El potro Pinto

Carlos Burgos

Fundador
Televisión educativa

El potro pinto atravesó a prisa el horizonte vespertino, mind rx escapaba con su jinete que se había robado a la joven Alejandra. Arribaron a una casa rural de Santa Cruz Michapa.
Pedro felicitó a su potro, salve Relámpago, site por su hazaña de acompañarlo en la arriesgada misión de volver realidad su sueño con Alejandrita. Sobó su crin y le proporcionó agua y zacate fresco.
Relámpago era un equino de elegante alzada, color canela con áreas de blanco marfil. Una vistosa alfombra sobre la cual Pedro volaba por los prados de Cuscatlán
Durante los festejos de enero y agosto de Cojutepeque, Pedro y su potro se presentaban al tiangue municipal a participar en competencias hípicas. Siempre resultaba vencedor.
En cierta ocasión Pedro decidió no asistir a tales eventos porque su potro no estaba en forma, pero Alejandrita le sugirió que no faltara porque Relámpago, al correr con otros caballos saca toda su energía para no quedarse atrás.
Llegado el día de la competencia, los jinetes contrincantes se alegraron al no ver al potro pinto. Hoy, dijeron, uno de nosotros será el ganador. Pero cinco minutos antes de iniciar la carrera aparecieron Pedro y su potro, y Alejandrita en otro equino. El potro pinto marchaba con sus patas delanteras en elegante movimiento y al llegar frente al público se inclinó para saludar, moviendo su cabeza, y arrancó nutridos aplausos.
Los jinetes y personas del público registraron sus apuestas ante los miembros del jurado.
Sonó el balazo de salida y el potro pinto se quedó unos segundos, pero al grito de Pedro: ¡Adentro, a ganar!, el pinto aceleró, iba un cuerpo atrás. Pedro gritó de nuevo: ¡más a prisa!  Faltando 50 metros le llevaban una cabeza de ventaja. Al pasar frente a Alejandrita ella le gritó: ¡Corre, corre, como cuando me robaron! En los últimos diez metros sacó la ventaja de una nariz a su más cercano contrincante y fue declarado campeón.
Cuatro jinetes de los perdedores se enojaron tanto que se reunieron en un chupadero a planear una acción contra Pedro, y sellaron su trato.
Pedro desensilló a su potro y como premio lo dejó suelto, sabía que al silbarle de presto llegaría ante él. El potro relinchó suavemente al ver a una potranquita que habían llevado para venta, se le acercó amorosamente y allí se estuvo con ella.
Más tarde Pedro silbó y el potro se le presentó moviendo su testuz. Alejandrita se maravillaba del potro pinto y su jinete. Regresaron triunfadores.
Quince días después, a medianoche, Relámpago relinchó. Los cuatro jinetes habían llegado para llevárselo y lo arriaron con lazos, varas y látigos. Tomaron la carretera Panamericana y cerca del Pino bajaron por una vereda a la línea férrea, siguieron al Oriente y al llegar al cruce con una calle de tierra, continuaron para Santa Cruz Analquito.
El siguiente día, uno de estos hombres dispuso montar al potro. Con suma precaución logró ponerle la montura y apretó las cinchas. Listo, se dijo, agarró las bridas, puso el pie izquierdo en el estribo, luego se impulsó para sentarse en el mismo instante que el potro se paró en dos patas relinchando y lo aventó a un charco. Logró pararse con furia para dominarlo y el equino lo arremetió a coces y más coces. El potro salió en estampida por la calle real, de regreso.
Se aproximaba al cruce con la línea férrea al mismo tiempo que se acercaba el tren que venía de Oriente con la máquina 512 que conducía el negro Spencer. Peligro para el potro.
Pero diez segundos antes que el tren, Relámpago cruzó a la izquierda sobre la vía férrea, iba tan veloz como el tren, el maquinista Spencer pitaba y pitaba, detrás del potro, con su shuco…tuco…shuco… que se escuchaba como «Si te alcanzo te machuco porque vengo de Cutuco…Si te alcanzo te…».
Por fin, Relámpago irrumpió en el patio de la casa. Pedro y Alejandrita brincaron de contento al verlo a salvo.

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