EL TROZO DE SEMITA
Myrna de Escobar
En medio del bullicio coloquial de la ciudad, cada mañana, descubrimos estampas que se repiten en tantos lugares. Buscar el sustento diario tras un largo ayuno es vital, sin embargo, para los desamparados, los desempleados y los mal pagados es una tarea difícil pues carecen de los recursos suficientes para llevar una vida digna y se proveen de una dieta que llena pero no alimenta. Triste realidad de la clase obrera de nuestro país.
Algunos se conforman con una cora de café y un pan francés para hacer frente a la faena diaria. Otros se recortan un tiempo de comida para alimentar a alguien más en la familia. Algo que en nuestra sociedad en crisis sucede aún entre cuatro paredes, aunque se tenga un empleo. Con salarios indignos y la canasta básica disparada, muchas familias no tienen más alternativa que socarse el cinturón y tratar de sobrevivir.
Si irónicamente a un político le parece que con $300 se vive bien en nuestro país, se imagina ustedes cómo vive una madre soltera y sus dos hijos con un pírrico sueldo de $160.00 al mes, incluyendo el pago de vivienda, transporte y gas propano, pero si añadimos que este salario, sin prestación alguna, se recibe por día trabajado, la dieta se complica más.
Carlitos es un niño tranquilo, bizarro, pero a veces se queda dormidito en el pupitre. — cuenta la maestra. Ver el sacrificio de su madre por llevar la comida a la casa le ha hecho madurar a una realidad impuesta por el abandono de quien un día fue su progenitor.
— Hasta el primer grado su padre estaba atento a venir a dejarlo en el vehículo, revisar su cuaderno y llenar su loncherita. Hoy el niño llega cansado y mira con tristeza a sus compañeritos del salón.
— Parece ansioso, inquieto y se enoja con facilidad. Pero tiene una letra muy linda.
— Luego de la separación la señora se vio obligada a trabajar para pagar el alquiler y alimentar a estos dos angelitos con muchas carencias.
— Antes venía seguido el papá a preguntar por los niños. Participaban en la clausura. Hoy se han descuidado de ambos.
Para el hombre arreglar el problema de sexo es más prioritario que velar por el bienestar de los hijos. — murmuran quienes conocen la situación que se vive en tantos hogares destruidos en nuestro medio.
Asumir la manutención de los hijos cuando la pareja se marcha a formar otro hogar es difícil para una madre soltera en una sociedad tradicionalmente machista donde los padres olvidan que deben ser padres siempre, aunque después de separarse. Para los menores, la separación de los padres implica una carga de agobio y estrés del cual deberían estar exentos, pero es tristemente una realidad recurrente en un país donde la inmensa mayoría de mujeres dan la cara por sus hijos, y asumen con valentía la responsabilidad como sólo una verdadera madre lo puede hacer.
“Un padre puede estar de paso, pero una madre es para siempre” rezaba el texto escrito por Carlitos en su cuadernito de tareas. Al preguntarle por la nota, mi pequeño escritor apretó los labios dejando al descubierto dos gruesas lágrimas, que incontenibles rodaron por sus pálidas mejillas, una mañana. Guardé silencio y buscando entre sus cosas un número telefónico para abordar la situación con la madre, encontré un apunte que con permiso de la madre público a continuación. Lo escribió Laurita, la hermanita de segundo grado, contestó el pequeño.
Presupuesto mensual de la familia.
—Alquiler.$80.00
— Transporte. $17.00
— Luz. $10.00
— Gas. $ 5.00
— 1 cartón de huevos. $ 3.00
— Un paquete de café Musun. $ 2.10
— 2 libras de azúcar. $ 1.00
— 8 libras de frijoles. $ 8.00
— 4 libras de arroz. $ 4.00
— Otros: tortillas, quesito duro. $ 6.00
— Pastas y verduras. $ 5.00
— Jabón, pasta de dientes, papel higiénico, detergente. $ 5.00
— Chucheria para la lonchera. $ 10.00
— Toallas Sanitarias. $ 3.00
Total: $159.10
La caligrafía de los escritos llama la atención y al contrastarla con el cuaderno de Laurita encontré el mismo apunté y esta notita que me llamó la atención.
— Frutas: Ir a cortar mangos, bajar aguacates o intercambiar mi pancito con frijoles con mi compañerito Valentín.
Carlitos sueña con ser economista para que a su mamá le alcance el pisto. Laurita quiere ser contador porque ya aprendió a colocar las cifras, para orgullo de sus maestros. Ambos vienen de colegio y aprendieron a leer, escribir y sumar en preparatoria. Hoy asisten a la escuela pública por la situación de sus progenitores.
Viendo el presupuesto planteado veo que es una familia bien organizada, pero algunas veces la señora no recibe la paga puntual por el servicio que presta. Lava y plancha ajeno, pero no está exenta de realizar todos los servicios de casa como sucede siempre. La niña Lupe trabaja de 6:30 a 5:30 p.m. Regresa a casa a las 7:00pm 4 días a la semana. Si tiene suerte recibe $40.00 semanales.
— Recibo $10.00 por día trabajado. Lunes, miércoles, viernes y domingo; aunque a veces olvidan dejarme el pago y me lo acumulan para la quincena. — ¡eso es triste, viera! De ahí dejo $5.00 para juntar lo del alquiler y el transporte. Gasto $17.00 de bus al mes y guardo dos coritas diarias para los cipotes.
Contemplo su mirada esquiva mientras compartimos un cafecito con un trozo de Semita mieluda, en el cafetín de la escuela.
Carlitos se suma a la plática no sin antes advertirle su madre de no meterse en las pláticas de los mayores.
— ¡Ya soy grande, mira! ¡Ya casi te alcanzo!
Se funden en un abrazo lleno de ternura. La sinceridad de compartir la información sin haberlo preguntado ni tener necesidad de inmiscuirme en su vida íntima me hizo estremecer.
— Perdone que me desahogue con usted, maestra. Necesitaba hablar con alguien. Hace tiempo, no lo hago. Y prosiguió: Me quedan $5.00 para distribuirlos en dos días. De eso, compro 0.50 centavos de tortillas y aparto el dólar del bus.
— ¿De qué quería hablarme? — pregunta. Solo yo he hablado y Laurita me dijo que quería verme.
El timbre de la escuela anuncio la hora de volver al aula.
— Quiero felicitarla por lo bien portaditos que son sus hijos y felicitarla por el sacrificio de mandármelos todos los días a clase.
— Si sabe de alguien que necesite una lavadita, me avisa. Puedo hacerlo de noche para no dejarlos solos tanto tiempo. Uno va tirado con lo poco que gana.
Me dirijo al salón. Restos de pupusas, hamburguesa y galletas yacen en las mesas de los alumnos más afortunados. Antes de entrar al salón, el llamado a recoger basura se escucha en el altavoz. Mientras unos pasan hambre, el derroche de otros, es evidente.
La madre de familia desaparece por la puerta de la escuela. Tras un instante, regresa.
— Estaba bien buena la semita. Nunca había probado un pan tan rico. Gracias por compartir y escucharme. A él le daba pena salir conmigo porque es abogado, sólo a los niños sacaba a pasear.
La remití a charla psicológica y asistencia jurídica. Era hora de volver a clase.