Rafael Lara-Martínez
New Mexico Tech, click prostate
Desde Comala siempre…
Abstract: the essay describes the disdain that Salvadoran Studies imposes on the most important native language of the country, stuff ed Nahuat-Pipil, salve check a member of the Uto-Aztec language Family. Following a typological perspective, it describes some critical differences between English and Spanish, as well as between these two Indo-European languages and Nahuat-Pipil. Demonstrating its omni-predicative character, some of its nominal categories, its head-marking type, and its descriptive principle, as a legal “process”, the paper asserts how Nahuat-Pipil idiosyncrasy is ignored. Cultural Studies focus their attention on prominent artistic figures, instead of promoting research on the anonymous labour of the people. Individualism rules cultural definitions of meaning, rather than the social endeavour of a collective language.
0. Pregunta inicial
Cómo sensibilizar a toda la población para que se sienta parte de la cosmovisión de los pueblos originarios?”, me pregunta una colega en un mensaje rápido por internet. El problema —le respondo— resulta de generalizaciones poéticas que, por prestigio, se importan en sustituto de lo náhuat-pipil y de su estudio lingüístico. Así las escuelas leen una traducción castellana popularizada del Popol Vuh, —escrito originalmente en quiché clásico, un idioma del altiplano de Guatemala— sin referir el original. Ni su carácter importado en lengua ni su nicho ecológico ajeno reciben una mención detallada.
Igualmente, se habla de los mayas sin particularizar el grupo que habita el país. La familia de lenguas mayas se compone de una veintena o más de idiomas distintos. Al utilizar ese término genérico se presupone que no escribo en castellano o español, sino en lengua romance para conservar la autoridad histórica de mi legado. Acaso hablar de chortí, poqomam, etc. sería más adecuado, pese a la pérdida de aureola gloriosa que tanto fascina. Del maya o del quiché al poqomam, la distancia es mayor que la del francés al castellano, por lo que maya y romance expresan generalizaciones exageradas.
En ambos casos —lectura en castellano de un libro guatemalteco; generalidad de lo maya— se oculta la singularidad náhuat-pipil. Para demostrárselo —le respondo— permítame que le revierta la pregunta. ¿Podría Ud. citarme unas cinco características gramaticales del náhuat-pipil? Le aseguro —insisto— que se trata de una verdadera consulta, pues gran parte del indigenismo salvadoreño en el siglo XX relega el estudio de la lengua. Se reduce a ofrecer un simple listado inconexo de palabras, de etimologías traducidas o, a veces, a buscar las categorías gramaticales castellanas —género y número, por ejemplo— que ni siquiera funcionan en inglés.
Para explicarle el carácter singular náhuat-pipil —su tipología lingüística característica— es necesario entender que al asimilarlo al castellano el intelecto del idioma indígena se encubre tras la traducción ajena. “Tipología lingüística” significa el genio concreto o el espíritu específico de un idioma —o de un grupo de lenguas— cuyo estilo vuelca lo global o lo universal hacia lo local o lo particular. No interesa una estructura profunda que diluya al individuo en la especie, es decir, al “mango manila” (mangífera) que Ud. come al instante en una anacardiácea, al igual que el marañón (cashew). En cambio, concierne la manera singular en que un hecho cognitivo simple —anacardiácea— se articula en palabras —en ejemplares únicos— según el “estar” respectivo de un “ser-en-el-mundo” particular. La capacidad humana del lenguaje —premisa científica chomskiana (ADN/genoma) y religiosa (“al principio (arkhe) era el logos”— se vuelve lengua en el habla de un “yo-aquí-ahora”.
I. Propósito
A manera de prólogo, a continuación, se expone cómo el castellano y el inglés difieren al expresar las categorías universales de concordancia, conjugación y movimiento. Luego de entender la distancia entre dos lenguas indo-europeas, se aborda el esbozo de un idioma indígena. Se ejemplifican varios rasgos tipológicos del náhuat-pipil, saber: absolutivo, vocativo, posesivos y locativos en el sustantivo, al igual que marcación verbal de las funciones gramaticales (sujeto/nominativo, objeto/acusativo-dativo…), sufijos causativo, aplicativo…, verbos conjugados en serie y frases nominales sin marca de caso. Ligando ambas categorías, se anota la nominalización de oraciones completas, sin paralelo en castellano e inglés.
