Por Marianela Jarroud
Santiago/Tierramérica
América Latina y el Caribe deben emplear técnicas de producción sostenibles para preservar suelos saludables, viagra los que constituyen la base de la agricultura, recipe la producción de alimentos y la lucha contra el hambre.
“Mantener suelos sanos significa poder tener producción de alimentos. Si uno no tiene suelos adecuados, find la producción de alimentos se empobrece, se dificulta, se encarece”, afirmó Raúl Benítez, director regional de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
“Muchas veces no somos conscientes de que para generar un centímetro de suelo sano pueden pasar 1.000 años y, sin embargo, este centímetro lo podemos perder en segundos por la contaminación, los desechos tóxicos, por un mal uso de los mismos”, señaló en entrevista con Tierramérica.
Pese a su gran importancia, 33 por ciento de las tierras del planeta están degradadas por razones físicas, químicas o biológicas, lo que se evidencia en una reducción de la cobertura vegetal, la disminución de la fertilidad, la contaminación del suelo y del agua y, como consecuencia, el empobrecimiento de las cosechas, advierte la FAO.
América Latina y el Caribe tiene las reservas de tierra cultivable más grandes del mundo, pero 14 por ciento de la degradación mundial ocurre en la región.
La situación más grave se vive en Mesoamérica, donde afecta a 26 por ciento de la tierra. En América del Sur, en tanto, este fenómeno afecta a 14 por ciento de las tierras.
De acuerdo a cifras de la FAO, cuatro países de la región tienen más de 40 por ciento de sus tierras degradadas y en 14 países la degradación afecta entre 20 y 40 por ciento del territorio nacional.
Un 40 por ciento de las tierras más degradadas del mundo están en zonas con elevadas tasas de pobreza.
En este contexto, la FAO lanzó el 5 de diciembre el Año Internacional de los Suelos 2015, en el marco de la Alianza Mundial por el Suelo y en colaboración con los gobiernos y la Secretaría de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.
América Latina llega a este año internacional “muy consciente de la utilidad y el rol fundamental que tienen los suelos en la lucha contra el hambre, lo que la lleva a tomar este tema con una importancia inusitada”, aseguró Benítez en la oficina de la FAO en Santiago.
Recordó que América Latina alcanzó los mayores avances del mundo en la seguridad alimentaria, convirtiéndose en la región con el mayor número de países que lograron la erradicación del hambre, el primero de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio.
“Por esto, no me cabe la menor duda que este Año Internacional de los Suelos va a servir para llamar la atención de los gobiernos, de las organizaciones, de la población, y América Latina va seguro a tomar el compromiso para sí mismo y asumirá una conducta acorde a las necesidades de la región”, precisó.
En ese camino, la oficina regional de la FAO, hizo alianzas con diversas organizaciones sociales que trabajan en la recuperación de los suelos.
En Chile, una de ellas es el Centro Comunal de Medio Ambiente Naturaleza Viva, de la comuna (municipio) de Estación Central, al poniente de Santiago.
La dirigente social María Contreras, presidenta de ese centro, encabezó la lucha para recuperar 40 hectáreas del antiguo vertedero de Lo Errázuriz, en la comuna de Maipú, al oeste de Santiago, un terreno donde en las décadas de los 70 y 80 todos los municipios de la capital chilena vertían sus desechos.
“Allí estaba el vertedero, era el Fundo San José de Chuchunco con algunas parcelas donde había extracción de áridos (materiales pétreos, grava, arena y otros)”, detalló Contreras a Tierramérica.
El gobierno de la Región Metropolitana de Santiago posee 30 de esas hectáreas y la comuna de Estación Central el resto.
“Actualmente tenemos 10 hectáreas ya recuperadas con árboles y el gobierno regional ya contrató seguridad y riego”, afirmó la dirigente, que anticipa la extensión de este espacio verde a otras 20 hectáreas de minibosque que se imagina con caminos peatonales y ciclovías.
La zona ha pasado a llamarse Bosques de Chuchunco, palabra mapuche que significa “entre aguas”.
“Desarrollamos nuestra experiencia por sobrevivencia”, relató Contreras y recordó que hace 30 años “Maipú abastecía de hortalizas a Santiago”.
Hace dos años la FAO financió allí la creación de un pequeño vivero “y hoy producimos semillas”, explicó la lideresa.
El inicio del proyecto se remonta a 2010, y para extender la reforestación se debe investigar qué hay en el subsuelo, presuntamente biogás y o líquidos percolados (lixiviados).
“Sin el suelo nos morimos todos. La vida que no vemos está en el subsuelo”, aseveró la activista.
Contreras apuntó a fortalecer las redes sociales y la participación ciudadana para proteger los suelos y subrayó la necesidad de la educación ambiental en los colegios para que proyectos como Bosques de Chuchunco sean sostenibles en el tiempo.
“Queremos que los niños tengan educación básica medio ambiental para que mañana sean ciudadanos responsables”, concluyó.
Otro ejemplo es el del Centro de Investigación y Desarrollo de la Lombricultura (Ceilom), que busca promover y expandir esta técnica a través de la cultura del reciclaje de materia orgánica a nivel domiciliario.
Este centro nació en 1980 con la llegada a Chile de las primeras lombrices rojas californianas (Eisenia foetida). Dictan cursos de lombricultura como fórmula que permite la disminución de los desechos y el reciclaje de 100 por ciento de la materia orgánica que se produce en una casa, que es de 700 kilogramos anuales en una familia de cuatro personas.
“Actualmente tenemos un convenio con una feria (abastecedora de verduras) de Recoleta (al norte de Santiago), para recuperar todos sus desechos y tratarlos. Pero hay muchas otras ferias con las cuales se puede realizar este mismo acuerdo”, afirmó a Tierramérica la directora general del Ceilom, Marcela Campos.
Citó también el Parque Metropolitano de Santiago, un “pulmón verde” ubicado en medio de la ciudad, que alberga al zoológico y que “produce tantos desechos que se pueden tratar”. “Así no necesitaría utilizar fertilizantes químicos para recuperar sus áreas verdes, por ejemplo”, afirmó.
Actualmente, a nivel mundial, 12 por ciento de la tierra se utiliza para cultivos agrícolas, lo que corresponde a 1,6 billones (millones de millones) de hectáreas, por lo que “hay que redoblar esfuerzos y preservar nuestros suelos usando técnicas de producción que nos permitan preservar nuestros recursos naturales”, dijo Benítez.
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Fotografía: Productoras rurales del departamento de Piura, en el norte de Perú, muestran algunas semillas nativas que preservan. (Fotografía Sabina Córdova/IPS)