeta Botan “POST SCRIPTUM” ¿Ha compilado todo lo que ha querido decir?
R-No. Uno nunca queda plenamente satisfecho, porque el oficio demanda una actitud de búsqueda permanente. Ahora si te refieres el hecho de lo bilingüe, pues sí. Debo confesar que existen todavía, personas generosas en el mundo para que se den a la tarea de traducirte, caso de Elisabeta Botan, quien me ha traducido más de cien poemas; luego, Andrei Langa, Pere Bessó, etc. Para mí cada libro dice lo que tiene que decir y en este sentido sí, aunque la faena siempre continúa. Creo que es oportuno manifestar que uno debe traspasar fronteras, la poesía debe abrirse a nuevos derroteros y territorios. De lo contrario, el poeta y su poética se anquilosan.
P-¿Ha encontrado en su incansable búsqueda darle la mejor definición al silencio?
R-Sigo en la búsqueda. Confío en que un día encontraré su luz, ciego como voy de tiempo.
EL INFIERNO DE LA POESÍA
La poesía es realmente el infierno.
MARÍA ZAMBRANO
Parecido a este mundo de novela negra, la poesía se vuelve cada vez una necesidad para morir en esta realidad de contaminaciones. Más allá del aúllido de esta Sodoma, el tambor de los cementerios equivale al plato diario de comida, la ficción nos ha metido en una risa sarcástica: cada vez estamos más cerca de los patetismos que del lecho cálido de la luz. En vos, poesía, los seudónimos de la escritura, las falacias del teatro convertidas en pánico, el aliento de los pájaros chamuscados como el odio que se ha vuelto inmaculado. Como los golpes de las sombras, el infierno perturbador de la pornografía. Tengo deseos de romper el alfabeto, con el riesgo de quedarme sin palabras; de todas formas, éstas son poco útiles cuando las esquinas no son sujetas de juicios finales ni sumarios. Diógenes, aquí, en su resplandeciente miseria de lágrimas, fosforescente en la extrema virtud, sumergidos sus pies en sus aguas terrestres. En la sombra mortecina, el sol decapitado; en el diluvio, las puertas abatidas, la lluvia jadeante de lenguas petrificadas; en el filtro de los sueños, la cárcel con su rostro espiritual de colectivo, de río marginal y enfermo. Así, poesía, me metes en estos designios del amor al prójimo y la democracia, de la hipoteca del absurdo. Así, poesía, te vuelves cuerpo rabioso, sexo desabrido, desvelo orgásmico de la moral, personaje de burdel. Con todo, amo tu desnudez de bestia politizada en el mercado de pulgas, amo tu carnaval próximo al delito, amo los buenos modales de los gánsteres y sus bolsillos expansionistas.