Por estos rasgos tipológicos, el náhuat-pipil se caracteriza como una lengua a rasgos inéditos para el pensar indo-europeo. En lo absoluto, los tres idiomas se equivalen como lenguas naturales derivadas de una misma capacidad universal, la del lenguaje humano codificado en el Homo Sapiens. En lo tipológico, una lengua apositiva, económica, rígida y vectorial, el inglés, difiere de otra flexional, cohesiva y flexible, el castellano, al igual que de una tercera lengua omni-predicativa, a marcación en el centro rector y apositiva, el náhuat-pipil.
Si esta manera peculiar de organizar la gramática —el arte de las letras en traducción clásica— sigue en el olvido, es porque toda identidad resulta de un libre arbitrio. La memoria histórica selecciona ciertos rasgos relevantes y desacredita otros atributos que juzga secundarios. Así lo nacional —como hecho social— no lo define la lengua de un pueblo, sino lo autorizan autores clásicos canonizados. Lo individual — en su percepción artística— sustituye lo social, ya que la obra de un creador destacado vale por el quehacer milenario del grupo. El culto a la personalidad sustituye la labor anónima popular.
Por ello, en el reino político de este mundo, el carácter oficial, le concede a cada idioma el paso de lo científico y natural hacia lo social y cultural. En ninguna nación del continente americano —pese al avance de la lingüística científica— se oficializaría el uso de una lengua indígena, en paridad por derecho de “lengua natural”. Luego del dólar, resultaría igualmente sensible que El Salvador decretara el inglés como idioma oficial; viceversa, EEUU, el castellano, para referir los mismos hechos naturales y sociales. A la igualdad física y científica le corresponde la desigualdad social y política. Confieso que a menudo ignoro si vivo en el mundo del deber-ser o en el del ser, en el del derecho o en el del hecho.
II. Tipología I
Basta comparar dos oraciones simples en inglés y en castellano para verificar cómo ambas lenguas difieren radicalmente al expresar un hecho objetivo simple: sentar(se)/to sit. Si el inglés obliga la presencia del pronombre personal de sujeto, el castellano puede excluirlo ya que lo marca un sufijo ausente en el primer idioma: I ø sit-ø down; “ø me siento ø” (el cero (ø) marca la ausencia categorial de una lengua: reflexivo y flexión verbal en inglés; pronombre-sujeto y vector en castellano). A falta del reflexivo castellano, el inglés expresa el traslado del sujeto en el espacio: su descenso (down). A la oposición sit down—sit up —“siéntate—siéntate derecho”, que mantiene el reflexivo— el castellano opone el contraste reflexivo-transitivo: “me siento—te siento”. El mismo hecho difiere en su doble expresión, en la cual la presencia del pronombre inglés la compensa la flexión verbal castellana, mientras el reemplazo del vector por el duplo reflexivo-transitivo genera una disparidad tipológica prominente. Es obvio que “it’s the same universal fact”, pero resulta evidente que no se articulan las mismas categorías nocionales: reflexivo vs. descenso. Quizás tales discrepancias organizan el sentido de culturas diversas que se anhelan diluir en lo global.
A esa distinción tajante, se añade el antítesis entre la economía y la cohesión. Si el castellano obliga a mantener una concordancia en género y número en la frase nominal, el inglés prefiere sólo marcar el número en el sustantivo: “las camisas blancas vs the white shirts” (se excluye marcar ø por simplicidad, i. e., the-ø-ø white-ø-ø, sin género ni número). La concordancia la reemplaza la economía. Por concordancia se entiende el enlace —en el sentido químico del término— que cohesiona las unidades de un compuesto entre sí; por economía, su aposición sin vínculo.
Un sencillo anuncio de comida —Texas Gulf Coast Oyster (Pappadeaux)— apone en su autonomía cuatro sustantivos que el castellano subordina, o bien cohesiona por concordancia: “Ostras de la costa del golfo de Tejas; Ostras golferas costeras tejanas; Ostras del golfo costero tejano” (i.e.: technical communication textbook instruction history, “historia instrucción texto-libro comunicación técnica; historia de los textos escolares de comunicación técnica”). Jamás el castellano diría literalmente “Ostras Costa Golfo Tejas”, salvo para una máquina que dice “myself/me sit”, viceversa, “siento p’abajo”. Tal es la práctica del hablante, quien traduce literalmente al afirmar “ya traes el libro pa’tras/you’re bringing the book back”, por regla implacable de calco casi directo.
