El portal de la Academia Salvadoreña de la Lengua
EL SILENCIO COMO MISTERIO DESVELADO.
Eduardo Badía Serra,
Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
¿Quemar hogueras en las plazas? ¿Discursos varicosos que nunca resuelven nada? ¿Abrir las camisas al fusil que apunta? Nada de eso ha resultado en El Salvador. Nada de eso. Más bien ello han servido como caldo de cultivo para provocar el sufrimiento y hasta la muerte de tanto amigo y compañero que creyó en la ilusión, lo cual, creer en la ilusión, no es malo, dependiendo, claro está, de qué tipo de ilusión se trate. ¿Correr huyendo de la metralla? ¿Conspirar bajo la sombra de lo subrepticioocultamente ocultando lo subversivo? Nada de eso ha resultado. Nada. Claro, hablo de El Salvador, y omitamos exponer tanto efecto adverso y triste de tales acciones. ¡Basta! Ciertamente, como decía Unamuno haciendo suyas las palabras de Obermann de De Ssenancour, “el hombre es perecedero. Puede ser. Mas, perezcamos resistiendo, y si es la nada lo que nos está reservando, hagamos que esto sea una injusticia”. Claro, hay que luchar, como lo hizo el Quijote unamuniano, que se batía por el honor y la gloria y quiere morir por ellos, y así, muriendo, inmortalizarse, como aquel Caballero de Ariosto, que seguía combatiendo y ya estaba muerto. El asunto, pues, no es si hay o no que luchar por la vida, porque por la vida se lucha desde que se nace hasta que se muere, e inclusoy hasta más. El asunto es cómo luchar. ¿Quemando hogueras en las plazas? ¿Provocando aHuyendo de la metralla? No. Ese es el error, en el que nos hemos mantenido por años y años. Eso lo dice la historia, la historia nuestra, lastimosamente, tristemente.
Pero como el hombre es un ser que opta, que se encuentra siempre ante alternativas, y en ello está la esencia de su ser, los salvadoreños deben optar y decantarse por una nueva alternativa. Yo he propuesto optar por lo que he llamado, retomando a Todorov, “la filosofía de la proximidad”;, ir, como proponía Marcel, hacia una “filosofía de lo concreto”, pero no en es ununa especiea de “impresión de balbuceo” en que acostumbramos hacerlo todo, dudando hasta de hacerlo. Mi propuesta es una “actitud de recogimiento”, una actitud que nos permita sumergirnos en nuestra vida profunda, estar a solas con nosotros mismos en las meras profundidades del Ser, esto es, “el Ser bloqueando al Yo, el Ser llamando al Yo, invitándolo a encontrarse con él”. Y el Ser llama al Yo no dando voces ante las ventanas sino hablándole dentro del Yo mismo. Es la Nueva Alianza de la que he hablado en mi anterior columna, y en ella, la soledad es una categoría fundamental esencial, inexcusable…….y otra también……el silencio.
El silencio es el clima ideal de la soledad. No el silencio cómplice, que eso es otra cosa. No el silencio físico, que eso es otra cosa. Hablo aquí del silencio como sustrato adecuado para el pensamiento, para el encuentro, como he dicho, del Ser con el Yo, pero encontrarse en la existencia, porque, vale decirlo, vivir es estar en el camino, y sólo estando en el camino se existe.
Si alguien ha afrontado la soledad dentro de un silencio total, y lo ha hecho además con tanta pasión, ese ha sido Rousseau. Cuando el Estado y la Iglesia habían prohibido su “Emilio”, el máximo libro sobre la educación que ha existido y existe, Rousseau, conociendo el destino de Sócrates, se retiró al silencio de su isla de San Pedro. Después diría que esos momentos, largos por cierto, fueron los más felices de su vida. “Allí me acompañó el silencio, y pude vivir la soledad”, habría dicho. Rousseau cultivaba su soledad, nutriéndola de silencio. Sólo su pensamiento hablaba, pero hablaba a su interior, para sí mismo. Encontró su “nueva alianza” cuando se rindió a la naturaleza. “Quiero mostrarle al prójimo una persona en toda su naturalidad, y esta persona será Yo, Yo solo, en mi silencio”, diría, agregando: “Estoy solo en esta tierra….no tengo más hermanos, no tengo más a mis prójimos, ningún amigo, ninguna compañía aparte de mí mismo”.
Otro es el silencio del Robinson Crusoe de Defoe, por ejemplo. En su isla de Juan Fernández, igual que Rousseau en su isla de Giulia, donde permaneció por cinco largos años en soledad, Crusoe encuentra su evolución interior, el lugar de la redención espiritual. La naturaleza deja caer la máscara de la barbarie y se muestra madre amorosa. Por eso, Rousseau, el padre del ‘Emilio’, maravillado por el ejemplo de Crusoe, hace que aquél crezca sin libros, excepto el de Defoe. “El medio más seguro para elevarse sobre los prejuicios y experimentar juicios según la real condición de las cosas es cuando el individuo se aísla, refugiándose en el silencio, y, así, juzga todo como debiera juzgarlo de acuerdo a sus propias necesidades”.
“Pido silencio.
Y sólo quiero cinco cosas:
había clamado Neruda, gran admirador del silencio, en un poema. Hasta él, tan expresivo y ardiente, supo llegar el silencio.
“Gabriela Mistral fue una rebelde, pero una rebelde en el silencio, en la ausencia en el no estar aun estando”, dijo Gloria Garafulic de la chilena. ¿Algo quería expresar la Mistral con su silencio? Es que hay muchos que hablan con su silencio, más que los vocingleros de las plazas y los políticos de las cortes. Nuestra Claudia Lars expresó también sus silencios, aunque estos le han sido ocultados en su propio país, tratando de hacerla ver sólo como era en parte:
“Los que no tenían nombre
y casi no tienen rostro…..!
¡A los que mudos cayeron
y ni siquiera conozco!”
decía la hermosa y dulce poeta nuestra en un párrafo que nos ha sido ocultado, como muchos otros. En ese párrafo habla el silencio de un dolor oculto y a la vez denunciante.
Hay silencios y hay silencios. Hay soledades de soledades. Yo, sigo insistiendo, hablo en nombre de una necesidad de expresarnos mediante nuestro propio recogimiento, mediante nuestra interioridad, esa “filosofía de la proximidad” que muestre el rechazo al sistema. Ya antes en nuestro país hubo una expresión de este tipo, no igual pero parecida, y triunfó. El pueblo, cansado de la injuria, dejó caer sus brazos, se aisló en la soledad de sus casas, guardó silencio, y derrocó la injusticia y el insulto. Hablo del 44. ¿Quemar hogueras en las plazas? ¿Abrir los pechos a las balas? ¿Gritar desde las ventanas? ¡Bahhhhhh! Ya hemos experimentado esto, con lamentables resultados. Optemos, por nuestra soledad interior, por nuestro silencio, por nuestra interioridad, por el hombre ante la infinitud del Ser, como el Caballero de Ariosto o el Quijote unamuniano. ¡Cómo no! De esa forma, golpearemos mucho más fuertemente a la injusticia y al oprobio, a la iniquidad y a la desvergüenza.
Caminemos, pues, porque sólo se existe estando en el camino. Pero sepamos elegir el camino de nuestra existencia. Eso es todo.
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