Por: Rolando Alvarenga
Es lamentable observar cómo en los últimos años el deporte salvadoreño ha venido perdiendo sus pocos atletas de alto rendimiento, que tiene o tenía vigentes. Y en contraste, muy pocos atletas han surgido con potencial deportivo internacional para hacer efectivo el relevo generacional.
La última en sumarse a la lista de bajas ha sido la esgrimista Alba Elizabeth Marroquín de Kato, quien durante casi 20 años fue integrante de la selección nacional en la modalidad sable y cosechó una buena cantidad de oro, plata, bronce, trofeos, diplomas y otros galardones nacionales e internacionales.
¿La razón de su retiro? La misma que en su oportunidad empujó a otros atletas al retiro: “No están dadas las condiciones para una preparación acorde a las exigencias de la alta competencia”.
Y es que Alba tiene mucha razón, porque más claro no canta un gallo. Tan claro como pretender que una vaca ganará peso siendo pastada en una cancha de pasto sintético.
Pero lo preocupante del caso es que ni el INDES, ni el COES, y menos las federaciones, hacen algo para tratar de rescatar a estos atletas que costaron mucha plata y que ahora, por motivos ajenos a su voluntad, deciden no seguir viviendo el mismo calvario.
Antes de Alba, los últimos en tirar la toalla por falta de mejoras salariales fueron el karateca Héctor Paz y el exitoso entrenador de esta disciplina, Emilio Barillas.
Y como ocurrió con otros atletas en otros deportes, se fueron y no pasó nada. Pero, ¡sí pasó! El Salvador perdió piezas claves y hoy ya no están. Si bien es cierto que los atletas no son eternos, tampoco hay que perderlos cuando todavía tienen vida útil.
*Los conceptos vertidos en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quien los presenta.