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El Salvador y la “estupidización” de la política

En la definición de la política, entre otras más, encontramos la que la señala como “el conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones en grupo, u otras formas de relaciones de poder entre individuos…”, si esta definición la contextualizamos en una sociedad democrática y republicana concreta como la de El Salvador, diremos que esta está tambaleando, por las decisiones políticas de quienes nos gobiernan.

De hecho, algunos creen que la política en El Salvador está tambaleante desde hace varias décadas, no por la política en sí misma, en tanto que es una ciencia que tiene como objeto el estudio de las relaciones de poder entre la autoridad y los individuos o sociedad.

Es decir, no es la política la que falla, sino los que la ejecutan, los políticos y, por ende, la clase política. En El Salvador, por cierto, algunos sectores, lejos de atacar las malas políticas o la actuación de los malos políticos se dedicaron a deslegitimar la política, y por eso es que, entre otras razones, por supuesto, el pueblo no educado políticamente acudió a la urnas para elegir nuevos gobernantes bajo la creencia que los nuevos habían sido formados en un crisol distinto a la de los políticos de viejo cuño.

El pueblo no se percató que aquellos, que incluso se colocaron el marco de “nuevas ideas” o que iban a ser distintos, a los que quedaban atrás, seguirían en la misma línea. Y es que la nueva clase política, que gobierna a El Salvador, por un lado, no actúan con nuevas ideas, seguramente ni tienen ideas de lo que significan esos dos vocablos, y, por el otro, han retrocedido la política mucho más atrás de quienes fueron aborrecidos electoralmente, por esos, hoy, en vez de hablar de la desnaturalización de la política hablamos de la “estupidización” de la política. Esto quedó más claro con el absurdo y burdo interrogatorio que los diputados que conforman la Comisión que estudia los fondos públicos recibidos por las ONGs en los gobiernos anteriores.

Se podría entender la malicia en tener “en el banquillo de los acusados” por considerarlo sospechoso de haber recibido fondos públicos de forma ilícita y de haberlo gastado también de forma ilícita. Pero no tener claro qué es una ONG, ni la diferencia entre una donación y la financiación de un proyecto de cualquier tipo, respaldado con documentos y, sobre todo, con la ejecución del proyecto, es simplemente bochornoso.

No sabemos cuántos de los que vieron el absurdo y torpe interrogatorio que hicieron los diputados de la nueva clase política a finales de la semana pasada al rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) no habrán sentido vergüenza ajena de quienes los representan en el Congreso, al menos en esa comisión y otras similares.

Una y otra vez, el rector de la UCA, Andreu Oliva, les explicó que esa prestigiosa institución no recibió dinero “donado” por el Estado, mucho menos bajo la mesa desde la Asamblea Legislativa, sino de proyectos firmados con el Ministerio de Educación. Pero los diputados oficialistas, en su afán de demostrar que hoy por hoy son ellos los que ejercen el poder, y pueden hacer lo que quieran con los que gobierna, seguían con su interrogatorio sin sentido, pero sí mal intencionado, perverso.

Es cierto que quien tiene el poder debe utilizarlo, pero para favorecer al soberano, no para experimentar la falta de sensatez y de conocimientos del “abc” de la política básica.

Con el interrogatorio la rector de la UCA, y otros tantos que han desfilado en las distintas comisiones de la Asamblea Legislativa de Nuevas Ideas, sus diputados no solo han demostrado total ineptitud, sino el peligro que cierne en una sociedad gobernada por quienes creen que aplicar las locuras y caprichos individuales es hacer política en los nuevos tiempos. Lo que están haciendo, en esencia, es desnaturalizar más la clase política y haciendo retroceder en décadas al país como nación democrática y republicana. Sobre todo, porque se está sustituyendo la razón, el ejercicio de la política, por la estupidez.

Es preocupante, por supuesto, quienes siendo profesionales, universitarios o simplemente pensantes, toleran esto con su silencio, y lo más grave, hasta con aplausos. Pareciera que quienes hoy hacen política nunca pasaron por un salón de clase, por eso desconocen el significado de la razón, no digamos de la razón cartesiana y otros tantos de la ilustración, o de la lógica, o del sentido común.

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