Víctor Manuel Guerra Reyes
Hablar de la siguanaba, cheap el cipitío, el cadejo o de cualquier otro personaje de la mitología salvadoreña, es hablar de algo que en más de un momento de la vida de los salvadoreños, nos hizo experimentar una sensación de asombro, temor o hasta miedo y que en algunas ocasiones se expresó opinión en torno a ellos en medio de risas nerviosas y palpitaciones extremas en nuestro pecho. No obstante, tiempo después y al final de cuentas, hemos tenido que llegar al convencimiento de que esos personajes habían salido de una mente prodigiosa cuyo interés fue no solo generar algo de alegría para un pueblo, sino que sobre todo, buscaba con mucho interés elevar los niveles de control social y cohesión en un modo de proceder, propio de una sociedad aun inocente. La realidad de esos personajes legendarios es propiamente una realidad en ficción, porque se trata de personajes míticos, a veces temibles que asustaban o emocionaban, especialmente a cierto tipo de gente inocente de cualquier pueblo del trópico, pero ciertamente esto es ya cuestión del pasado.
No obstante, esa realidad en ficción es la misma realidad que se presenta ahora, ya bien entrado el siglo XXI, en los ámbitos sociales de los pueblos centroamericanos y particularmente el salvadoreño. Esto es así porque los medios de comunicación social (MCS), han sido los encargados de hacer prosperar esta idea en el imaginario salvadoreño y centroamericano. Solo que esa realidad presentada por los medios, ahora está trastocada y convertida en otra cosa, gracias al pincel del photoshop y no por el despliegue del verbo y de la imaginación como era el caso de los personajes de la mitología salvadoreña. Lo propio sucede cuando los MCS impresos o electrónicos nos muestran la imagen de un actor de cine o una diva de la televisión. Pero también sucede lo mismo cuanto dichos medios nos presentan a un político o candidato electoral en su persona y en su propuesta, cuya plataforma de gobierno o propuesta electoral son ciertamente legendarias, no solo porque constituyen una oferta irrealizable sino porque constituyen ciertamente una realidad en ficción, ya que lo que transmiten en términos de contenido no va referido al más acá de la realidad en el sentido de que la resuelva o se responsabilice de ella, sino que es una creación propia de una realidad fantástica, proyectada como propia de un país maravilloso que no tiene asidero en alguna parte de este mundo. Hay que decir, sin embargo, que la ficción no es mentira o falsedad, sino una realidad inventada que tiene un interés social propio y particular. La ficción tiene una ínfima base concreta en el mundo real y a partir de ella se crea una realidad fantasiosa que puede ser presentada no como algo legendario sino como una realidad verdadera. Esto cobra mayor expresión en los modelos mediáticos propios del entretenimiento social masivo. Por tanto, se entiende aquí como virtual a aquel entorno cuyas escenas u objetos de apariencia real, son generadas gracias al uso de tecnología moderna cuyo objetivo e interés es crear en el usuario la sensación de estar inmerso en dicho entorno y no poder distinguir fácilmente entre lo real y su imagen; es decir, entre la realidad dada y la imagen de esa realidad. Es más, el lector incauto, con esa información no llega ni siquiera a cuestionarse si lo que se le presenta como imagen mediática es algo verdadero o inventado. Para él todo lo transmitido en la pantalla de su televisor o de su aparato electrónico es verdadero y ciertamente real. Al ingenuo o incauto ni siquiera se le pasa por la mente que todo lo que se ve en los medios informáticos es una creación artificial propia de una mente inventora y fruto de la inventiva emocional y que es llevada a cabo en los escenarios construidos por los medios masivos de comunicación, y que en realidad lo que persiguen es otra cosa, un interés no manifiesto aparejado al hecho de trastocar la realidad presente en otra distinta de la verdadera, para hacer del público cautivo, decididos consumidores compulsivos.
En este sentido lo virtual modifica tanto nuestro entorno vital, como nuestra comprensión del espacio y del tiempo, por ello lo que se mira en la televisión, sobre todo, pero también en la internet, es susceptible de llevarse a cabo en cualquier parte del planeta, sin reparar en las consecuencias posteriores que esa realización puede conllevar como secuela o como consecuencia de su realización.
En la actualidad y en el espacio nacional e internacional, la realidad en ficción está creando un orden cósmico artificioso y vacío que se puede observar en las figuras públicas y políticas cuya mejor expresión se encuentra en el perfil fotográfico que ofrecen al público y a la sociedad en general, para ganar votos o adeptos de una clientela social o política poco formada e informada. Dicha fotografía está tan retocada por el instrumental técnico o photoshop que ya no representa en lo más mínimo la realidad fáctica del individuo, sino que presenta la imagen ficticia pero atractiva que se quiere presentar a una población objeto. Esto es lo que suele llamarse realidad virtual o virtualidad de la realidad. Se trata pues, de que la realidad presentada es una realidad ficticia porque de hecho esa realidad es tan opuesta a la realidad concreta que no es otra cosa que realidad inexistente, ficticia o virtual y que existe únicamente en el medio virtual que la ofrece al público, cuyo interés es incidir en el ranking de aceptación de ese mismo instrumento mediático en la población cibernética y en la población en general.
De ahí que los medios virtuales, llamados también de forma artificial o ficticia como redes sociales, porque son redes pero no sociales sino inalámbricas, cuya influencia social se ha generado y estructurado a fuerza de publicidad y propaganda dirigida a una población muy poco crítica e informada; eso explica que su nivel de incidencia sea grande y fuerte en la opinión y decisión de esa sociedad de la información o mejor dicho sociedad virtual. Esta es la razón por la que aparecen tantas y tantos desnudos, figuras de la industria del deporte o magnates de los MCS en cualquier momento del día en la programación de los medios masivos de comunicación.