Igualmente sucede con la cohesión por concordancia entre la frase nominal y el verbo que el inglés —de nuevo por economía— apone sin establecer afinidad entre sus miembros: you/we/they are/can; “tú/nosotros/ellos eres/pod”. De esa falta de adhesión entre los componentes —ausencia de flexión y orden rígido—, por razones obvias, deriva una lengua inflexible: I love you; you love me; “yo am tú; tú am me”. En cambio, el castellano permite inversiones cuyo apoyo lo sostienen la cohesión y la correferencia: [el3 pacto3]1 lo1 firman2 [Castro y Obama]2; “[the pact]1 they2 sign it1 [Castro and Obama]2 ([The pact]1 is1 signed by Castro and Obama)”.
Al enfatizar lo particular sobre lo universal, la cuestión tipológica acentúa la manera en que la economía, aposición, rigidez y vector (go in/out/up/down) del inglés se contrapone a la cohesión por concordancia, flexión, reflexividad-transitividad del castellano. Si la mundialización concibe que la estructura superficial deriva de la profunda, la tipología insiste, en cambio, en que el mismo hecho objetivo lo perciben categorías nocionales diversas. Parcialmente, sólo el ingenio de los hablantes —te llamo pa’tras; voy pa’rriba…— resuelve ciertas disparidades entre dos lenguas en contacto y en conflicto político. Resta demostrar la manera en que lo universal se manifiesta en el náhuat-pipil, fuera del área indo-europea.
III. Tipología II
La primera característica se llama omni-predicación, la cual identifica un sustantivo y un verbo en su función predicativa: ni-siwat, “soy mujer”; ni-miki, “muero”: X-Y = Sujeto/Argumento-Predicado (yo-mujer; yo-mor). El verbo (Y) y el sustantivo (Y) reciben un sufijo o índice pronominal de sujeto (X) —inexistente en castellano e inglés— que los antecede. Lo que a menudo se califica de “cópula ø/falta de cópula” lo equilibra el carácter predicativo de todo sustantivo simple: ø-siwat, “es mujer”. Siempre se marca la función predicativa (Y) directa del sustantivo, como lo demuestra la pérdida de su terminación absolutiva —-t, entre otras— al referirse de manera directa al oyente: xule, “viejo”. De la predicación se transcurre a la referencia inmediata de un individuo, la cual la marca el sustantivo por la falta de un sufijo absolutivo
A esa primera oposición –absolutivo/predicativo vs. vocativo/apelativo— le prosigue una ausencia semejante del absolutivo al recibir un índice posesivo: nakat, “(es) carne” se opone a ni-nakaw, “(es) mi carne”, de manera similar que ambas categorías anteriores. Esta posesión establecida contrasta también con la posesión inherente que, en el caso de las partes del cuerpo, parentesco, y otros nominales (i.e., nombres relacionales, nu-pal, “es mío/mi beneficio”), siempre aparecen poseídos: ni-nakayu, “(es) la carne de mi cuerpo; my flesh”; ni-umiiyu, “(es) el hueso de mi cuerpo”. Ciertas restricciones culturales, aún por determinar, regulan los usos de los posesivos.
Las tres o cuatro terminaciones establecen categorías nominales inexistentes en castellano. A este primer tercio —absolutivo, vocativo, posesivos— le prosiguen varias terminaciones locativas que se encuentran en múltiples topónimos salvadoreños: isal-ku; aa-pan, kuuj-tan, etc. Nocionalmente, el náhuat-pipil distingue el locativo de la entidad. Se trata de una categoría universal —lugar vs. ente— cuya expresión nocional resulta secundaria en castellano e inglés. Además, la entidad denota el primer tercio antes estipulado: absolutivo, vocativo (en entes animados), y posesivos.
