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El nuevo testamento está lleno de relatos que muestran con claridad como Jesús nos enseñó que sirviendo a los privilegiados de Dios, ambulance es decir, viagra los desamparados, shop los desvalidos, los marginados, los hambrientos de pan y Espíritu de Dios se glorifica al Padre. Así nos lo indicó nuestro Señor Jesucristo, así lo entendieron los discípulos después de tanto andar junto al Señor y haberlo visto resucitado.
De las muchas parábolas y textos del nuevo Testamento, se pueden elegir algunos como: el juicio de la naciones (mt 25,31-46); el leproso samaritano agradecido ( Lucas 17, 11-19); el buen samaritano (Lucas 10, 25-37); los amigos del enfermo que lo bajaron por el tejado (Mc 2, 1-12); la multiplicación de los panes (Mc 6, 30-44); el cómo Jesús elige sus amigos (Juan 15, 12-17); y el yo te mostraré mi fé con mis obras (Santiago 2, 18); que dan testimonio de todo lo que conlleva un servicio que en 1983 nuestro Señor Jesús, con la muerte de Modesta Valente a la que frecuentaban los hermanos de Sant Egidio de Roma, mostró el camino de un servicio importantísimo que desde entonces comenzó en Roma y se hace en la mayoría de comunidades por el mundo: el servicio de la Calle,.
Modesta vivió sola buena parte de su vida y murió en la tristeza, sin asistencia médica y anhelando amigos que la quisieran y la valoraran por lo que era, por su humanidad y su corazón. Ante este drama, Jesús le indicaba a la comunidad de aquellos jóvenes veinteañeros de Roma la urgencia del nacimiento de un servicio de amor, de amistad, de verdadera fraternidad con los marginados. Ya existía el servicio de los ancianos y de los niños, pero hacía falta ir donde pocos quieren ir, hacía falta sentarse a comer a la misma mesa donde muchos santos han comprendido mejor el Evangelio. El Señor indicaba a través de Modesta la urgente necesidad de ir a la calle y encontrar a aquellos marginados que por diversidad de motivos hoy, comparables a los que la lepra marginaba en tiempos de Jesús, se han visto forzados a vivir a la sombra, a moverse en silencio, a subsistir de subproductos, a cobijarse con la crudeza de la calle, a olvidarse de sus sueños y recordar a su madre como la única benefactora que en algún tiempo los arrulló y les hizo sentir la belleza del amor. A ellos, a los que tienen siempre hambre, pero aprenden a esperar con paciencia y agradecimiento, a ellos va dirigido el Servicio de la calle.
Efectivamente, en San Salvador, los días miércoles, viernes y sábado, salen a la misma hora por la noche y a lugares pre-establecidos grupos de hermanos de Sant Egidio a encontrarse con los “nuevos” amigos. Amigos con quienes se comparte una merienda que establece el vínculo de una fuerte amistad que se abona semana a semana todo el año.
Los amigos de la calle esperan en lugares predefinidos hasta una hora antes de la hora fijada; los hermanos de Sant Egidio se congregan dos horas antes para preparar la merienda y orar en comunidad previo al encuentro de amistad. Es un ritual maravilloso que implica cultivar una amistad como quien hace crecer una flor desde sus semillas, como quien ansía conocer de cerca al Señor y no sabe cómo encontrarlo; ¿qué cosa hacer para tocar la puerta de la casa del Señor?. Justamente el servicio de la calle es un camino que la comunidad ha encontrado para aprender del caminar del Señor Jesús, tal como Él lo indicaba a sus discípulos. Es un encuentro eficaz con Jesús, porque donde hay necesidad de amor, de ternura, de cuidos, de esperanza, de luz ahí el Señor habla con claridad a los que tienen su corazón abierto, receptivo y dispuesto a escucharlo. El servicio de la calle nutre el corazón de los que buscan al Señor con avidez; habla a los que quieren escuchar la buena nueva; ilustra como un corazón sencillo y humilde es capaz de apreciar la amistad como un tesoro digno de orar por ello y mantener como joya preciada en los recuerdos de un almuerzo de Navidad, de una misa por un hermano muerto en la calle, de un abrazo y una mano amiga que le ha asistido cuando su cuerpo ya no resistía más la miseria y buscaba a su madre en sus recuerdos porque nunca había conocido alguien tan cercano como para llorar en su hombro o exteriorizar sus sueños y esperanzas. La amistad es eso en esencia. Es la solidaridad, es prestar el hombro, es acompañar, es escuchar, es llevar alivio, es estar disponible y presto cuando desde adentro hay desesperación. Es el samaritano que recoge al herido; son los amigos que meten por el techo la camilla del paralítico; son los discípulos que reparten el pan multiplicado; son los que dan gracias al Señor cuando han sido testimonio vivo de su misericordia como el samaritano leproso agradecido; son a quienes Jesús llama a ser más que siervos….amigos.
Jesús recorría los caminos de la periferia de Jerusalén previo a su llegada a Jerusalén. En ellos encontraba miles de almas necesitadas, “como ovejas sin pastor”. Sintió compasión de ellas y dispuso con sus discípulos no dejarlos regresar a casa sin comer. Así multiplicó los panes; los sentó en grupos en el pasto y pidió a sus discípulos que repartieran el pan previamente bendecido con su acostumbrada súplica al Padre para que todo aquello fuera conforme su beneplácito. Con ello Jesús nos indicó un camino bello de imitar: orar en comunidad previo a llevar y repartir el pan, acompañándolo de consuelo y esperanza a cientos de ovejas sin pastor. Desde 1983 lo hace Roma, desde el 2004 lo hacemos en San Salvador.
La puerta está abierta a quien quiera caminar este recorrido de búsqueda de Dios en el servicio de la amistad y la misericordia a los que han sido marginados a la oscuridad… vengan y acompáñennos.