EL PUNTO FALSO DE LA VERDAD
Por Wilfredo Arriola
Muchas verdades tienen fecha de caducidad. Leerlo de remate resulta agobiador, y también dispone a reparar la consigna, aun cuando consideramos que hay verdades que serán eternas o que el solo hecho de decirlas nos atarán para siempre bajo esa premisa. Las verdades se acaban, las prologadas son las que se cultivan con la cercanía, la lealtad de la acción y el manteamiento de lo pactado, y eso, no siempre resulta algo fácil de entender y sobre todo de hacer.
Pasar del lado sincero al lado falso, en ese camino consiste el meollo del tema ¿Cuándo nos convertimos en falsos o si eso nos ubica en el plano de la hipocresía? Unos actúan bajo juramento, otros mirando a los ojos sosteniendo una verdad, otros lo dejan plasmado en documentos, y hay muchas formas de continuar esa sensación de transparencia, aunque las que conllevan un documento suelen ser para siempre, o el clásico juramento. “hasta que la muerte los separe” aunque la “verdad” que los impulsó a tomar esa decisión de por vida mengue con el tiempo, no significa que en ese momento no lo fue. La verdad se transforma, aunque muchos literatos siempre apelan que a esta no se llega, simplemente se le acerca porque será tan relativo que no podemos encontrarla en su plenitud, de tal manera, se altera en sociedad, en consideración, en respeto, en camaradería en darle su lugar a lo que algún tiempo fue y hoy nada más enmarca a la nostalgia. Amistades, amores, y ese largo seguimiento de circunstancias que se acaban, unas vuelven otras se van para siempre.
El punto falso de la verdad quedará a criterio propio, la desintegración no siempre se toma como impostura, sino un proceso evolutivo que se acaba con el tiempo. Para placer de muchos y para alivio o desgracia de otros, nos pasa a todos, así como lo podemos malvivir también lo podemos penar a favor o en contra, quedará algo distinto, los resabios de lo que fue, ahora habrá que revalorar si esos retazos sirven para siempre estar, volver y mirar con los ojos de siempre aquello que aprendió a envilecer. Épocas, amistades, modas, lugares, comidas, el indestructible paso del tiempo que viene y se instala adonde duele.
Transformamos la verdad, le otorgamos otra intensidad y quien la recibe sabrá leerla e interpretarla como mejor nos conocen. El fuego puede también acompañar y no siempre quemar y éste, también llega al punto de quiebre. El amor y la pasión en su mezcla serán entonces aquellos que no se derrumban con el tiempo, y se trasmutan, leve o fuerte, o simplemente en descanso porque se llegará el día para asignarle ese espacio vacío a lo que no está, darle respuesta a esto, suele ser temido y también develador. En volver, ahí radica la irreductible verdad.