Luis Armando González
En la Iglesia católica, cialis la beatificación de una persona tiene un enorme significado, illness pues es el paso previo a su santificación, illness lo cual constituye el mayor reconocimiento eclesial: un santo (o una santa) sólo lo es cuando la Iglesia acepta el vínculo íntimo de esa persona con Dios.
Hacia ese reconocimiento eclesial se encamina Mons. Oscar Arnulfo Romero (1917-1980), una vez que se le declare como beato. Pero Mons. Romero no llega a su beatificación de cualquier manera, sino que llega como un mártir de la Iglesia, es decir, como alguien que padeció una muerte violenta a causa de su compromiso con la fe y la justicia.
No hay que perder la secuencia, ya que –si ello sucede— se corre el riesgo de no comprender el sentido de lo que significa la glorificación eclesial de Mons. Romero: su martirio es el fundamento de su beatificación y su santificación.
¿Cuál es el significado de la beatificación de Mons. Romero?
Creo que, de manera general, su beatificación significa que la Iglesia le reconoce firmemente sus méritos para ser declarado santo. Esto no es poco, pues –hasta donde se sabe— muy pocos candidatos a ese estatus han sido tan investigados como lo fue Mons. Romero. Se ha expurgado su vida en detalle; se han analizado sus escritos y opiniones con minuciosidad… Y estas pesquisas han sido realizadas con la finalidad de encontrar algo que justificara impedir su beatificación y posteriormente su santificación. Si de algo se puede estar seguro es que Mons. Romero cumple –pese a las maniobras de sus detractores dentro y fuera de la Iglesia— con todos los requisitos eclesiales para ser beatificado.
Aparte del significado general anotado antes, se pueden apuntar otros significados no menos relevantes, pero más específicos.
a) Un significado teológico. Conviene recordar aquí algo que el P. Ignacio Ellacuría dijo de Mons. Romero: “Con Mons. Romero Dios pasó por El Salvador”. No hay expresión más densa que esa para describir el vínculo de Mons. Romero con Dios: lo hizo presente en El Salvador. De alguna manera, la Iglesia católica, al beatificarlo, reconoce que algo del misterio de Dios se reveló a los hombres y mujeres a través de Mons. Romero. Ahora que está en boga, en distintos grupos religiosos católicos y no católicos, la pretensión de saber lo que Dios quiere o desea, Mons. Romero debe ser un recordatorio del misterio de lo divino, misterio al cual sólo se puede acceder a través de los signos de los tiempos, y no mediante una fe infantilizada (inmadura, poco ilustrada y privatizada) que pretende obtener cosas de un dios caricaturizado, del cual supuestamente se conoce como piensa, siente y quiere.
b) Un significado pastoral. Mons. Romero pastoreó a su pueblo en unas circunstancias críticas, ante las cuales se tenía que recuperar la esencia del cristianismo, esto es, esa que no separa la fe de la justicia. “Sentir con la Iglesia” y “opción preferencial por los pobres” fueron los ejes orientadores de su labor pastoral, cuya traducción práctica fue la denuncia de las injusticias y violencias prevalecientes en su tiempo, así como el anuncio de formas de convivencia social, económica y política más humanas y dignas para los pobres de El Salvador.
La beatificación de Mons. Romero es también un homenaje a su labor pastoral, la cual se legitima como un modelo de pastoral cristiana.
c) Un significado histórico. Mons. Romero vivió en una época histórica concreta, con sus tensiones, conflictos y contradicciones particulares; con violencias y exclusiones determinadas. Se hizo cargo de la realidad que le tocó vivir y en ella insertó su labor pastoral, convirtiéndose en voz de los sin voz. No flotó en el aire ni pretendió estar más allá del bien y del mal. Sus palabras de condena y de aliento, de denuncia y anuncio, tuvieron destinarios concretos. Fue sumamente lúcido en sus valoraciones y análisis de la realidad de su tiempo, distinguiendo siempre los matices, las prioridades y las responsabilidades.
Su beatificación, precedida de su reconocimiento como mártir, es también un reconocimiento a su anclaje histórico. Y es que, precisamente, lo que hizo Mons. Romero fue historizar el legado de fe y justicia del cristianismo. Al hacerlo, hizo presente –como lo vio el P. Ellacuría— al misterio de Dios en ese trozo de la historia salvadoreña que le tocó vivir.
d) Un significado cultural. Mons. Romero irradió valores humanos profundos. Verdad, justicia, bondad, compromiso, honestidad, integridad y valentía no fueron en él palabras huecas. Fue, sobre todo, un hombre coherente: sus palabras no fueron negadas por sus acciones, sino todo lo contrario. No proclamó esos valores de manera genérica o abstracta, sino que les dio sustancia desde los conflictos, exclusiones y violencias de la realidad salvadoreña de su tiempo. Como hombre de una fe intensa, Mons. Romero sólo tuvo un absoluto, que fue Dios en sus dimensiones una y trina. Asimismo, su convicción era que Dios se revela preferentemente en las víctimas; por tanto era desde éstas que debía medirse la verdad, la justicia, la bondad y el conjunto de valores morales cristianos y no cristianos. Es esta forma de vivir y entender la moral la que se reivindica con su beatificación.
e) Por último, un significado social. Mons. Romero quiso inmensamente al pueblo salvadoreño. Quiso a su país, quiso a su patria, pero profesó un amor extraordinario por la gente, sobre todo por la más humilde y pobre. El pueblo salvadoreño, las más de las veces en las profundidades de su inconsciente, lo hizo suyo, se lo apropió como su pastor, su mártir y su santo. Desde su muerte violenta en 1980 Mons. Romero ha estado presente en la vida la gente, en los años ochenta oculto ante el acecho de quienes querían borrar su recuerdo; después, de manera más abierta y pública, hasta el día de ahora en el que hay quienes –romeristas de última hora— lo quieren convertir en símbolo etéreo de un cristianismo más allá del bien y del mal. No importa. Mons. Romero es más fuerte que eso porque la gente siempre encontrará en él una palabra viva, concreta. En este sentido, su beatificación es un reconocimiento al vínculo filial de Mons. Romero con el pueblo salvadoreño. Al beatificar a Mons. Romero la Iglesia reconoce y honra la dignidad a los salvadoreños y salvadoreñas, al mismo tiempo que se dignifica a sí misma.