Madrid / AFP
Adrien Vicente
El primer juicio por un caso de bebés robados en España se abrió el martes, décadas después de conocerse que numerosos recién nacidos fueron sustraídos a sus madres para ser entregados a familias adoptivas bajo la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).
Eduardo Vela, un antiguo obstetra de la madrileña clínica San Ramón, de 85 años de edad, está acusado por Inés Madrigal, empleada de ferrocarriles de 49 años, de haberla separado de su madre biológica y falsificar su acta de nacimiento, en junio de 1969.
Con aspecto y voz frágiles, el doctor, para quien la fiscalía pide 11 años de prisión, fue interrogado por una media hora en esta audiencia inicial.
Este miércoles tendrá lugar una segunda y última audiencia y no hay una fecha prevista para conocer la sentencia.
Denunciado desde hace años por la prensa y organizaciones, Vela es el primer presunto responsable de robo de bebés en sentarse en el banquillo de los acusados, gracias al testimonio de la madre adoptiva de Inés Madrigal, Inés Pérez, ya fallecida.
Pérez, que no podía concebir, contó que Vela le «regaló» un bebé. Le pidió simular un embarazo y luego la declaró como madre biológica de la recién nacida.
Ante el juez de instrucción, Vela había reconocido en 2013 haber firmado «sin leer» el expediente médico, que indicaba que asistió al parto. Pero este martes ante el tribunal alegó no recordar nada y desconoció su firma: «Eso no es mío, no lo recuerdo».
Inés Madrigal, recibida entre vítores por unos cincuenta manifestantes que reclamaban «¡Justicia!», dijo que este juicio no era solo suyo. «Ya no es mi caso, esto ha trascendido, todo el mundo sabe que en este país se robaron niños», declaró a la prensa.
«Una madre no puede olvidarse jamás de su hijo» remarcó Madrigal, quien admitió ante el tribunal que descubrir la verdad fue «un palo (golpe) terrible (…), demoledor emocionalmente hablando».
Impunidad
En el marco de este tráfico de bebés, comenzado bajo la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), frecuentemente con la complicidad de la Iglesia católica, los hijos les eran arrebatados a los padres tras el nacimiento y declarados muertos, sin que se aportaran pruebas de ello.
Luego eran adoptados por parejas estériles, de preferencia cercanas al régimen «nacional católico».
Tras la Guerra Civil (1936-1939), el objetivo era castigar a los adversarios acusados de transmitir «el gen rojo» del marxismo, afirma Soledad Luque, presidenta de la asociación «Todos los niños robados son también mis niños».
El fenómeno afectó luego a niños nacidos fuera del matrimonio, o en familias pobres o bien muy numerosas. Dicho tráfico perduró en democracia, al menos hasta 1987, por razones económicas, agrega Luque.
Es el caso de Carmen Lorente, de 55 años, venida de Sevilla para la audiencia y que se vio separada de su bebé en 1979. «A los dos días me dijeron que había muerto, que se había asfixiado en el vientre. Pero yo lo escuché llorar», recordó a la AFP.
En total, según las asociaciones que buscan sacar los casos a la luz, decenas de miles de bebés podrían haber sido robados.
Pese a la amplitud del escándalo, denunciado por primera vez en la prensa en 1982, ninguna de las más de 2.000 denuncias de hechos similares ha llegado a buen puerto.
«La palabra impunidad es la que une las tres etapas», dice Luque, quien busca a su hermano gemelo desaparecido en 1969 en una maternidad de Madrid.
Calculan que la cifra global de afectados en España podría ascender a los 300.000.
Fenómeno en Argentina
El mismo fenómeno tuvo lugar en Argentina bajo la dictadura militar de 1976 a 1983. Alrededor de 500 recién nacidos fueron arrancados a detenidos y confiados en adopción a familias de militares o civiles simpatizantes del régimen. Dos ex jefes de la Junta Militar, Jorge Videla y Reynaldo Bignone, fueron condenados en 2012 por robo de bebés de mujeres desaparecidas.
«Es un día muy importante para todos los afectados y para todas las madres. Porque se crea un precedente sentando a este señor en el banquillo, se puede crear una jurisprudencia», estimó Carmen Lorente.
Pero luego de tantos años, muchas familias han caído en la resignación. Los protagonistas van desapareciendo al correr de los años, como la monja María Gómez Valbuena, considerada frecuentemente como la cabecilla del tráfico en Madrid, y muerta antes de ser juzgada.