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El sínodo de la familia y la Iglesia en proceso de cambio

German Rosa, shop S.J.

En 1980 se realizó el primer sínodo sobre la familia en Roma. Después de treinta y cinco años se ha llevado a cabo otro sínodo sobre la familia en el mismo lugar, buy pero con la diferencia que la Iglesia es más consciente de que la realidad de la familia en el mundo moderno y posmoderno ha cambiado de manera sorprendente. La familia se ha convertido en una realidad compleja con una gran variedad de matices: sufre con frecuencia separaciones, rx divorcios, existen familias con un solo padre o madre, se habla de fecundación in vitro, parejas sin hijos, uniones del mismo sexo. Hay muchos desafíos que buscan una respuesta, como lo constató el Sínodo de la Familia (SF): “En diferentes culturas, muchos jóvenes muestran resistencia a los compromisos definitivos con respecto a las relaciones afectivas, y a menudo optan por vivir con una pareja o simplemente tener relaciones casuales. La disminución de la tasa de natalidad es el resultado de varios factores, entre los cuales están la industrialización, la revolución sexual, el miedo a la superpoblación, los problemas económicos, el crecimiento de una mentalidad anticonceptiva y abortista. La sociedad de consumo también puede disuadir a las personas de tener hijos sólo para mantener su libertad y su propio estilo de vida. Algunos católicos tienen dificultades para dirigir sus vidas de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre el matrimonio y la familia, y ver en esta enseñanza la bondad del proyecto creador de Dios para ellos” (SF, N° 7). Las emigraciones forzadas por los conflictos bélicos y la violencia separan a los miembros que conforman la familia. La crisis económica y financiera también causa la separación de los padres y de los hijos, porque aquellos tienen que buscar oportunidades de empleo fuera de sus lugares de origen, entre otros motivos. El sínodo lo expresó en estos términos: “La movilidad humana, que corresponde al movimiento histórico natural de los pueblos, puede revelarse una auténtica riqueza para la familia que emigra y también para el país que la acoge. Otra cosa es la migración forzada de las familias, fruto de situaciones de guerra, de persecución, de pobreza, de injusticia, marcada por los avatares de un viaje que a menudo pone en peligro la vida, traumatiza a las personas y desestabiliza las familias” (SF, N° 23). Ante todas estas realidades y retos que plantea la situación tan diversa de la familia en el mundo entero, la Iglesia está viviendo un proceso de cambio (Ecclesia Semper Reformanda). Retomamos algunos aportes importantes del sínodo.

1. El sínodo llama a la misericordia, la integración y el cambio

El sínodo sobre la misión y vocación de la familia hoy, hace una lectura evangélica del tema con ojos de misericordia; 265 padres sinodales de todo el mundo aprobaron el documento final de 94 párrafos con una mayoría calificada de dos tercios (Cfr. http://www.lanacion.com.ar/1839392-el-sinodo-de-obispos-aprobo-el-documento-de-la-familia-que-proponia-el-papa-francisco). Ha sido un sínodo donde prevaleció una experiencia de colegialidad, es decir, de diálogo, consulta y búsqueda de soluciones a las grandes preguntas pastorales, tanto de los obispos, presbíteros, religiosos(as), laicos(as) y también del Papa (Cfr. Periódico L’Osservatore Romano, Lunedì-Martedì 26-27 ottobre 2015, p. 12).

Durante el sínodo de la familia se conocieron las diversas posturas del episcopado y de los otros participantes, sobre los temas relativos a todas estas situaciones que sufre la familia hoy. Entre las claves de lectura para recuperar la riqueza del documento final del Sínodo de la Familia, se destacan las siguientes: la misericordia evangélica, no la condena; la integración de los cristianos y no la exclusión; impulsar una pastoral renovada en la cual la Iglesia asume la responsabilidad de acompañar, discernir e integrar a los miembros del pueblo de Dios.

El sínodo ha sido una experiencia que requiere la participación de las Conferencias Episcopales para su aplicación práctica. Los obispos, sacerdotes y laicos, deben aplicar los resultados del sínodo en las parroquias y en las comunidades.

