Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
El pasado domingo 19 de enero, frente al emblemático edificio de la Binaes, de nuevo la población salvadoreña se ha concentrado para denunciar la política del régimen dirigida a reactivar la minería, por los efectos que ésta tendrá para la salud, como por los puntuales, y descarados, beneficios que solo el caudillo, su círculo inmediato y las transnacionales obtendrán de este arreglo hecho a espaldas del soberano.
El lugar de encuentro y debido a la utilización política que de este edificio hace el régimen, tienen el propósito añadido de subrayar cómo el supuesto progreso que abraza el régimen es solo para algunos muy contados elementos, pero la población está, y nadie lo dude, fuera de ese acuerdo.
Esto a propósito de lo afirmado por la diputada oficialista Alexia Rivas, quien afirmara para atajar las numerosas críticas de la población contra la minería, “…no se ponen a pensar – el soberano – que tendrán suficiente oro para ir donde el médico que quieran cuando se enfermen…”, admitiendo primero que se enfermaran, como poniendo de paso su manifiesta inconsciencia, agravada por su malicioso negacionismo de lo incontestable, o su descarnada mitomanía, reflejo de la practicada por el caudillo, y que es suscrita a que nadie más que los referidos arriba serán los beneficiarios del expolio del oro, y por otro lado, no hay riqueza que pueda atender a los afectos renales de grado crónico, a los que desarrollen alguna IRAS, a los que desarrollen coniosis, silicosis, neumoconiosis, o cualquiera de las demás afecciones derivadas de la extracción de oro, o de la exposición secundaria a los metales pesados usados para ello.
Así, la población se concentra cada vez en mayores números para hacer manifiesto su rechazo a la minería, denunciando además como esta es presentada interesada y maliciosamente, como la vía rápida para el enriquecimiento de todo el pueblo salvadoreño, luego del fracaso del proyecto del bitcoin, y cuando los pasados 6 años, fuera el régimen más apenas el 0,00002% de la población, los únicos beneficiarios de la completa política económica emprendida por éste, y enmascarada en un supuesto desarrollo, que por otro lado expulsa a las mayorías, para las que no hay ninguna opción de parte del régimen, y como parte de una política aporofóbica de parte del mismo.
Estas concentraciones son por otro lado ignoradas por la mediática oficialista y afín, para en cambio presentar el proyecto como uno que es acogido por buena parte de la población, y que en realidad es por una minoría desinformada y simple, que cree en su sencillez por otro lado, en el discurso falaz y perverso del régimen.
Entonces, a pesar de los esfuerzos emprendidos por el régimen para convencer a la población, sencillamente choca contra la cada vez mayor conciencia de ésta, de que no solo no tendrá beneficios materiales, perderá también su propiedad el valor en razón de la contaminación resultante, como el país en general será inviable como consecuencia incontestable.
Y todos perdemos.