Por Wilfredo Arriola
El tiempo corrige las miradas. Hay en los ojos una suma de días que llevan consigo toda esa premura del “aquí te espero” del “no tardes en venir” del “me he demorado un poco” “del saberse disculpar a tiempo”. Todo en la urgencia banal de llegar adonde nunca pasa nada, sino las horas acompañadas de vejez. La vida se nos va entre las manos, llegando rápido de un lado a otro, acelerando todo, buscando en la perfección la escena perfecta. Saban lo comentó hace poco en una entrevista, que quién asume el perfeccionismo también asume consciente o inconscientemente un ateísmo, puesto que no se permite el error y demanda las leyes divinas pregonando tener control absoluto de todo, lo que es, imposible, dejando a un lado la belleza de lo inexacto.
Del error somos, con el convivimos y quién mejor pueda hacer las paces con lo sucedido buscará la excelencia conforme sus actos. Sin embargo, hay momentos en que un error modifica el curso del futuro, lo cambia todo. También en el error hay una belleza, como las grietas que decía Cohen, donde entra la luz y lo ilumina todo o Borges cuando dijo “El tiempo nos enseña a eludir equivocaciones, no a merecer aciertos”. Nos equivocamos constantemente, en un mal paso, en una conversación, en la llave que abre una puerta, en el ojal de la camisa por la mañana, en ocasiones con palabras, y de esas a veces, ya no hay retorno. Sucede, muchos quedan en ese olvido transitorio del tiempo, otros se fermentan con el pasar de los días, unos nos marcan. La vida es un compendio de errores, los peores son los que aun sabiéndolos los continuamos haciendo, mitad con dolo, mitad con inocencia. La noche siempre nos confiesa.
No se puede hablar del error sino está implícito también el perdón, asoma de vez en cuando a buscar reparar el pasado, siempre más para quien lo hace que para quien lo recibió. Hay perdones que solo alivian la culpa del hechor, convivir a solas con uno mismo puede resultar ser la peor de las soledades. Por lo tanto, quizá la calidad de vida se podría definir, en qué tan bien nos llevamos con nuestros errores, y qué hemos hecho para trasformar el traspié en sabiduría. El tiempo corrige las miradas, en ellas hay errores transformados, una luz distinta un nuevo camino moldeado por el error y la reivindicación. No todo es tan malo, por momentos ciertos errores son la puerta para entender que siempre podemos encontrar en la inexactitud un camino distinto, otra belleza, una oportunidad más entre el desorden de lo perfecto.