Gracias a una población ingenua que históricamente se ha caracterizado por ser muy poco crítica e infantil es que han tenido presencia e incidencia, aquellos personajes de la mitología salvadoreña como el cipitío, el cadejo y la siguanaba. Pero esa presencia e incidencia social de tales personajes, respondió a las características sociales de la época de la Hacienda en El Salvador y en Centroamérica, época que llegó hasta finales de los años ochenta y principios de los noventa del siglo XX. Cuando desapareció la actividad económica basada en el desarrollo de la Hacienda y la economía agroindustrial en Centroamérica comenzó a terciarizarse debido a la influencia directa del neoliberalismo personificado por los gobiernos estadounidenses y las empresas transnacionales. Debido a tal influencia, los débiles gobiernos de la región centroamericana no tuvieron más remedio que imponer ese sistema de libre mercado en las débiles economías locales; entonces sucedió que nuestros personajes mitológicos comenzaron a desaparecer del imaginario social salvadoreño.
Volviendo al tema de lo ficticio como algo fingido o falso, hay que decir que también estas son derivaciones de la realidad en ficción. Pero lo ficticio en el imaginario social es entendido como algo que no es malo en sí mismo y, en el mejor de los casos, lo fingido se acepta como bueno y por ello realizable sin que implique problema alguno para la cotidianidad social. Por esto, el político y el burócrata se ven a sí mismos como inmersos en una realidad cotidiana en donde todo es posible y con mucha facilidad se olvidan que un día no muy lejano tendrán que dar cuenta de su labor realizada, ya que en términos profesionales, los burócratas y empleados contratados por la institucionalidad gubernamental tendrán que ser auditados en algún momento de su labor.
Esto es lo que ha pasado en El Salvador con el enjuiciamiento por enriquecimiento ilícito, malversación de fondos y desobediencia a particulares, del expresidente Francisco Flores o el próximo enjuiciamiento de los militares involucrados en el asesinato de los padres jesuitas y dos de sus colaboradoras sucedido en los recintos de la UCA en noviembre de 1989. Hecho que muestra que muchas veces la ficción supera la realidad; y en este hecho fatídico, resulta que efectivos militares del Batallón Atlacatl, ejecutaron con lujo de barbarie a ocho personas inocentes en dicho lugar y fecha. La realidad social, la ética y el sentido común indican que las personas civiles y por supuesto las inocentes deben ser respetadas y protegidas por los así llamados cuerpos de seguridad y por el ejército de un país, y no masacrados como ciertamente sucedió en aquellos tristemente célebres acontecimientos de la reciente historia salvadoreña. Ambos casos de enjuiciamiento, por la forma cómo han sido tratados por la institucionalidad salvadoreña, puede deducirse que han sido considerados como realidades en ficción o realidades fantasiosas que han sucedido en algún momento de la historia nacional y en algún lugar de la tierra, pero no la de El Salvador. Por ello, las leyes de la República no se han aplicado de manera eficiente en estos casos durante alrededor de veinticinco años de vida política y social salvadoreña, sino que se han aplicadas de forma fantasiosa y por tanto ficticia. De ahí que, tanto la población salvadoreña y centroamericana, como sus gobernantes, hemos caído presos en los brazos de la ficción y la fantasía que se concreta en la industria del entretenimiento, cuya estrategia fundamental es el consumo de la farándula hollywoodense, la industria del deporte (especialmente el fútbol europeo), las noticias amarillistas fruto del fetichismo necrófilo, el consumo masivo de drogas y la industria armamentista que azota al mundo moderno.
Lo anterior indica que la realidad virtual tiene una presencia más allá de lo real y responde a los intereses económicos y financieros de grandes multinacionales cuyo deseo de lucro y de dominio de los mercados regionales, va aparejado con el desmesurado crecimiento de los mercados de la droga (narco actividad) y mercados de armas (industria armamentista). Esto nos da un golpe de realidad en El Salvador y en los países de la región, porque aunque en este pequeño país estamos embelesados por las figuras de la farándula internacional remozadas por el photoshop, otros países sí saben diferenciar lo verdadero de la ficción y por ello se han tomado en serio el trabajo de hacerle justicia a las víctimas inocentes; de ahí que intentan desde hace muchos años, enjuiciar a los militares acusados de masacrar a los jesuitas de la UCA. Por desgracia, son otros los que pretenden aplicarle justicia a los casos de violación de nuestros derechos humanos cometidos en nuestra propia casa y con nuestra propia gente. Este golpe de realidad nos torna también muy ingenuos y casi infantiles, cuando por no saber distinguir la realidad de la ficción, otros tienen que decidir por nosotros mismos.
¡Ojalá! y tomemos lección de nuestros errores para bien nuestro y de nuestras próximas generaciones en El Salvador. De lo contrario, seguiremos embelesados sin sentir el golpe del tropiezo que hemos sufrido una vez más, porque justo al tropezar estábamos viendo la misma imagen remozada por el photoshop que en algún momento del tiempo, permitió que quitáramos el miedo a la siguanaba, al cipitío y al cadejo.
¿Será que lo que realmente queremos es seguir siendo niños y que otros decidan por nosotros?
No lo creo. ¡Aquí hay gato encerrado!