Alberto Romero de Urbiztondo
Declaración Twitter: @aromero0568
En el marco de los acontecimientos que conmocionaron el país el pasado domingo 9 de febrero, la culminación fue la afirmación del presidente de la República, diciendo que había hablado con Dios y que le había dado un mensaje para trasmitir a la población concentrada frente a la Asamblea Legislativa.
Mas allá de todas las implicaciones políticas y para la institucionalidad democrática del país que tuvieron estos hechos, quiero destacar esta utilización de las creencias religiosas para justificar las decisiones de los gobernantes.
Reconocemos el derecho del presidente -al igual que todo ciudadano- de tener las creencias y practicar los rituales religiosos de su elección. Incluso, que esas creencias le inspiren personalmente en la toma de decisiones, pero lo que el presidente escenifico en la Asamblea Legislativa tiene consecuencias mucho mas graves y peligrosas. Entró en el Salón de sesiones del órgano Legislativo, rodeado de militares, en una clara manifestación del respaldo de la fuerza de las armas. Ya en el recinto legislativo, se sentó en el sillón del presidente del Poder Legislativo, un acto simbólico de ocupación de un poder del Estado autónomo del Ejecutivo, y sus palabras fueron muy breve: “Ahora creo que está muy claro quién tiene el control de la situación y la decisión que vamos a tomar ahora la vamos a poner en manos de Dios”. Merece la pena analizar estas palabras, el control lo basa en la presencia de militares armados y por otra parte se pretenden legitimar las acciones que toma como gobernante, presentándolas como mandato divino. Al regresar a la concentración en el exterior dijo “Yo le pregunté a Dios y Dios me dijo: Paciencia. Paciencia, paciencia. ¡Paciencia!”. El presidente de la República afirma que el habla con la divinidad y que Dios lo envía como mensajero ante la población.
Puedo respetar que el Sr. Bukele piense que habla con Dios, pero en una República, las decisiones de los gobernantes no pueden estar basadas en revelaciones de ninguna divinidad, ni pretender que son mandato divino, trasmitido a través de su persona. La ciudadanía nos merecemos mas respeto y garantía de un Estado laico.