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El reloj más antiguo de América

Perla Rivera Núñez

Poeta hondureña

 

Recibí la noche del viernes una llamada para un conversatorio de poesía. El encuentro es en Comayagua, ask antigua capital de Honduras. La ciudad está ubicada en el centro del país, famosa por su centro histórico y por ser la cuna de los poetas hondureños Antonio José Rivas y Edilberto Cardona Bulnes.

El autobús se detiene.  Un taxi  me lleva al lugar donde me esperan para hablar de poesía. El marco es inmejorable, café,  libros y una agradable compañía.

Rodean al parque central lindos cafés estilo europeo.  Desde el balcón de uno de ellos observo el reloj más antiguo de América,  en la torre de la catedral, monumento religioso diseñado en estilo Barroco durante la colonia española.

El reloj es de origen árabe, en 1942 durante la toma de Granada le tocó como botín de guerra a un Duque quien  lo obsequió a Fray Gerónimo de Corella para que lo colocara en la iglesia La Merced.   Fue construido por los moros durante su ocupación en España alrededor del año 1,100. El Rey Felipe III mandó a quitar el reloj de La Alambra y  lo donó a Comayagua.  Comenzó a funcionar en 1636. El reloj suena sus alarmas cada 15 minutos. En el se puede observar el curioso detalle del viejo número romano IIII, en vez del IV.

El conversatorio acaba y no puedo partir de la ciudad sin entrar a la torre de la iglesia para ver de cerca el reloj. Llegamos a la Casa de la Cultura para que nos asignen un guía.  Después de pagar el precio simbólico L. 15.OO, quince lempiras (0.60 ctvs de dólar aproximadamente) subimos por aquella estrecha escalera de piedra hacia la torre.

El guía nos explica que el año 2006 se restauraron algunas piezas, funciona con engranajes de gravedad con pesas, fabricado en el siglo XII tiene alrededor de 914 años.  El señor Blas Reyes se ha encargado de dar el  mantenimiento al reloj durante más de 40 años. Marca los cuartos de hora, y la hora con sonidos de campanas diferentes.

Veo desde la torre la ciudad,  agradezco disfrutar  de aquel espléndido panorama. En contraste con aquella antigua joya,  mi pequeño reloj de puño me avisa que debo partir. Justo cuando bajo las escaleras el reloj comienza a dar sus campanadas.  Anuncia que la tarde se asoma en el hermoso valle comayagüense.

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