El libro‘La compasión en un mundo injusto’, de Juan José Tamayo, es fruto de la pandemia, en muchos sentidos. No solo porque el confinamiento en casa ofrecía tiempo para leer y escribir, sino sobre todo porque la pandemia ha desvelado la vulnerabilidad humana y la injusticia a nivel nacional y mundial
En este contexto Tamayo ha intuido que la compasión ha de dejar de ser una virtud bajo sospecha para convertirse en algo esencial a la vida y a la convivencia humana, común a todas las religiones y central en la fe cristiana, que cree en el amor entrañable de Dios mostrado en Jesús de Nazaret. La compasión no es simple sentimiento de conmiseración y lástima sino una empatía con las víctimas que lleva al compromiso con la justicia.
Así Tamayo completa de modo original el Principio esperanza de Ernst Bloch y el Principio misericordia de Jon Sobrino, con el Principio compasión. Este principio compasión da unidad y originalidad a toda la obra.
Su itinerario tiene tres momentos, que constituyen las tres partes del libro, pero cada una de estas tres partes es tan completa que en realidad podríamos decir que hay tres libros en uno.
Comienza por analizar el mundo estructuralmente injusto y desigual que vivimos, en sus diferentes manifestaciones.
Luego sigue una reflexión sobre la compasión como valor ínsito en el ser humano y opción de Dios, manifestado en Jesús de Nazaret. El Principio-compasión es necesario para que nuestra teología no se convierta en cómplice de los victimarios. Se examina la compasión en el judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo, budismo y religiones originaras de Amerindia. Es la parte nuclear y central del libro.
Finalmente se aborda la historificación de la compasión para que la compasión se convierta en lucha contra los grandes grupos económicos de poder, mostrando así que la compasión se traduce en solidaridad con las víctimas y un amor políticamente eficaz.
Estos tres momentos del itinerario corresponden al VER, JUZGAR y ACTUAR de la teología de la liberaciónlatinoamericana, pero acentuando aquí que el ver no es una simple mirada sociológica sino un ver la realdad desde las víctimas, desde abajo y sentirse afectado por ella.
«Lo más original y extenso es la profundización del Principio-compasión en las tradiciones humanistas, religiosas y bíblicas»
I.En la primera parte Tamayo se aproxima al mundo injusto y desigual de hoy que se manifiesta, entre otras cosas, en la injusticia ecológica, la insolidaridad con inmigrantes y refugiados, la injusticia de género contra las mujeres, la necropolítica y el descarte de los marginados, la injusticia económica, cultural y cognitiva, la vuelta del fascismo y del cristo-fascismo (el nacional-catolicismo y el cristo´-fascismo en la España hoy) y finalmente la constatación de que la pandemia es selectiva, no ha afectado a todos igualmente.
II.En la segunda parte se analiza el Principio compasión que caracteriza al ser humano en su dimensión más profunda, aunque no siempre se traduce en una práctica compasiva y solidaria. La compasión está presente en las tradiciones humanistas y religiosas, aunque no siempre las personas, creyentes y no creyentes han mostrado empatía con los que sufren, con los crucificados de la historia. Este referente ético de las religiones constituye su principio teológico.
El ser humano no es solo homo sapiens; es también homo patiens, ser compasivo, no solo vale el “atrévete a pensar” sino también el “atrévete a sufrir con el que sufre y con la creación que sufre dolores de parto (Rm 8,22).
Tamayo observa que los diccionarios bíblicos hablan más de misericordia divina que de compasión. Sin embargo. el Dios bíblico aparece como compasivo ante el dolor humano, el sufrimiento y la opresión. La escritura usa los términos rahamin y hesed. Rahamin significa entrañas, vientre materno. Hesed es compadecerse tener cariño y compasión.
En el Éxodo Dios se compadece del sufrimiento del pueblo Ex 3, 7-12-Los sapienciales y salmos expresan la compasión de Dios (Sal 103)
Pero esta compasión está unida al Mispat (derecho) y sedaqa (justicia) que son atributos bíblicos de Dios que los profetas proclaman y denuncian a sus incumplidores; jefes, sacerdotes, y comerciantes que son injustos, aunque aparezcan como piadosos. Los profetas realizan un cambio de paradigma religioso: el ayuno es abrir prisiones injustas, la verdadera religión es hacer el bien, el sacrificio y holocausto es reconocer a Dios y ayudar al prójimo. Conocer a Dios es hacer justicia al prójimo (Jer 22,15-16).
La utopía profética es utopía de paz y comunidad ecohumana (Is 11, 6-8) La utopía bíblica es la de la vida, del sustento y de la vida cotidiana.
Todo esto se refuerza y profundiza en el Nuevo Testamento. Jesús de Nazaret se compadece del sufrimiento, cura a enfermos, incluso en sábado, pone la vida del pueblo por encima del sábado y la ley, afirma “misericordia quiero y no sacrificios”, expulsa a los vendedores del templo; las bienaventuranzas y el juicio final de Mt 25 son alegatos a favor de la compasión. Pero esta compasión de Jesús es conflictiva: las autoridades religiosas le llevarán a la cruz.
