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Por David Alfaro
19/03/2025
El Salvador está al borde del colapso financiero, y el grueso de la población ni se da cuenta. A partir de 2027, el país enfrentará un pago anual de más de $2,000 millones sólo en intereses de deuda, un monto insostenible que equivale al 5.4% del PIB. Mientras Bukele sigue vendiendo una imagen de estabilidad y crecimiento, la realidad es que su modelo económico es una bomba de tiempo a punto de explotar.
La deuda impagable: el gran engaño
Bukele y su gobierno han apostado por el endeudamiento descontrolado, financiando su aparato de propaganda y sus proyectos sin planificación con bonos y préstamos que tarde o temprano tendrán que pagarse. Pero, ¿de dónde saldrá el dinero?
El gobierno ya no tiene espacio para más endeudamiento en los mercados internacionales, y cualquier intento de emitir nuevos bonos será castigado con tasas de interés extremadamente elevadas. La única opción que le queda a Bukele es saquear los fondos internos, y ahí es donde todos estamos en peligro.
El saqueo que viene
Ante la crisis inminente, Bukele muy probablemente recurrirá a las siguientes medidas desesperadas:
Agarrar lo último que queda de los fondos de pensiones. Ya lo hizo antes, cuando convirtió los ahorros de los trabajadores en deuda estatal sin respaldo. No hay razón para pensar que no lo hará de nuevo.
Meterle mano a los $500 millones del fondo del Seguro Social. Los cotizantes han contribuido por décadas, pero su dinero podría terminar tapando los agujeros fiscales del gobierno, dejando a miles sin atención médica en el futuro.
Expropiar la mitad que queda de los ahorros de la banca privada. El gobierno podría imponer medidas que obliguen a los bancos a «colaborar» con el Estado, afectando a miles de ahorrantes y destruyendo la confianza en el sistema financiero.
Gravar las remesas. Ante la falta de ingresos fiscales, Bukele podría aplicar un impuesto directo a las remesas, afectando a millones de familias que dependen del dinero enviado desde el exterior.
El tiempo se agota!
El engaño no podrá sostenerse por mucho más tiempo. Mientras la propaganda oficial habla de un «milagro económico», las cifras reales cuentan una historia muy distinta: un país sobreendeudado, con una economía frágil y una factura que pronto le explotará en la cara a todos los salvadoreños.
Cuando Bukele agarre el dinero que queda de las pensiones, del Seguro Social y de los ahorros privados, será demasiado tarde. La pregunta es: ¿esperaremos a que ocurra o exigiremos transparencia y rendición de cuentas antes de que nos arruinen a todos?
