EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA
Por Eduardo Badía Serra,
Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,….
– ¿Dónde están los hombres?-, pregunta el Principito.
– Se está sólo también con los hombres-, responde la serpiente.
El Principito la miró largamente……….
– Buen día-, dice el Principito.
– Buen día-, le responde la flor.
– ¿Dónde están los hombres?- , le pregunta gentilmente.
– ¿Los hombres? No existen, creo. Los he visto ya hace algunos años, pero no sé dónde encontrarlos. El viento los empuja hacia acá y hacia allá. No tienen raíces y esto los incomoda mucho.
– Adios-, dice el Principito.
– Adios-, dice la flor.
– Buen día……
– Buen día……buen día….buen día….,- ahora es el eco.
– ¿Quién eres?
– ¿Quién eres?…..¿Quién eres?…..¿Quien eres?….
– Estoy solo-, dice el Principito.
– Estoy solo……estoy solo…..estoy solo….
– Buen día, dice.
– Buen día, dicen las rosas.
El Principito les miró:
– ¿Quién eres?
– Somos las rosas……
– ¡Ahhh!
– Buen día, dice la zorra.
– Buen día-, responde el Principito, gentilmente. -¿Quién eres?-
– Soy la zorra. Domestícame para que pueda jugar contigo. ¿Qué cosa buscas?
– Busco a los hombres, dice el Principito.
– Buen día-, dice el Principito.
– Buen día-, dice el controlador.
– ¿Qué cosa haces aquí?
Así, y todos,….. El Principito buscaba a los hombres en aquel desierto, mientras la sed le iba dominando. Y buscaron un pozo, caminando y caminando por horas y horas, hasta que el cansancio se fue apoderando de sus cuerpos, y el sueño les fue venciendo……
Y así, caminando, descubrieron el pozo cuando el Sol ya se levantaba.
Los hombres se comprometen rápido pero no saben qué cosa buscan. Entonces se agitan, y giran en torno a sí mismos. Así se llenan de soledad. Ponen al cordero a cuidar la flor. Tuvo que aparecer un Principito de un lejano mundo, pequeño apenas como él, pero sabio y dulce. ¿Domesticar la flor? Bajo un manto de estrellas la protegió del cordero ansioso de vencer las cuatro espinas, y así enseñó al hombre aquél, que le buscaba, y el hombre entendió el mensaje lleno de sabiduría del pequeño ser.
– Esta noche ya no he de venir. Debo hacer el camino. Es tan lejos mi mundo.
– ¡No te dejaré partir!
– Los hombres no saben de las estrellas otra cosa más que aquello que no son….Para aquellos que viajan, son la guía; para otros, sólo luces; para un sabio, un problema, ……pero toda las estrellas están siempre calladas. Tú las verás como no otro hombre las ha visto jamás.
– ¡No te dejaré!
– Cuando veas el cielo, en las noches, sabrás que yo habito en una de ellas, y me verás sonreír en una de ellas, y para ti será como si todas rieran.
– ¡No te dejaré partir!
– Y reirás conmigo, contento de haberme conocido. Y abrirás de nuevo la ventana, placenteramente, y será como si en vez de estrellas vieran muchas señales de alegría….
– ¡No te dejaré partir!
Y esa noche se puso en el camino, el Principito, sin ruido, en el silencio, con paso rápido, pensando en su flor con cuatro espinas para protegerse del mundo. El pequeño príncipe permaneció inmóvil por un instante, cayó dulcemente como cae un árbol…….Ni un solo ruido sobre la arena…….
El pequeño príncipe pone su flor todas las noches bajo la campana de vidrio, y vigila bien su cordero, y todas las estrellas ríen felices dulcemente. Pero en el fondo sabe que un día olvidará su tarea, y las señales se cambiarán por lágrimas. Ese es el gran misterio. En alguna parte del universo, un cordero habrá comido una rosa.
Mira hacia el cielo y hazte la pregunta: ¿Ya el cordero ha comido la flor? Y verás que todo cambia, aunque los grandes no entendemos estas cosas, que en verdad, son importantes.
El hombre aquél comprendió la sabiduría del pequeño y noble amigo, y entendió cuan solo estaba, cuan solo había estado siempre. Y aun y con todo y la necesidad de una verdadera compañía, hubo de dejarle partir. Pero ahora, por las noches, cuando ve las estrellas, sabe que no está solo, pues en todas y en cada una de ellas está el Principito, riendo con él, viéndole dulcemente, en millones y millones de seres reproducidos, con su campana de vidrio lista para depositarse sobre la flor, y su mirada hacia el cordero, aunque sabe, este, que un día habrá un olvido.
Mensaje enorme el de Saint-Exupéry, que explica bien qué es eso de la soledad del hombre, soledad que él sabía vencer. Por eso vino al desierto, e iluminó al hombre aquel, acompañándole hasta que este le comprendió. En tal momento hizo el camino hacia su estrella de los tres volcanes, dos rugiendo y uno apaciguado.
La soledad es la compañera inseparable del hombre. “El infierno está todo en esa palabra”, decía Víctor Hugo.