Por: Rolando Alvarenga
Recientemente, cialis un diputado arenero propuso la iniciativa de “sancionarse con prisión a todo aquel atleta nacional que resultare culpable de ingerir sustancias prohibidas”. Iniciativa que propició las reacciones preliminares del titular del Instituto Nacional de los Deportes de El Salvador (INDES), cialis sale Jorge Quezada, quien se mostró en desacuerdo; y el otro (“el del turismo”) admitió desconocerla.
El caso es que, a través de los años, el doping o dopaje, cuya máxima autoridad es la Agencia Mundial Antidopaje (WADA por sus siglas en ingles), ha sido y es una materia que al deporte salvadoreño, como un país tercermundista, le ha quedado muy grande. Lo anterior porque realizar este tipo de exámenes no es tan “chiche” como comprar piratería. No, esto es otra cosa.
Para los que llegaron tarde o no están en la jugada, deben saber que esto requiere de un carísimo laboratorio científico de alta tecnología, equipo que debe estar certificado por WADA y que en América solo lo poseen Estados Unidos, Canadá, Brasil y Cuba. Y, obvio, su manejo está a cargo de profesionales de alta capacidad en el ramo y el costo por prueba o examen es bastante elevado. Es decir que, si El Salvador quisiera involucrarse en este nivel, le significaría un alto costo.
Además, de acuerdo a investigaciones de este servidor, El Salvador es signatario de la WADA, pero, durante los últimos años, no ha tenido acreditado al profesional que en este país sabe más sobre el complejo tema del antidoping. Es lógico porque, deportiva y económicamente, el país en esta delicada y vital ciencia anda en la “vil street”. Algo que deja en una situación muy frágil y al borde de la vergüenza local e internacional al atleta salvadoreño.
En consecuencia, bueno sería que los máximos entes deportivos salvadoreños aterrizaran y tomaran cartas en el asunto para que, más allá de las “charlas de prevención y advertencia”, trabajen en un proyecto serio, no para construir un laboratorio (porque con el trato que reciben nuestros atletas esto sería pura paja) pero sí en algo más posible y menos costoso. Ese es el reto, porque esto del antidoping no es como sorprender a chicas quinceañeras, pero algo hay que hacer, aunque sea acreditar a uno o dos delegados ante la WADA. En lo personal, sobre este espinoso caso, yo soy del criterio de que el atleta puede doparse voluntaria o involuntariamente. Hay unos que, en su afán de ganar, se dopan y otros lo hacen por desconocimiento. En todo caso, tienen que ser los federativos y entrenadores experimentados los que deben estar pendientes de que los atletas no se quemen, por accidente o por picardía, porque, en casos de escándalo, el nombre del país es el que resulta embadurnado de “defecaciones”. Y con respecto al periodismo, cuando explotan este tipo de escándalos no le queda otra que informar al margen del nombre del atleta, disciplina y evento. En estos casos, la amistad, el respeto y el cariño por “x” atleta se hace a un lado y la noticia se transmite con frialdad; porque, al cabo: el periodista no empujó al atleta a cometer la picardía. Eso sí, tampoco se trata de que los máximos entes y federaciones dejen abandonado al atleta como ocurrió hace varios años en un sonado caso.