En vez de buscar las declinaciones castellanas, un estudio riguroso del náhuat-pipil obligaría a investigar dimensiones gramaticales inéditas: omni-predicación, absolutivo, apelativo, posesión y locativos. A este cuarteto se agregarían los plurales que, por obviedad, se deja sin comentario salvo que —como la esfera de la posesión— convida a examinarlos en su justo título de pluralidad de formas y contenidos. No sólo una antítesis entre humano (-ket, -met), animado e inanimado motiva una distinción: (lah)lamat-ket, “ancianas”; uhukich-met, “varones”; chih-chiil, “chiles”; naawi ikxi, “dos pierna(s)”. Adsimismo, la posesión ofrece un plural particular —nu-pila-wan, “mis hijos”; nuh-nu-chiil, “mis chiles”— al igual que el plural propone un sentido derivativo: takamet, tajtakat, tajtakamet, “¿hombres, hombres, hombres?” de un mismo o distinto linaje. Estos particulares tipológicos definen el genio lingüístico náhuat-pipil —su arte de las letras— sin parangón en castellano e inglés, idiomas que utilizan otras técnicas al referir lo real.
***
Para los verbos, se anota la inexistencia de infinitivos y de gerundios. Si por el principio de omni-predicación todo sustantivo y verbo reciben índice pronominales—ni/ti/ø-miki, “muero/mueres/muere (yo-tú-él/ella-mor)”— por un nuevo rasgo tipológico —la serialización verbal— se enuncia el gerundio: ni-miki ni-nemi, “muero estoy; estoy muriendo”. Esta serie de verbos conjugados no sólo ocurre en el valor aspectual antes referido, sino también en la subordinación —ni-k-neki ni-miki/ki-neki miki, “lo quiero, muero/lo quiere muere; quiero morir/quiere morir”— al igual que en el relato de hechos consecutivos: naja nikan ni-wits ni-mets-nawa-tia, “es-yo es-aquí yo-venir yo-te-informar-causativo; soy quien aquí vengo a informarte”.
A este doble rasgo —omni-predicación y serialización— se añade otro par que se deduce del último ejemplo narrativo: índices pronominales en la raíz verbal y sufijo causativo (-tia). Ambos nuevos procedimientos sugieren que el náhuat-pipil se clasifica como lengua a marcación en el centro rector, en ese caso, en el verbo. El pronombre independiente —naja— carece de una función gramatical determinada, la cual sólo la explicita el núcleo verbal. Su carácter nominativo se lo adjudica la correferencia con los índices verbales ni- que anteceden a los dos verbos conjugados en serie. Por ello, en nu-siwau ø-nech-ix-ti-li-k tekuyu kuj-tan, “(es) mi-mujer él-me-sacar-causativo-aplicativo-pretérito (es) dueño/señor (es) árbol-locativo; a mi mujer me la quitó el Señor del Bosque”, la primera frase nominal sólo especifica su función dativa por la correferencia entre el posesivo, nu-, y el índice de objeto, nech-, que a su vez recibe tal marca gramatical específica de la presencia de un sufijo –li(a), “aplicativo”. El núcleo verbal en sí —ix-ti-lia— deriva de (k)ix-tia, “sacar”, de (k)isa, “salir”, de igual manera que mik-ti-lia, “matarle”, deriva de mik-tia, “matar”, y de miki, “morir”. Tales escalas derivativas no existen en castellano.
Junto a los índices pronominales —prefijos de sujeto y objeto— este complejo proceso de derivaciones señala una filiación tipológica inédita en indo-europeo. Una raíz intransitiva la vuelve transitiva un sufijo causativo y bitransitiva, otro aplicativo, aun si el verbo sólo lleva dos prefijos: sujeto y objeto, sea directo o indirecto. El pronombre o la frase nominal aledaños al núcleo verbal no explicitan el caso —según la tradición latina— tampoco la manifiesta la rigidez posicional del inglés. En cambio, la esfera de la posesión y la correferencia con los índices pronominales —apoyadas por las múltiples derivaciones— establecen las marcas gramaticales de esos aledaños al núcleo. En justo juicio, se hallan en relación apositiva.
