Licenciada Norma Guevara de Ramirios
Muchos lo han dicho, pero siento la necesidad de decirlo: el pueblo habló el 15 de septiembre y expresó con claridad su rechazo al gobierno de Bukele.
Su rechazo al Gobierno de Nayib Bukele, a sus políticas, a su mayoría legislativa y a todos los que presionados o voluntariamente se han sometido a sus caprichos.
Mirando los mensajes de medios se encuentra que antes del 1 de septiembre anunciaron las organizaciones que pedirían a la Asamblea derogar la ley del Bitcoin, y lo hicieron, su demanda fue otra vez al archivo.
El 7 de septiembre, otros, en una proporción mayor, desfilaron para rechazarlo, les pusieron cercas de alambre para que no accedieran a la “casa del pueblo” y cuando desde la esquina de la dignidad les hicieron ver que los diputados bukelistas no quieren escuchar al pueblo, salieron a hacer una payasada, cuando ya la marcha había finalizado: dijo un diputado oficialista, “aquí no hay pueblo”; hablaba para sus fanáticos que solo ven lo que les ordenen ver.
La convocatoria a marchar el 15 de septiembre, día del bicentenario de la independencia Patria, por distintas organizaciones sociales, de abogados y jueces, médicos, estudiantes, mujeres, cooperativistas, sindicalistas, agricultores, religiosos, se fueron sumando, la mayoría al parque Cuscatlán, y otros a la entrada de la Universidad de El Salvador (UES), al centro judicial Isidro Menéndez, al Gimnasio, y todas estableciendo como meta el Parque Morazán.
Cada una con sus motivos particulares, es decir, las afectaciones a su sector y todas confluyendo en lo común, el hartazgo con el autoritarismo, la concentración de poder, la anulación de instituciones, la persecución política, la carestía de la vida, la reelección presidencial, la reforma a la constitución, el abandono a la agricultura, la violencia contra las mujeres, la mentira y el engaño de un presidente que se pintó como un moderno progresista y sacó en los hechos lo más viejo, la conducta de un dictador.
No escucharon que la gente no quiere Bitcoin, que algunos no saben que es, que asusta saber que se pueden perder los pocos centavos que ganen en el subibaja de una seudo moneda, los más moderados le pidieron que reformara y fuera voluntaria y no escucharon.
Celebran con cohetes una ley de voto en el exterior de 12 artículos, que no dice cómo votaría la población en el exterior y que permitiría identificarse con una partida de nacimiento, aunque la persona portadora sea otra, en fin…
Las leyes para protegerse por delitos de corrupción, el cierre del acceso a la información, el secuestro del FODES, dirían en mi pueblo, los motivos sobran para expresar descontento.
¿Lo ven y fingen ceguera? Porque en la cadena y en las cuentas de sus fanáticos niegan que existió en la dimensión que existió, exaltan la obra de los infiltrados que los mismos ciudadanos identificaron hasta las placas de los carros que promovieron actos impropios.
Y el colmo, el millón de dólares aprobados para celebrar el bicentenario se ignora que pasó, no puede ser que se gastó en gasolina de los aviones que sobrevolaron la capital, o la celebración dentro de la sede de CAPRES.
El desprecio al pasado pasó por ignorar que antes, con presupuesto ordinario de las instituciones se realizaban actos en todos los municipios, y se rendía homenaje a los próceres de la independencia; ni eso hicieron teniendo presupuesto extraordinario, algo que simbólicamente ha servido para que los maestros en los centros educativos informen de un hecho e intenten despertar respeto por la historia de su país.
Sin ese millón, con leyendas creativas de cada grupo social, las cartulinas, las mantas, las consignas en las marchas, los volantes, expresaron que en el día del bicentenario de la independencia de Centro América, el pueblo salvadoreño, marcó el primer paso de un nuevo momento, un despertar.
Un darse cuenta que nos lleva el gobierno por un rumbo contrario a las necesidades, intereses y valores de la mayoría del pueblo. Un día de resistencia, en el que el amor ciego de muchos al gobierno de Bukele se transformó en desengaño y en disposición de lucha, que se expresa en pérdida de miedo y hasta pérdida de respeto a la figura presidencial.
Es la realidad, y no tienen culpa los embajadores con quienes expulsó su cólera por el orgullo herido de dejar de ser el presidente más cool del mundo mundial.
Aún es tiempo, dicen algunos, que vea la realidad y respete la voluntad popular, otros somos más escépticos, y si sabemos que lo cierto es que la lucha continúa. Que hay daños ya casi irreversibles o que costará mucho restaurar un país por tanto destrozo que se le ha ocasionado en estos dos años y tres meses de la administración Bukele.