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El Salvador: significado político del bloqueo de EE. UU. a Venezuela. ¿Atentado contra la paz de América Latina y El Caribe?

Nelson de Jesús Quintanilla Gómez,

Sociólogo y Doctor en Ciencias Sociales Mención Gerencia y Profesor Universitario

de la UES en la FMOtal de San Miguel.

El endurecimiento del bloqueo contra Venezuela anunciado por el gobierno de Donald Trump de EE. UU. lejos de promover soluciones, esta medida afecta al pueblo y tiene como objeto continuar un plan golpista de desestabilización que pretende llevar al país a una guerra civil. Ante esta medida los pueblos y organizaciones sociales y políticas de la América Latina y del Caribe deben condenar el hecho, y luchar contra esa medida imperial y genocida contra el pueblo y gobierno Venezuela.

Las medidas de bloqueo no son más que una avanzada intervencionista sobre la República Bolivariana de Venezuela, que supone la autodenominada Conferencia por la Democracia reunida en Lima. Ante la falta de mayorías y mandato en Naciones Unidas y motivada por intereses espurios de carácter geopolítico y económico, dicha conferencia constituye una argucia para sugerir legitimidad, eludiendo la institucionalidad internacional y promoviendo una flagrante violación al principio de soberanía de los Estados.

Los promotores de este cónclave se alegan la potestad de querer decidir el destino de una nación soberana y se autoerigen en fiscales de una supuesta necesidad de democratización para Venezuela. Es necesario puntualizar que en su gran mayoría los países latinoamericanos asistentes no son precisamente un modelo de respeto a la voluntad popular ni a los derechos humanos en sus propios territorios. Mucho menos de civismo, ética, prosperidad o justicia social, con esa incoherencia oculta se está buscando colocar como chivo expiatorio al gobierno de Venezuela, al tiempo de intentar lograr réditos políticos.

Se recomienda a las naciones europeas que intervienen en dicha Conferencia, que lejos de dar consejo alguno a nuestros pueblos o gobiernos, pongan sus esfuerzos en reparar los siglos de despojo colonial y esclavización de millones de seres humanos. Solo así harán creíbles sus discursos sobre democracia y derechos humanos en el continente y el mundo.

En relación a la situación en la República Bolivariana de Venezuela, ninguna sanción ni bloqueo, sino el diálogo entre los autoerigen políticos en el marco del irrestricto respeto a la autodeterminación de los pueblos, es el camino para consolidar la Paz en la región y fomentar el bienestar del pueblo venezolano. En ese sentido, es impostergable apoyar el proceso que se viene realizando en Barbados bajo el auspicio del gobierno noruego, así como también las iniciativas promovidas por el Caricom, México, Uruguay y Bolivia a través del Mecanismo de Montevideo.

La solución pacífica de controversias ha sido una de las estrategias fundamentales de la integración regional de signo soberano, por lo que se hace urgente la necesidad de retomar el sendero virtuoso de la construcción y fortalecimiento de instancias como CELAC, UNASUR, ALBA-TCP, Caricom y Mercosur. Por lo mismo, es imperioso evitar que la OEA, el Grupo de Lima o cualquier otro instrumento semejante actúe como organismo de presión parcializado a favor de los intereses hegemónicos de los EE. UU.

Sin duda el bloqueo en contra del pueblo y gobierno de Venezuela es un atentado contra la Paz de América Latina y el Caribe, razón por la cual los pueblos, gobiernos progresistas y revolucionarios deben manifestarse a través de diferentes maneras en contra de dicha medida, reiterar que el diálogo y negociación del conflicto son la mejor medida para respetar la soberanía y autodeterminación de los pueblos.

Las redes, medios y coordinaciones sociales articuladas en el Foro de Comunicación para la Integración de Nuestra América exhortan firmemente a los gobiernos y medios de difusión de la región a no hacerse eco de proclamas agresivas, amenazas o acciones guerreristas bajo ningún tipo de justificación. Los pueblos de América Latina y el Caribe por sobre cualquier otra consideración, deben ser soberanos de su propio destino y vivir en paz. Ya basta de neocolonialismos en pleno siglo XXI, el imperio debe sacar sus manos de las decisiones soberanas de los pueblos.

Nadie que comprenda lo que es EE. UU. va a comprender que las medidas de bloqueo hacia Venezuela buscan ayudarle al pueblo y gobierno, más bien busca someterlo a una crisis profunda para beneficiar políticamente a la oposición que violando las leyes de ese pais quiere hacerse del poder político del Estado, olvidan que hay conciencia en el pueblo para defender la Revolución Bolivariana de Venezuela.

No hay duda que los recientes anuncios de Trump en torno al endurecimiento del bloqueo contra Venezuela, logran ya treinta rondas de sanciones de varios tipos, ya alcanzan los límites inimaginables; además, reitera la política de “tropezar siempre con la misma piedra”. Y en algunos casos les ha salido el tiro por la culata. Su último decreto reza así: “Todos los bienes e intereses relativos a los bienes del gobierno de Venezuela que se encuentran en EE. UU, que en lo sucesivo se encontrarán en EE. UU, que pertenecen o están controlados por cualquier persona de EE. UU, están bloqueados y no pueden ser transferidos, pagados, exportados, retirados o tratados de cualquier otra manera”.

Los EE. UU, parecen olvidar su estruendoso fracaso con este tipo de medidas como ha sucedido con la República de Cuba, hacen alusión a triunfos puntuales, pero desconocen que perdieron una guerra con el gobierno de la isla de Cuba. Y además, no parecen darse cuenta que con la República Bolivariana de Venezuela les acontecerá lo mismo, no ven los signos cuando ante un nuevo embargo, una nueva arremetida de las fuerzas contrarrevolucionarias, tanto a nivel nacional como internacional.

EE. UU. no ve que la esperanza como herramienta política fue sembrada por Chávez y continuada con Maduro, y sirve para oponer resistencia ante cada ataque imperialista afianzando la solidaridad de otros pueblos, para fortalecer la lucha contra la explotación y el dominio. Venezuela y otros pueblos han despertado y siguen despertando otros, construyendo medidas para que respeten las diferencias.

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