2. Apropiarse pastoralmente de la enseñanza cristiana

El mundo tiene sed y hambre de Dios, y la Iglesia tiene que saciar esta necesidad humana universal. Necesitamos una verdadera conversión pastoral y misionera. Sin pretender estirar más allá del límite el resultado del sínodo, podemos percatarnos que no cambia la doctrina eclesial pero sí el modo de apropiarse de ella pastoralmente. Frente a la distancia que existe entre lo que vive la gente y la doctrina eclesial, el sínodo ofrece un puente de acompañamiento pastoral. Los cimientos para construir este puente son:

a) Escuchar a la familia: esta fase comenzó con la consulta ampliada que se ha realizado previo al sínodo mismo, en todas las partes del mundo, a la cual respondieron las conferencias episcopales, cada una según su estilo y carismas, a un cuestionario preparado y enviado por el Vaticano para conocer la situación de la familia antes del sínodo. Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Inglesa hizo la consulta al público a través de internet; la Conferencia Suiza modificó y adaptó las preguntas del cuestionario; las Conferencias de Austria, Malta, Alemania, Francia, Estados Unidos, etc., hicieron la consulta a los ciudadanos católicos. En la respuesta del cuestionario participaron los movimientos eclesiales, grupos de distinta naturaleza, también facultades de teología de las universidades cristianas. El diálogo se desarrolló en la primera etapa preparatoria, y también en los dos encuentros que se tuvieron en Roma durante los dos períodos del sínodo (2014-2015).

b) La participación: esta parte ha sido muy importante, porque no se trató de retomar la doctrina sobre la familia y dialogar sobre la misma, sino que se hizo la consulta en primer lugar, se preparó un instrumento de trabajo, se discutió entre todos los cristianos, las diócesis y conferencias episcopales. El resultado ha sido también sometido a votación para medir el consenso y la aceptación del documento final. La participación no se reduce al momento del sínodo sino que también se debe hacer en el proceso de aplicación de todo lo que se ha dicho sobre la familia, y todos los cristianos estamos llamados a ser parte activa y colaborar en este proceso, pues no hay restricciones para ser parte de la familia de Dios: “El discurso y la actitud de Jesús muestran claramente que el Reino de Dios es el horizonte dentro del cual cada relación se define (cf. Mt 6,33). Los lazos familiares, aunque son fundamentales, sin embargo, ‘no son absolutos’ (CIC, 2232). Así molesto para sus oyentes, Jesús relativiza las relaciones familiares a la luz del Reino de Dios (Mc 3,33-35; Lc 14,26; Mt 10,34-37; 19,29; 23,9). Esta revolución de los afectos que Jesús introduce en la familia humana es un llamado radical a la fraternidad universal. Nadie está excluido de la nueva comunidad reunida en el nombre de Jesús, porque todos están llamados a ser parte de la familia de Dios” (SF, N° 41).

c) La aplicación: será dentro de la perspectiva evangélica de la misericordia. Esta palabra es fundamental para caminar juntos como Iglesia. Es lo que predicó el Papa Francisco en la homilía de cierre del sínodo: “Cuando el grito de la humanidad, como el de Bartimeo (Mc 10,46-51), se repite aun más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y sobre todo imitar su corazón. Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de misericordia. Hoy es tiempo de misericordia”. El ciego Bartimeo al final no solo recuperó la vista sino que se puso a seguir a Jesús, se unió a la comunidad de los que caminan con Jesús (Cfr. Misa de Clausura de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 25-10-2015). Uno de los frutos importantes de este sínodo ha sido lo que el Papa Francisco ya había expresado en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible. Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, N° 44). El Papa en la despedida del sínodo ha hecho un llamado a la misericordia.

3. Acompañamiento con misericordia en los casos particulares

El sínodo propone acompañar con misericordia y ternura a las comunidades, a los cristianos y cristianas en sus diversas situaciones humanas y familiares; discernir con conciencia rectamente formada para descubrir la voluntad de Dios en las diversas situaciones; apostar por una libertad positiva que se pone al servicio del plan de Dios, de su proyecto de amor, fraternidad y justicia que teológicamente es su reinado. Obviamente, el sínodo expresa una teología del sacramento del matrimonio. Exhorta a la Iglesia a continuar cultivando, cuidando y acompañando a las personas que han recibido el sacramento del matrimonio. También abordó temas que han despertado mucho debate y expectativa en la opinión pública. Decimos una palabra breve sobre dos temas de actualidad.

a) Acompañar a las familias en casos de nulidad del matrimonio, a los divorciados y vueltos a casar. El sínodo habla sobre las parejas que se separan y se expresa en estos términos: “En el caso en el cual se consuma un doloroso final de la relación, la Iglesia siente el deber de acompañar este momento de sufrimiento, para que no se intensifiquen contraposiciones entre los cónyuges. Particular atención debe estar dirigida principalmente a los niños, que son los primeros afectados por la separación, para que tengan que sufrir lo menos posible”; y continúa explicando la importancia de informar de los procesos de nulidad en las diócesis a las que pertenecen las familias que llegan a separarse: “Es deseable que en las diócesis se promuevan caminos de discernimiento y de la participación de estas personas, la ayuda y el estímulo a la maduración de una elección consciente y coherente. Las parejas necesitan estar informadas sobre la posibilidad de recurrir al proceso de declaración de la nulidad del matrimonio” (SF, N° 53). Además se aclara en el documento que las personas que han establecido una nueva relación tras el fracaso del sacramento del matrimonio, no están excomulgadas (SF, N° 54). Todos necesitamos de la misericordia y del acompañamiento pastoral.