Por tales postulados, la traducción estándar de una oración ampliada a menudo traiciona el original al trasladar las categorías gramaticales náhuat-pipiles hacia una esfera ajena. No sólo los verbos como iisa-ixtia-ixtilia —“salir-sacar-quitar”— se despojan de su sentido filial estricto, sino la oración siguiente pierde su significación original. Literalmente, ø-ki-tsutsun ne-tekwa-ni ne ten-kal, “golpea el jaguar la puerta” se glosaría “él-lo/a-golpea, el que es jaguar, la que es puerta” o, mejor aún “él-lo/a-golpea, el que gente-come, la que es abertura-casa”.
De nuevo, interactúan complejos procesos derivacionales para formar un sustantivo simple como “jaguar”, te-kwa-ni, el que deriva directamente de una oración nuclear completa nominalizada por el sufijo agentivo -ni: ø-te-kwa, “come gente”. Tal derivación —reiterada en ta-kwa-tsin, “el algo-come-pequeño; la zarigüeya o tacuazín”— denota otra característica tipológica singular del náhuat-pipil, llamada “principio descriptivo”. Imposible en castellano e inglés —lenguas que jamás nominalizan oraciones completas por un sufijo— se halla a la obra lo peculiar de una lengua de la familia yuto-nahua, sin filiación tipológica con los idiomas que la describen en glosas inexactas.
Tan amplio resulta este proceso de nominalizar oraciones completas que el nombre de un ave salvadoreña —aa-tsakwa-ni, “azacuán; el agente que cierra/cubre el agua”— también deriva de una oración nuclear, en la cual el prefijo de objeto obligatorio en los verbos transitivos lo expresa la raíz aa-t, “agua”, un objeto incorporado (i.e., the must have, “lo que se debe tener”). Por una lógica implacable de los opuestos complementarios, si el sustantivo predica cualidades (Y) de una entidad (X), el verbo nombra por la simple anteposición de un artículo ne: ne tajku ne mikini ne ø-ki-kwika-t, “la que es mitad, el que es muerto/morir-agentivo, el que lo traen; es la mitad del muerto la que traen”
En síntesis, por estos rasgos gramaticales, la tipología lingüística náhuat-pipil difiere del castellano y del inglés que suelen servirle de referencia en el análisis. Entre las cualidades propias del náhuat-pipil se enumeran las categorías siguientes: omni-predicación; absolutivo, vocativo, posesivos y locativos para el sustantivo; marcación de funciones gramaticales en el centro rector; índices pronominales en el verbo; sufijos causativo, aplicativo, etc.; pronombres independientes y frases nominales aledañas sin marca funcional; principio descriptivo por la nominalización de oraciones completas, etc.
Esta manera peculiar de narrar lo real —un sentido distintivo de visualizar el mundo— la ocultan los estudios culturales en boga. No importa la manera en que habla un pueblo, ya que las figuras prominentes del campo intelectual poseen la vocación metafórica de sustituirlo. Al imaginar un pueblo mudo y sin lengua, no asombra que un óleo o un poema eliminen el estudio lingüístico. La implacable verdad en pintura —una imagen vale una lengua y su cultura— diseña el árbol que esconde el tupido bosque de orquídeas y enredaderas del náhuat-pipil.
IV. Coda
La cuestión medular no interrogaría si la lengua náhuat-pipil posee un genio particular que lo expresan técnicas (ars) inéditas en castellano e inglés. El dilema central consiste en elucidar la razón por la cual la insistencia en la memoria histórica y en la identidad excluye su estudio. Los múltiples cultos a la personalidad —el estudio apologético de figuras cumbres– opaca la labor anónima de un pueblo.
En un freudianismo (neo/pos)marxista sin precedente, el Nombre-del-Padre difunto deletrea en su legado la historia completa de las lenguas indígenas salvadoreñas. Por tal razón, cualquier figura cimera –artística o literaria— cuenta con innumerables trabajos críticos, homenajes habituales y exhibiciones museográficas. Empero el náhuat-pipil carece de amplios estudios mitológicos, literarios, lingüísticos, de exposiciones en museos, festivales de danza, arte, etc. La población no se sensibiliza sobre los aportes culturales propios de la diversidad indígena salvadoreña. Mientras el individuo defina lo social, la creatividad colectiva y popular seguirán considerándose un rasgo secundario para la identidad nacional y para una memoria histórica anhelante de olvido. La izquierda —marxista devota o no— fundaría un nuevo culto a la personalidad, en reemplazo de las expresiones colectivas y del genio de una lengua.
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