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El Salvador: 2009-2014, cinco años de cambios

Jorge Vargas Méndez*
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Para una significativa parte de la población salvadoreña, malady el último quinquenio tiene una marca indiscutible: los cambios. Sólo el simple hecho de que gobernara alguien que no representó intereses económicos de élite es una prueba de ello, lo que al mismo tiempo constituye una cesura que dividió la historia en dos grandes momentos: el primero, ubicado entre 1821-2009; y el segundo, desde 2009 en adelante. Y esto es así porque nunca hubo presidente que procurara el beneficio de las mayorías o, al menos, de los segmentos sociales rurales y urbanos más vulnerables. El hecho de que en tanto tiempo no hubiera gestión gubernamental que procurara garantizar a esa misma población el acceso a la educación, salud y vivienda digna, lo dicen todo. Es debido a esa inacción histórica del Estado que estamos como estamos en materia de Desarrollo Humano, con secuelas de nocivo impacto principalmente entre la misma población y, por consiguiente, en su capacidad productiva. Porque es ella la que al final de cuentas sufre los embates de la inseguridad pública y del bajo crecimiento económico, entre otros problemas más.  Los paquetes escolares, la gratuidad de la consulta médica en el sistema público, la rebaja en el costo de medicamentos, la eliminación de cárcavas que amenazaban a varias comunidades, el mejoramiento de la red vial, etc., son sólo ejemplos de las medidas impulsadas por el Estado a través de la gestión gubernamental saliente, que hacen diferente el quinquenio que finaliza y evidencian el cambio antes mencionado. Pero eso no es todo. Muchas de esas medidas pasaron a institucionalizarse con la reciente aprobación de la Ley de Desarrollo y Protección Social, lo cual significa que en lo sucesivo esos beneficios ya no dependerán de vaivenes políticos o de voluntades personales o de grupo sino que, y siempre y cuando la población organizada los exija, serán de estricto cumplimiento por parte del Estado.

El nuevo sistema de transporte público con unidades articuladas, sin duda dará al Gran San Salvador una nueva perspectiva de cambio, aunque eso todavía no es admitido por algunos grupos detractores de derecha. Asimismo, la reciente inauguración del Hospital Nacional de la Mujer constituye un paso trascendental en el mejoramiento de los servicios de salud para la población mayoritaria del país, cuyo aporte ad honorem como reproductora de la fuerza de trabajo y restauradora de la misma, así como en su calidad de trabajadora asalariada, ha hecho y hace posible el desarrollo del Estado y la acumulación de riqueza de los sectores productivos o empresariales. También constituye un hito histórico el hecho de que durante la actual gestión presidencial se pusiera en evidencia la corrupción del funcionariado público de gestiones anteriores, que se apropiaron de recursos del Estado (millones de dólares) o violentaron la institucionalidad del mismo para buscar el beneficio propio o de sus camarillas partidarias o empresariales.  Los casos más recientes de Carlos Perla y Paco Flores son apenas la punta del iceberg de una corrupción que venía desde hace décadas, mientras la población más vulnerable, que por mandato constitucional es la destinataria de esos recursos, permaneció totalmente ignorada por el Estado. En otras palabras, hemos tenido una gestión donde tuvo un lugar de alto relieve la Justicia Social, lo que bien puede servir de pauta para el epíteto que designe al presidente saliente.

Y como bien anticipé en este mismo periódico al inicio de la actual gestión, las gremiales empresariales de derecha, sus tanques pensantes y el partido que representa sus intereses fueron el principal obstáculo. En su lucha por desvirtuar los cambios hubo columnistas y “analistas” de diversas temáticas e incluso medios de comunicación, cuyo propósito en realidad era incidir en la decisión de la población votante. Pero no lo lograron ni en segunda vuelta. Todavía en nuestros días lo hacen abiertamente, destacando en ese afán un importante periódico y ciertos noticieros televisivos y radiofónicos. Quieren restarle impacto a los cambios y apostarle a las elecciones de 2015. Hablan de “desmontar la confrontación” pero forman un bloque cerrado que confronta, olvidando a su conveniencia que todo conflicto requiere de por lo menos dos partes en pugna y que la paz no es un punto de llegada sino un camino que indudablemente conduce al desarrollo y al progreso de toda nación.

Está claro que hubo desaciertos. Pero sólo quien no hace nada, no se equivoca. A menudo, quienes andamos en los carriles procelosos de la cultura coincidimos en que esta materia pudo tener mejor tratamiento, pero lo mismo se dijo cuando finalizaron anteriores períodos gubernamentales. La Revolución Cultural sigue en lista de espera. También se hacen similares comentarios de una que otra cartera de Estado. De tal manera que en esas áreas estarán los desafíos del próximo quinquenio, incluyendo, por supuesto, apostarle a la concertación nacional, para que en los sucesivos gobiernos se pueda avanzar hacia la integración nacional.

*Poeta, escritor, integrante del Foro de Intelectuales de El Salvador.

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