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El terrible ciclo del ocio

Mauricio Vallejo Márquez

coordinador

Suplemento Tres mil

 

Los tiempos no siempre son bien utilizados. El tiempo avanza y jamás se detiene, aunque los relojes nos den esa apariencia. Escuché a un coaching colombiano llamado Juan Diego Gómez afirmar que el tiempo es nuestro principal activo. El gran problema de esto es que no siempre sabemos cómo administrarlo o utilizarlo. Y sin más se va perdiendo.

El tiempo tiene el enorme agravante de que se termina y jamás lo vamos a recuperar. No entiendo como lo dejamos escapar, es como dejar caer un poco de agua entre nuestros dedos sabiendo que esa agua se va a acabar. Incluso como esas historias que afirman que se destruyó el último árbol y entonces, solo entonces, se dieron cuenta de que no había otro y todo terminó.

Y es gracias a la conciencia de ese tiempo que percibimos que no existe edad para morir, puede ser en cualquier momento. Hoy, mañana, pasado, todo instante, variados lugares. Simplemente morir sin más.

La muerte nos habita y está latente, sobre todo en una sociedad violenta como la nuestra, ¿Porqué no preocuparnos por hacer bien las cosas? ¿Porque no nos preocupamos por dejar un mejor lugar a nuestros hijos y conciudadanos? ¿Porqué ser tan egoístas para pensar solo en nosotros?

El terrible gen egoísta del que habla en su libro Richard Dawkins nos habita y controla.

Cuando era niño escuchaba a algunos padres amenazar a sus hijos para que no prestaran sus juguetes o pertenencias, y ver compartir algo a alguien era una verdadera alegría. Sencillamente porque era raro verlo. Lo usual era ese egoísmo que camina con el tiempo solo para mostrar al final de nuestros días que no había razón.

Nos preocupamos por hacer crecer el volumen de nuestras billeteras, por sumar ceros en nuestras cuentas bancarias, por tener posesiones, por tener. ¿Porqué no preocuparnos por dar? Porque cuesta tanto, y no estamos acostumbrados. Aunque, también no pensamos en nosotros mismos mientras vivimos en esta vorágine de sobrevivir, de ser esclavos de un empleo o de un sistema. Tan difícil es salir de ese huracán de la cotidianidad que nos tiene preso y absurdamente dormidos mientras el mundo se cae a pedazos sin que nosotros hagamos algo, porque es más fácil decir: “Alguien debe hacer que las cosas cambien”.

Entonces, cuando ya el tiempo haya terminado con lo último que nos hace vivir dejaremos escapar una reflexión:

¿Cuándo seremos libres para ver el paso de las nubes, por sumarnos a la naturaleza, para dar, para vivir?

Y moriremos.

 

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