Luis Armando González
Transcurrido un poco más de un mes de las elecciones del 4 de marzo, se puede volver a reflexionar, con la cabeza más fría, sobre sus resultados, en particular a los obtenidos por el FMLN en la elección de diputados. Es una lástima que al momento de escribir estas líneas sea prácticamente imposible acceder al sitio WEB del Tribunal Supremo Electoral para poder consultar los datos consolidados de ese evento electoral. No obstante ello, se puede partir, para los propósitos de estas valoraciones, de algunos números gruesos –tanto de esta elección como de otras— que ponen en la mesa de discusión el tipo de reto político electoral que el FMLN debe enfrentar en estos momentos.
En términos globales, el FMLN tuvo en la reciente elección una reducción en su caudal electoral superior al cuarto de millón de votos, de decir, no menos de 250 mil votos y cercana, según algunos cálculos, a los 400 mil. Aún si nos quedamos con la cifra más baja, se trata de un número impresionante de ciudadanos que, en esta ocasión, decidieron no dar su voto por el partido de izquierda. Porque la otra cara de la moneda es que cuando menos en las tres elecciones anteriores (20091, 2012 y 2015) el FMLN sí contó con ese respaldo; en esas elecciones, la votación efemelenista fue superior a los 800 mil votos.
Es lógico suponer que el FMLN no recibió, en 2018, el respaldo de un número significativo de votantes que en otras ocasiones sí se lo dieron. También es lógico suponer que esos votantes podrían ser recuperados por el partido de cara a otros eventos electorales, lo cual quizás no sea algo mecánico, sino que se tendrán que tomar medidas que incidan en los motivos que dieron lugar a la decisión de abstenerse en ese apoyo al partido de izquierda.
Entonces, lo primero que hay que hacer es no perder de vista ese significativo número de votantes con el que no se contó en estas elecciones y con el que sí se contó en elecciones pasadas. Son votantes que han sido parte del caudal electoral acumulado del FMLN desde su conformación como partido; son votantes de los que no se puede prescindir, pues la fuerza electoral del FMLN se debilita sin ellos; y son votantes que se pueden recuperar de nuevo para el partido, lo cual a lo mejor no resulta fácil, pero es posible y necesario.
Y aquí es preciso tener el mejor conocimiento que se pueda sobre esos votantes y sobre las razones o motivos que los llevaron a retirar su apoyo al FMLN en las elecciones pasadas. Ese conocimiento no se tiene; se tienen hipótesis y algunas evidencias limitadas sobre el asunto, pero no una visión completa y fundamentada, sustentada en una indagación de carácter científico social.
Es claro que a falta de una investigación científico social –de esas que deberían hacer quienes presumen de sus grados académicos y de estar matriculados en las carreras que los ofrecen— un buen conjunto de hipótesis puede convertirse en el mejor respaldo a la hora de tomar decisiones. Naturalmente que hay unas hipótesis que son más razonables que otras.
Una, poco razonable, es que ese cuarto de millón (o más) de votantes (que en esta ocasión no dieron su respaldo al FMLN) constituye un segmento de la población homogéneo; es decir, que son en su totalidad o en su mayoría jóvenes (de entre 18 y 25 años), o que son de clase media, etc. No importa, la categoría con la que se lo quiere englobar: no es razonable pensar que sea una población homogénea, y sí lo es suponer que es un segmento poblacional heterogéneo, en sintonía con la heterogeneidad de nuestra sociedad.
Otra hipótesis poco razonable es esa que sostiene que esos votantes tuvieron una misma motivación para retirar su apoyo al FMLN el 4 de marzo pasado; por ejemplo, que lo hicieron porque el partido de izquierda no está comprometido con el proyecto socialista, o porque las políticas públicas del gobierno no les satisfacen, etc. Quizás es más razonable la hipótesis de una diversidad de motivos, que no excluye los dos mencionados, pero que puede incluir otros.
