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El saqueo y el saquito

José M. Tojeira
José M. Tojeira

Para cualquiera que conozca el funcionamiento de las democracias normales, cheap el modo de hablar del expresidente Francisco Flores en su entrevista con los diputados es alucinante. Eso de decir que recibía dinero a título personal en beneficio del pueblo salvadoreño y que lo repartía en saquitos sin que entrara en las arcas de la nación ni quedara registro del uso del dinero, and no se entiende ni en las dictaduras más típicas de América Latina. En 1975 el general López Arellano, clinic que desde 1957 o era dictador, presidente constitucional o Jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras, fue despachado del poder tras filtrarse que la United Fruit Company le había dado un millón de dólares para su uso personal y para que influyera en una baja de impuestos. No lo repartió en saquitos, sino que lo llevó a Suiza. Pero ni siquiera en el país que a veces se ha tomado como paradigma de república bananera, se permite recibir dinero para poner la influencia personal al servicio de intereses ajenos al país. Independientemente de que haya o no delito, que a mi juicio y después de haber escuchado a buenos abogados estoy convencido que los hay, lo que hizo este expresidente no tiene cabida en una democracia que se considere a sí misma como tal.

Hablar de estos temas en tiempos inmediatos a las elecciones puede hacer pensar en que manejamos partidariamente los problemas. Pero este no es problema de gusto o disgusto por un partido político, sino un atentado contra la democracia que el propio Dr. Quijano debía corregir sacando del grupo de sus asesores al hombre del saquito.

Por eso llama la atención que el candidato Quijano haya salido defendiéndole, hablando de linchamiento político y de la tan estúpida cantaleta con la que los políticos tradicionales buscan impunidad, al decir que nadie es culpable hasta ser vencido en juicio. Alguien que quiere gobernar desde la democracia no puede mantener como asesor a alguien que está patentemente contra la democracia al recibir dinero taiwanés  de ese modo enormemente turbio. Las leyes en El Salvador no prohíben alabar a Hitler o a Stalin. Pero un político democrático no puede mantener como asesor a alguien que lo alabe. Aunque toda esta historia tan oscura en la que entran bancos de paraísos fiscales y se consuma con los saquitos sea distinta de los saqueos de la United Fruit o de las alabanzas a Hitler o a Stalin, el nivel de traición a la democracia tal y como está concebida y vivida en los países normales es evidente. Si Quijano no sabe esto, sabe muy poco de democracia.

Nuestro pueblo está harto de la corrupción en política. Es innegable que ha habido demasiados políticos que se han enriquecido desde el poder. Y algunos empresarios, especialmente de los que se suelen denominar como miembros de las “grandes familias” de El Salvador, también la han favorecido o se han involucrado en la misma. La historia de los saquitos tal y como la cuenta el propio expresidente Flores, no sólo es un atentado contra la democracia en su sentido estricto (un sistema de elecciones libres que mantiene controles sobre sus elegidos), sino que además demuestra desde la arbitrariedad y el capricho cómo se puede fabricar el caldo de cultivo de la antidemocracia. De hecho el presidente Flores había violado la Constitución, cuando salía a Nicaragua en el helicóptero de una de las “grandes familias” sin pedir permiso a la Asamblea. Y eso hubiera sido suficiente para excluirlo de la capacidad de aconsejar en una política democrática. Pero este modo de administrar dineros es algo mucho más grave contra la democracia, pues implica crear directamente posibilidades de corrupción. ¿Hay que creerle al expresidente todo lo que dice sobre el buen uso de los saquitos? El tema no es creer o no creer. El tema es que los políticos tienen que demostrar desde pruebas fehacientes el buen uso de los dineros y no contarnos historias de saquitos que a la gente le hacen pensar más en saqueos que en otra cosa.

Hablar de estos temas en tiempos inmediatos a las elecciones puede hacer pensar en que manejamos partidariamente los problemas. Pero este no es problema de gusto o disgusto por un partido político, sino un atentado contra la democracia que el propio Dr. Quijano debía corregir sacando del grupo de sus asesores al hombre del saquito. Ya demasiado se ha hablado del hombre del maletín, supuesto sobornador de diputados, tanto en los tiempos de Flores como en la actualidad. Si los políticos han sido incapaces de echarle mano al hombre del maletín, al menos tienen ahora el reconocimiento del hombre del saquito. Que hay incertidumbre sobre quién ganará las elecciones es obvio. Y el Dr. Quijano es uno de los favoritos para mucha gente. Pero nadie debería comenzar gobierno apoyándose en personas que ya en tiempo de democracia reciente, del fin de la guerra a estos tiempos, la pervirtieron con sus acciones. Como siguen pervirtiendo la democracia quienes todavía a estas alturas mantienen en la brigada militar de San Miguel el nombre de un militar acusado de genocidio. Si Stalin y Hitler no salen a relucir es probablemente por el escándalo internacional que ello produciría. Porque con los niveles de concepción democrática de algunos de nuestros políticos, fácilmente observable en el día a día, las alabanzas de ese estilo no serían nada raras. Y en buena parte algunas de las gremiales empresariales y alguno de sus “tanques de pensamiento” (que a veces no llegan ni a tanqueta) parecen seguir los mismos pasos cuando denuncian unas cosas y callan absolutamente en otras que son evidentemente antidemocráticas. Apartar a la escoria es una tarea pendiente en todos nuestros partidos políticos. Y el tiempo de elecciones ofrece siempre esa oportunidad. Aprovecharla o no depende de la conciencia democrática de los liderazgos.

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