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EL RUIDO Y LA CRISIS ALIMENTARIA DE NUESTRO PAÍS

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Organizaciones especializadas anuncian que hay y habrá crisis alimentaria. Entre los países más afectados se menciona a tres países africanos: Mauritania, Lesoto, Ruanda y, después de ellos, el nuestro, El Salvador.

Pero, ¿quién entre las autoridades pone atención a esta realidad?

Se afirma, en esos informes, que un país esta en crisis alimentaria cuando uno de cada cinco hogares enfrenta brechas significativas  en el consumo de alimentos; o, también, si uno de cada cinco  hogares es marginalmente capaz de satisfacer sus necesidades alimentarias mínimas.

Así ven esas organizaciones la realidad económica social difícil que viven las mayorías y que en las políticas publicas de los gobernantes de turno pasan desapercibidas.

Las luces de bengala, para decir la propaganda oficial, el ruido de las coyunturas creadas para distraer la atención de la gente de los problemas graves, hace que esta realidad sea soslayada, sin importar el efecto que esto acarrea a la salud de las mayorías populares, pues la desnutrición y las enfermedades son consecuencia directa de la mala o insuficiente alimentación.

Pero suena más, y rinde más a los objetivos políticos de los gobernantes, cacaraquear que tenemos la cárcel más grande del mundo, el hospital de perros más completo de la región, que seremos la sede del concurso Miss Universo y así por el estilo; la fantasía, la fanfarronería ocupan los espacios de la comunicación y las cifras de los gastos públicos.

Para exportar incluso sirve presentar, como hechos, las maquetas de proyectos imaginados y sin realizar, como el aeropuerto del Oriente o el Viaducto de Los Chorros.

Antes se podían comprar seis y hasta ocho plátanos por un dólar, ahora son siete por dos dólares; antes se podía comprar huevos a menos de cuatro dólares un cartón de 30 unidades, ahora eso cuesta más de cinco dólares; las papas a dólar la libra; los frijoles por las nubes; el maíz o el queso cuestan el doble de lo que se pagaba hace un año y, en esas condiciones, con los ingresos bajos, los salarios estancados, el desempleo galopante, cómo no se expresará en crisis alimentaria.

Los precios altos, los insumos agrícolas inaccesibles para el pequeño productor y las políticas económicas que favorecen las importaciones de alimentos, como verduras, lácteos, carnes, representan una doble afectación que disminuye la capacidad de proveer alimentos al país.

Se sacrifica la capacidad exigua de producir alimentos, y se engordan los bolsillos de los nuevos y viejos importadores de alimentos; el efecto es precio alto, sin que el Estado haga algo por intervenir para favorecer a las mayorías consumidoras.

Esto escapa al debate político de las y los diputados, ellos están discutiendo cómo quitar municipios o diputaciones, cómo quitar pobres que con sus ventas en la calle “afean” la ciudad reconvertida para el turismo.

Además, se debe hacer ruido sobre la seguridad y el trato cruel a las personas detenidas, para que escarmienten quienes quieran hacer una protesta por promesas incumplidas.

La crisis alimentaria que se anuncia para mediados de año está ya presente en miles de hogares, afecta a centenares de miles de personas de diferentes edades, pero esa crisis jamás se hará presente en los grupos elites que gobiernan, que hacen negocio con las decisiones de gobierno, para ellos siempre habrá qué comer y dinero para comprar indistintamente de si los precios aumentados hasta 30%.

Es chocante que sean otros los que se preocupen por el destino y la vida de los más pobres de nuestro país, mientras las autoridades obligadas a proteger al pueblo se ocupan de cómo reproducir su poder político para perpetuar sus ganancias.

Las organizaciones de productores han anticipado sus demandas al estado, desde que fuimos afectados por las sequías y las tormentas, hicieron inventario de daños y propuestas para recibir apoyo.

Otras organizaciones y las diputadas del FMLN han presentado propuestas para quitar el IVA a los alimentos de la canasta básica, como lo han hecho las autoridades costarricenses. Quizá si las organizaciones unen su voz y exigencias, alguna medida podría asumir el gobierno, que no sea volver a repartir espaguetis y atún, ahora para pedir votos.

La crisis alimentaria amerita ser tomada en serio.

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