Por ahora, esas dos hipótesis, poco razonables, se han convertido en casi un dogma, a fuerza de tanto repetirse. La primera, ya sea en la variante de que fueron unos votantes “jóvenes” los que no dieron su voto al FMLN o ya sea con la variante de que fueron votantes de clase media, ha sido perniciosa, pues ha impedido dirigir la mirada a votantes populares que en el interior del país, y no sólo en el Gran San Salvador, no dieron, esta vez, su apoyo al FMLN. La segunda, sobre todo con las variantes que enfatizan o bien el motivo ideológico o bien el tema de las políticas públicas, ha sido contraproducente a la hora de entender los variados motivos (incluidos los de tipo personal) que hicieron que votantes que eran parte del caudal electoral del FMLN no lo fueran en 2018.
Estas dos hipótesis se han dado la mano con otra –que también se ha convertido en una especie de “verdad” inapelable— que sostiene que al FMLN lo castigó “la sociedad” salvadoreña, o “la gente”, obviando la contundencia de los números que indican, con fuerza, que el mal resultado electoral del FMLN en marzo de 2018 se debió a que una parte significativa de sus militantes y simpatizantes decidió no respaldarlo en esta elección, por motivos diversos que hay que analizar y examinar con atención. Se perdieron votos que eran parte de un caudal electoral acumulado en su historia como partido político.
Un par de hipótesis generales que pueden ser útiles en estos momentos para el FMLN son: a) que ese cuarto de millón o más de votantes que no dieron su apoyo al partido en 2018 constituyen un grupo heterogéneo, en el cual seguramente hay jóvenes y personas de clase media, pero también personas de extracción popular, obrera y campesina; b) que las motivaciones de esta población para no apoyar al partido en 2018 son diversas, es decir, no hay una sola motivación, y que por tanto es urgente indagar cuáles son esos motivos y quiénes las expresan.
Con un estudio a fondo de esa población, el partido podría tomar decisiones más fundamentadas para atraerlas de nuevo al proyecto. De momento, es recomendable que se guíe por las hipótesis más razonables, no dando crédito a planteamientos que suenan bien porque tienen eco mediático, pero que vistos en detalle no guardan relación con las señales que ofrece la realidad.
Una cosa que no debe perderse de vista es que los resultados obtenidos por el FMLN en elecciones anteriores a 2018 permite ser optimistas acerca de la posibilidad del partido para recuperar a esos votantes que consistentemente lo apoyaron en distintas elecciones, hasta conformar un caudal electoral superior a los 800 mil votos. Es razonable pensar que ese cuarto de millón o más de votantes no tiene la intención de apoyar a un partido de derecha (ARENA, PCN, PDC o GANA), y a lo más –si no retorna al FMLN o se vincula a otro partido que abandere ideales de izquierda y distinto del CD— optará en las elecciones siguientes por el abstencionismo.
El regreso de esos votantes al FMLN es, pues, del todo posible. Es importante para este partido asumir este reto como algo impostergable. Otra apuesta es atraer a otros segmentos de la población; pero este sector que le retiró su apoyo en 2018, compuesto por militantes y simpatizantes, es el que requiere hoy por hoy la mayor atención. Es presumible creer que no pocos de sus integrantes se sienten fuertemente vinculados al FMLN, pese a no haberle dado el voto en las elecciones pasadas. Si esto fuera así, su recuperación como votantes no será muy difícil.
1. Desde su primera participación en elecciones legislativas, en 1994, el FMLN fue aumentando su caudal electoral hasta llegar al 2006 con una votación que casi llegó a los 800 mil votos, siendo la de 2009 la mejor elección, con una cifra superior a los 900 mil votos. Ver ”Comentarios generales sobre resultados de elecciones legislativas y municipales del 11 de marzo del 2012”. Coyuntura. Revista de análisis. Marzo-abril de 2012.