Alberto Romero de Urbiztondo
@aromero0568
En estos días, hemos sufrido un nuevo espectáculo de esta campaña poselectoral que parece no tener fin. El Señor Quijano, Presidente de la Asamblea Legislativa, en un programa radial decía tener dudas sobre si el nuevo Presidente Electo del País, querría jurar su cargo sobre el Corán, atribuyéndole una creencia religiosa que el Sr. Bukele, no ha manifestado públicamente y que en última instancia pertenece a un ámbito personal de su vida, en el que es totalmente libre como se lo garantiza la Constitución.
El Señor Quijano, por el cargo que ocupa, tiene la obligación de saber que El Salvador es un Estado Laico, para corroborarlo puede leer la Resolución 3-2008 de la Sala de lo Constitucional del veintidós de mayo de dos mil trece, que dice: “con fundamento en el principio de unidad de la Constitución y en consecuencia, mediante una interpretación sistemática del contenido constitucional (…) se advierte la consagración del principio de laicismo o laicidad, entendido como principio de no confesionalidad del Estado o de neutralidad religiosa”, más adelante en la misma Resolución: “si las instituciones han de tratar a todos los ciudadanos como iguales y resulta que estos ejercitan libremente diferentes credos o ideologías, entonces es un deber de las instituciones del Estado, mostrarse neutrales frente a tales credos o ideologías”. Por tanto el pretender utilizar las creencias religiosas desde un órgano del Estado, para calificar o descalificar a una persona sea Presidente o un simple ciudadano, supone un irrespeto al carácter laico del Estado.
Por su parte el Sr. Bukele, contesto en twitter que llevará a su toma de posesión su Biblia. Ambos deben de entender que nuestra sociedad es diversa en pensamiento y creencias, que los diferentes libros religiosos son referentes para diversos grupos de la sociedad, pero que el único texto que es un referente para toda la ciudadanía salvadoreña y por tanto sobre el que se debe jurar es la Constitución, la cual garantiza el carácter Republicano, por tanto no confesional de El Salvador, la libertad de creencias y pensamiento y la autonomía del Estado respecto a las Iglesias.