José M. Tojeira
Es muy fácil hacer escenarios del futuro de El Salvador desde la fantasía política. Y generalmente eso hacen muchos políticos, fantasía a favor o en contra del futuro salvadoreño, según se esté gozando de las mieles del poder o se esté en la oposición. Hablar del futuro requiere conocimiento del pasado y del presente, objetividad y rigor, conocimiento de las posibilidades de acción de los liderazgos y sensibilidad ante los anhelos y la percepción popular de la situación.
Sin pretender un análisis exhaustivo de nuestras posibilidades de futuro, sí es bueno mencionar las catástrofes que debemos evitar. La primera es medio ambiental. Es un hecho que el calentamiento global afectará con mayor dureza a los países comprendidos entre los trópicos. Independientemente de lo que hagamos, el futuro será peor y tendremos que adaptarnos a él. Pero se puede prevenir que el futuro no sea tan desastroso. Reforestación, cuidado de los cauces de los ríos, construcción de vivienda en zonas seguras, entre otras actividades, podrán ayudar a que los efectos del cambio climático sean menos severos.
En el aspecto poblacional tenemos también problemas. Hemos pasado de tener una tasa de fecundidad femenina, de 5.9 hijos por cada mujer en 1973, a 1.8 hijos en el 2023. Esto quiere decir que todavía vamos a seguir creciendo poblacionalmente durante un tiempo, pero que cada vez vamos a tener más ancianos. Y si no suben las tasas de natalidad, en algún momento tendremos un descenso fuerte de población.
Hoy tenemos prácticamente al 80 % de los mayores de 60 años sin pensión. Tener menos población en edad laboral y atender al doble de los ancianos sin pensión de los que tenemos ahora será sin duda una tragedia. Se puede evitar cambiando el actual sistema de pensiones y trabajando para aumentar la productividad de nuestros trabajadores. Ello requiere un esfuerzo mucho mayor en el mejoramiento de la educación, en la prolongación del tiempo de trabajo para quienes puedan continuar en diferentes labores y muy probablemente una reforma fiscal que tenga en cuenta esa situación.
Y finalmente, aunque quedan pendientes muchos más aspectos, dos puntos más: cuanto más educado esté un país, mejor puede enfrentar los retos que la historia le vaya presentando. Y los retos del futuro son grandes. Los trabajadores de los países desarrollados tienen una productividad muy superior a la nuestra. Y ello sencillamente porque han tenido más años de educación como promedio, y una educación más adaptada a las necesidades del país. Lograr eso no es difícil, pero requiere esfuerzo e inversión.
Los regalos a los estudiantes pueden ser buenos, pero no arreglan la situación. Mejorar y ampliar la formación profesional resulta indispensable. Invertir en todos los niveles de la educación formal también. Aunque el tema se vuelve en ocasiones repetitivo, tenemos que continuar hablando de educación y señalando tareas pendientes en ese campo. Y el segundo punto el estado de derecho. Un estado de leyes y derechos pensando en el bien común del ciudadano.
Hemos vivido tanto tiempo en estados mediocres, que no garantizan derechos fundamentales, que nos hemos habituado a pensar que solo el empleo de la fuerza garantiza el éxito. Y eso es un error. Los autoritarismos nunca llevan muy lejos. Incluso una simple mirada a Centroamérica nos lo demuestra cuando vemos que los países más atrasados de nuestro istmo son los que han tenido democracias más débiles, o simplemente tradición de dictaduras disfrazadas de democracias.