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El Salvador en el Sureste de Mesoamérica

Federico A. Paredes Umaña

Doctor en Arqueología

Director del Proyecto Arqueológico Cabezas de Jaguar

Las contribuciones del territorio salvadoreño a la cultura maya se mencionan a menudo sin la evidencia concreta que las acompañe. En esta entrega veremos cuáles son las evidencias que permiten integrar la arqueología del occidente de El Salvador con los desarrollos culturales de la zona maya del sur, viagra que abarca la vertiente del Pacífico desde Soconusco, here Chiapas hasta la zona de Chalchuapa y sobretodo, veremos porqué nuestra arqueología es clave fundamental para conocer los inicios de la civilización maya.

Después de la era de los exploradores españoles, británicos, franceses y alemanes , la institución Carnegie de Washington (CIW) inició un programa de investigaciones sobre la cultura maya. Hasta entonces, los esfuerzos arqueológicos se habían concentrado sobre todo en el periodo Clásico tardío (500 -900 d.C.) en las tierras bajas de Petén, Belice y la Península yucateca. Sin embargo, en 1935, la CIW dio inicio a un programa de investigación en el altiplano central de Guatemala, con el fin de corregir el desbalance de muchos años en el trabajo investigativo en tierras bajas y conocer mejor el periodo Preclásico medio y tardío  (900 a.C.-250 d.C.). La importancia de la vertiente del Pacífico había sido notada por Leopoldo Batres, pionero de la arqueología mexicana, que exploró Teotihuacán en la década de 1880. Batres investigó Kaminaljuyú en los primeros años del siglo 20.

En 1940, cuando Paul Kirchhoff aportó la definición de Mesoamérica, el británico J.E.S. Thompson, dirigió su atención brevemente a los desarrollos culturales de la costa pacífica. Sus esfuerzos se concentraron en el periodo Clásico en la región de Cotzumalguapa en el departamento de Escuintla. Para entonces, los trabajos en San Andrés y Tazumal apenas iniciaban, terminando un silencio en la investigación arqueológica en El Salvador instalado desde inicios de la década de 1930.

También, en 1940 se publicó el libro “Los mayas y sus vecinos”,  que trató de entender las culturas no mayas de Centroamérica. En ese volumen, Francis Richardson describió lo que llamó escultura monumental no Maya de Centroamérica e incluyó varias ilustraciones de monumentos tallados en piedra de cabezas zoomorfas estilizadas, procedentes del occidente de El Salvador. Pero ¿cómo se define lo maya en el periodo preclásico en la vertiente del Pacífico?  Los investigadores todavía no lo sabían en 1940, y hoy seguimos buscando las respuestas. Basta decir que muchos de los rasgos que forman parte de la definición cultural de lo maya, como los retratos de gobernantes en estelas talladas, asociados a altares colocados en plazas públicas frente a edificios piramidales, han sido localizados en el occidente de El Salvador en fechas tan antiguas, que vale la pena que nos refiramos a ellas como constitutivas del germen maya.

Veamos un ejemplo complementario; la etnografía de Charles Wisdom, también de 1940, sobre los hablantes de Ch’orti ‘ asentados en el sureste de Guatemala, norte de El Salvador y suroccidente de Honduras se volvió relevante en los estudios mayas cuando el Ch’orti ‘ fue identificado como la lengua más parecida a la hablada en las tierras bajas mayas del periodo Clásico, lo que demuestra la participación de los habitantes de la vertiente del Pacífico en la conformación de los rasgos que constituyen la cultura maya.

Chalchuapa y 

los mayas del sur 

En 1953, Alfred V. Kidder, entonces jefe del proyecto de la CIW, visitó Chalchuapa y notó que la cerámica más antigua de los grupos de El Trapiche y Casa Blanca era similar a la de los periodos Preclásico medio y tardío en Kaminaljuyú. En la década de 1960, Robert Sharer y sus colegas excavaron en Chalchuapa, y establecieron la primera secuencia cerámica que proporciona evidencia de una ocupación humana casi continua desde 1200 a.C.  hasta la llegada de los españoles. Las excavaciones de Sharer en El Trapiche recuperaron el Monumento 1, con un texto jeroglífico bastante erosionado pero de importancia singular. Dicho monumento había sido quebrado y abandonado antiguamente cerca de tres monumentos de la tradición Cabeza de Jaguar del periodo Preclásico terminal (250 a.C.-250 d.C.). El estilo del Monumento 1 de El Trapiche y sus glifos legibles (un signo uinal es la identificación más segura) tienen semejanza con la estela 10 de Kaminaljuyú —misma que, en 1965, Suzane Miles sugirió como el monumento con el “texto jeroglífico más antiguo conocido” en Mesoamérica—.

El reconocimiento a la antigüedad de la región, junto a los descubrimientos de la estela 1 de El Baúl, en Escuintla (37 d.C.), y otros monumentos como la estela 2 de Chiapa de Corzo (36 AC), y la estela 2 de Takalik Abaj (39-19 a.C.), nos brindan las bases fundamentales para argumentar sobre la relevancia de la arqueología de la vertiente del Pacífico para entender los orígenes de la civilización maya.

Las Cabezas de 

jaguar y los mayas 

La asociación de la tradición Cabeza de Jaguar con algunos de los retratos más antiguos de gobernantes de la zona maya del sur constituye una razón fundamental por la que estos monumentos, originarios del occidente de El Salvador, poseen un valor único como documento histórico. Las autoridades están por lo tanto, llamadas a valorarlos y a poner en marcha un plan de rescate para su preservación.

Para terminar, quiero referirme a las ilustraciones que acompañan este texto, que provienen del municipio de Ataco, Ahuachapán, y presentan tres monumentos de la tradición Cabeza de Jaguar asociadas al fragmento de un monumento tallado que lleva el retrato de un gobernante. Dichos monumentos están bajo resguardo de la Alcaldía Municipal de Concepción de Ataco, y pueden ser visitados los fines de semana.

Agradezco a quienes se comunican a 

[email protected]

 

Pie de imagen: A) Monumento 1 de Ataco, fragmento de estela tallada con el retrato de un gobernante que va de pie caminando sobre una banda de glifos. B,C y D) Tres monumentos de la tradición Cabeza de Jaguar localizados junto al fragmento de estela. Dibujos de Daniel Salazar cortesía del Proyecto Arqueológico Cabezas de Jaguar.

 

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