Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y coordinador suplemento Tres mil
Al escuchar sobre los títeres de Roberto Franco y Donald Paz en mi niñez provocaron la fuerte inquietud de verlos en acción. Imaginaba ver a Chalio junto a la Rana Aurora y esos ingeniosos diálogos que me cuenta Donald, algo que no puede darse en esencia como en aquellos días de 1979. Quería verlos moverse en el escenario y entrar en ese mundo mágico de las marionetas, que he visto como la posibilidad de continuar en ese universo de juegos que entretenía mis tardes cuando era niño, las que a veces extraño. Y cuando observo el libro que Franco le obsequió a mi padre, Mauricio Vallejo, aún me queda el deseo de volver a construir y actuar con marionetas.
Me preparé el fin de semana antepasado para asistir junto a mi hijo y Karen a ver la obra El retablo del maestro Pedro que montó en La Galera Teatro, Donald, uno de los grandes amigos de mi papá y a quien he visto como una continuación de mi progenitor, así como otros de sus amigos que lo reviven en sus conversaciones. Nos emocionaba poder disfrutar de su trabajo, teníamos muchas expectativas. A Donald lo he admirado y no podía perderme su espectáculo. Así que llegamos temprano y él tuvo el gesto de pedirme que leyera unos versos de mi papá antes de comenzar la obra. De pronto el silencio inundó la sala y el narrador (Donald) se presenta para iniciar la obra, se coloca con suavidad la máscara y surge el Maestro Pedro, el titiritero que nos relatará la historia basada en una escena escrita por el inmortal Miguel de Cervantes Saavedra dentro de El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, cuya figura se impone en una marioneta sostenida a un lado del escenario aguardando el instante en que el maestro Pedro lo presenta como un invitado a la obra para después intervenir en tres ocasiones.
Luego llega la entrada de Don Gaiferos, protagonista y rescatador para darle paso a un trapeador amarillo que simboliza al emperador Carlo magno que le impone la misión a Don Gaiferos de rescatar a su hija, la princesa Melisendra (su prometida) que ha sido secuestrada por el rey Marsilio. De inmediato surge la princesa raptada en un castillo donde es víctima del abuso de Kalin el violador, quien por su horrenda acción es castigado con fuertes latigazos que profiere la autoridad del rey Marsilio, otro artículo de limpieza. No sin antes tener la interrupción del narrador y la petición de Don Quijote a que continúe la obra. Mensaje fuerte en esta obra de títeres para recordarnos que la justicia debe prevalecer. Después del castigo, se observa a un jinete llegar para enfrentar a todos los guardias, se trata de Don Gaiferos quien llega a rescatar a Melisendra, su prometida.
Parecía resuelta la escena, pero entonces el rey Marsilio ordena la persecución de la pareja, algo que ya no soporta don Quijote de la Mancha y surge como caballero andante para ayudar a los enamorados y a la vez destrozar el escenario con su espada y a los títeres y al titiritero. Tras el pandemónium y darse cuenta de la destrucción pasa a indemnizar al maestro Pedro por todos los destrozos.
Y la obra finaliza con el maestro Pedro despidiéndose y Donald vuelve a surgir para dejar esa sensación bella que la marioneta despierta para después volver a dormir en la espera de su otro despertar.