Desde otro punto de vista, el sínodo dice que la Iglesia acompañará a las personas que están separadas o divorciadas pero que no se han vuelto a casar y que dan testimonio de la fidelidad matrimonial, para que participen de la comunión eucarística (SF, N° 83).

En los casos de divorciados y vueltos a casar el sínodo dice lo siguiente: “Los fieles bautizados que están divorciados y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana de diferentes maneras como sea posible, evitando cualquier ocasión de escándalo. La lógica de la integración es la clave para su acompañamiento pastoral, porque sabemos que pertenecen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, pero no están teniendo una experiencia gozosa y fructífera. Son bautizados, son hermanos y hermanas, el Espíritu Santo derrama en ellos sus dones y carismas para el bien de todos. Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: por lo tanto es necesario discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en los ámbitos litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas. Ellos no sólo no deben sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que los acoge siempre, se encarga de ellos con afecto y los alienta en el camino de la vida y del Evangelio” (SF, N° 84). El discernimiento de la participación eucarística es un proceso de acompañamiento de los pastores que juzgan cada caso según las causas de la ruptura matrimonial: “Los pastores deben saber que, por amor a la verdad, están obligados a bien discernir las situaciones. En efecto, existe una diferencia entre aquellos que se han esforzado para salvar su primer matrimonio y han sido abandonados injustamente, y los que por su grave culpa han destruido un matrimonio canónicamente válido. Por último, están aquellos que han contraído un segundo matrimonio en vista de la educación de los niños, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia que su anterior matrimonio, irreparablemente destruido, nunca había sido válido (FC, 84). Por tanto, es el deber de los sacerdotes acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento según la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo. En este proceso será útil hacer un examen de conciencia, por medio de momentos de reflexión y de arrepentimiento. Los divorciados y vueltos a casar de nuevo deberían preguntarse cómo se han comportado con sus hijos cuando la unión conyugal ha entrado en crisis; si ha habido intentos de reconciliación; cómo es la situación de su pareja abandonada; qué consecuencias tiene la nueva relación sobre el resto de la familia y la comunidad de los fieles; qué ejemplo ofrecen a los jóvenes que se deben preparar para el matrimonio. Una reflexión sincera puede fortalecer la confianza en la misericordia de Dios que no se le niega a nadie” (SF, N° 85).

b) Acompañar pastoralmente a las familias que tienen personas homosexuales

Cuatro cosas dice el documento del sínodo sobre este aspecto: se debe respetar la dignidad de las personas homosexuales; la Iglesia las acoge con respeto; no se puede discriminar a las personas por su identidad homosexual y, el sínodo también dice, que las relaciones homosexuales no son consideradas como sacramento matrimonial. El sínodo lo expresa en estos términos: “Para las familias que viven la experiencia de tener al interior de ellas personas con tendencia homosexual, la Iglesia reafirma que toda persona, independientemente de su orientación sexual, deben ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, con cuidado de evitar ‘cualquier marca de discriminación injusta’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 4). Se reserva una atención específica al acompañamiento de las familias en las que viven personas homosexuales. En cuanto a las propuestas de equiparar al matrimonio las uniones entre personas homosexuales, ‘no hay fundamento alguno para asimilar o establecer analogía, ni remotamente, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia’ (Ibídem)” (SF, N° 76).

En el contexto del comienzo del año de la misericordia el 08 de diciembre, se pretende una actitud evangélica de acogida, de conversión, porque la Iglesia es la casa de todos en la que participan los pecadores y pecadoras, pero manteniendo la comunión con los santos(as) y siempre en proceso de conversión, en proceso de cambio. No olvidemos que la Iglesia es santa y pecadora.

La gran expectativa es que el Papa Francisco elabore una exhortación apostólica sobre este tema para aclarar los puntos centrales. De tal manera que ésta pueda convertirse en una orientación práctica de la manera de proceder de las Conferencias Episcopales, los Parroquias, las comunidades cristianas, y sobre todo, para el acompañamiento de la catequesis de los niños y la juventud. Dada la apertura en algunos aspectos del resultado del sínodo de la familia, será importante, también, proveer de los instrumentos jurídicos o actualizar el Código del Derecho Canónico en materia de la práctica de la comunión a los divorciados y vueltos a casar. Dada la primera orientación se trata de discernir en cada caso y situación personal y familiar para encontrar una salida de misericordia.

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