Álvaro Darío Lara
Escritor y poeta
Este verso titula un soneto del poeta nacional José Valdés (1892-1932), view tan popular en su tiempo, decease y tan injustamente olvidado por la crítica y los lectores del siglo XXI. Fue Valdés un lírico postmodernista, originario de Santa Ana, quien además, cultivó -con acierto- el periodismo.
Tan filosófica y acaso mística es la perla oculta en esta poesía, que no resistimos la tentación de ofrecerla, en esta sabatina Claraboya, veamos: “Al dolor de la Vida busca abrigo/en el silencio puro de las cosas,/ lúgubre Esfinge, secular testigo/de las eternas noches pavorosas./El silencio es virtud, si va contigo/ en plenitud de esencias aromosas/ de santidad, ¡oh, corazón mendigo/, ruiseñor de las lunas lacrimosas./Aprende la humildad de la montaña/ erecta hacia el azul, muda y extraña/ a las voces del valle clamorosas./Y apaga toda voz, todo lamento,/que el silencio es virtud y pensamiento…/Las almas santas fueron silenciosas”.
Hermoso canto silencioso, que nos invita a valorar el silencio. En el mundo actual, donde el ruido se ha constituido en la opresora regla, donde la vocinglería domina, donde el hombre ansioso, escapista de sí mismo, ha edificado un altar al dios del estrépito, es importante meditar sobre la útil práctica del silencio.
Nuestro gran pensador, don Alberto Masferrer, nos dice en “El elogio del silencio”: “Silencio es reconocer que los conflictos se resuelven mejor callando que hablando, y que el tiempo influye más en ellos que las palabras”.
Vivimos en una época, donde el culto a la razón explicativa frente a todo y a todos, es una extendida exigencia diaria. Pedimos explicaciones constantes y hablamos en demasía, porque en el fondo somos impacientes, y tenemos mucho miedo. Miedo a ser engañados, miedo al porvenir, miedo a perder ingenuamente el escaso control que creemos poseer. Y por miedo, nos llenamos de voces y gritos a toda hora, y en toda circunstancia. De esta manera transitamos, pegados a los audífonos de los móviles, manteniendo largas y compulsivas conversaciones, saturándonos de ruidos infernales o enviando y recibiendo insulsos mensajes por vía digital. Al final, no podemos, no queremos, entrar en el silencio interior, que nos conduce a la profundidad. Por ello, el Maestro de Alegría, insiste: “Silencio es meditar, medir, pesar, aquilatar y acrisolar”. Y complementa magistralmente: “Silencio es SER UNO MISMO, y no tambor que resuena bajo los dedos de la muchedumbre”.
El escritor místico Rubén A. Dalby, nos dice: “Siempre hemos pensado que las palabras tienen un valor muy grande y que son muy poderosas. Pero el silencio es mucho más impresionante y enigmático, y sus resultados son asombrosos”.
Reiteradamente, la psicología y el sentido común nos aconsejan –con razón- que debiéramos contar hasta diez frente a una situación problemática y respirar intensamente, para lograr la indispensable serenidad, que nos permita reaccionar de la mejor manera. En ese sentido, Dalby, afirma: “Siempre se ha dicho que el silencio es una característica de las personas sabias y controladas”.
Y el filósofo de Ojai, Krishnamurti, nos ofrece estos iluminadores consejos: “No desees hablar. Bien está hablar poco; mejor aún es callar del todo, a menos de que estés perfectamente seguro de que lo que vas a decir es verdadero, bueno y útil. Antes de hablar, considera atentamente si lo que vas a decir reúne aquellos tres requisitos; si no los tiene, guarda silencio”.
Cuánta razón asiste a Rubén A. Dalby, al recordarnos, como el silencio fue tan bien ponderado por los Maestros y pensadores de todos los tiempos, leamos: “Louis-Claude de Saint Martin, gran filósofo francés fundador de la Orden Martinista y que fuera conocido como el Filósofo Desconocido, decía que las grandes verdades sólo podían ser aprendidas en el silencio”.
Para nosotros, y por ende, para nuestra sociedad, es indispensable volver al silencio. A ese silencio, que nos posibilite, en el día a día, tomar el aire necesario para afrontar más apaciblemente la vida, logrando así, ese objetivo que el místico señala: “El silencio tiene como finalidad que el hombre se conozca a sí mismo y comprenda su relación con el Cósmico”.
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