Jesús fue un indignado contra la religión oficial y sus teólogos, contra el poder religioso, económico y político, con la sociedad patriarcal y siente el abandono de Dios en la cruz.
El buen samaritano, muestra una ética de la compasión, se le conmueven las entrañas, ayuda y de su tiempo al que sufre. La iglesia ha de ser samaritana y compasiva.
Tamayo examina ampliamente el tema de la compasión en las diversas religiones: Islam, hinduismo, budismo y religiones originarias de América latina y concluye que hay una gran convergencia en todas ellas, expresada en principios como “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”, “no somos extraños para nadie, somos amigos de todos”, “yo soy yo si tú también eres”.
Sin embargo, durante mucho tiempo, la teología, incluso cristiana, aplicaba a Dios términos como omnipotente, motor inmóvil, causa sui, principio de todo, un Dios incapaz de sentir, amar, sufrir, insensible al dolor humano. Esta imagen es más cercana a los amigos de Job que a Jesús. A pesar de ello todas las religiones han tenido personas compasivas y el sufrimiento ha entrado en la teología. La teología no puede pasar de largo ante el sufrimiento, sería cinismo. Para Horkheimer, la teología es la esperanza de que la injusticia no sea lo último, la esperanza de que el asesino no triunfe sobre la víctima inocente.
III. La tercera parte mira a la praxis. La compasión no es solo individual, interpersonal e intersubjetiva, sino que la compasión debe historificarse para poder ser liberadora y encarnarse en instituciones sociales, ejerciendo una crítica, resistencia y solidaridad transformadora de las vidas dañadas, atender al anawim, al otro me pide ayuda (Levinas).
Tamayo critica los sistemas contrarios a la compasión y deja muy claro que no hay compasión sin justicia sin reconocimiento de la dignidad humana, sin igualdad y justicia de género, sin cuidado de la tierra, sin defensa de los derechos humanos, sin hospitalidad, sin considerar que el centro es la tierra, sin pluralismo cultural, étnico y religioso, sin espiritualidad liberadora. La práctica de justicia y implica participación en movimientos sociales, renuncia a nuestra arrogancia y superioridad, asumir nuestra ambigüedad, etc.
Dentro de la parte de la historificación de la compasión, Tamayo incluye la reflexión de algunos autores sobre la compasión. Metz, en su teología política critica la reducción de la razón a una ilustración privatizante que no escucha la voz de las víctimas y propone una memoria subversiva de las víctimas, lejos de una teología de la gloria y de todo triunfalismo. Defiende un ecumenismo de la compasión con empatía hacia el sufrimiento ajeno. Cita a Schopenauer para quien la compasión es el fundamento de la ética; para Levinas, la responsabilididad por el otro es la filosofía primera. Para Joan Carles Mélich, el ser humano es doliente, quaerente y deseante, debe vivir bajo la dimensión patética de la existencia: lo contingente, corpóreo, provisional, situacional, frágil, circunstancial, no lo absoluto ni lo categórico. La ética comienza cuando los demás entran en esfena, cuando nos ponernos al lado de las personas sobrantes, desechos de la sociedad. La ética es una relación compasiva, una respuesta al dolor del otro, es transgresora del orden social establecido. Hay que ver al mundo no desde la razón pura sino desde la razón desvalida, una razón encarnada en la historia, trágica, no separada del tiempo ni del cuerpo, que sospecha del mito del progreso. Frente a la razón ilustrada está la razón desvalida, frente al bien, la bondad, frente al deber cumplido, la vergüenza.
Metz propone una mística de ojos abiertos, con un corazón solidario y un amor políticamente eficaz. La mística no es algo pre-lógico, antirracional, sino una experiencia antropológica fundamental (Zambrana), forma parte de la historia, para ir más allá, crea personas de incansable entrega a los demás, aunque resulten extrañas y sospechosas como Eckhart y Juan de la Cruz, recuerda Tamayo
Hay una relación intrínseca entre mística y política, Dios es justicia (Jeremías 23,6), la justicia es tema no sólo político sino teológico, Dios hace justicia a las víctimas. El cristianismo ha sido más sensible al pecado que al dolor de las víctimas (Metz), en cambio Jesús fue liberador y compasivo
Conclusión
El libro de Tamayo no es solo una toma de conciencia de nuestra realidad injusta y discriminatoria, ni solo un diálogo con las tradiciones religiosas y las éticas contemporánea, sino un asumir el Principio compasión como clave de lectura, interpretación, cuestionamiento y conversión transformadora tanto personal como colectiva. Es algo original, actual y necesario. Le agradecemos a Tamayo este esfuerzo.
Personalmente, luego de vivir casi 40 años en Bolivia, he sintonizado mucho con este Principio-compasión de Tamayo.
Debe estar conectado para enviar un comentario.