Por Leonel Herrera*
La Iglesia Católica se ha pronunciado tres veces contra la derogación de la prohibición de la minería metálica y podría jugar un rol clave en la nueva resistencia contra la más contaminante de las industrias extractivas.
Primero fue el Secretariado Episcopal de América Central, el 29 de noviembre, inmediatamente después del anuncio de Nayib Bukele de sus intenciones de derogar la prohibición de la minería de metales. Los obispos de la región, quienes se encontraban reunidos en San Salvador, pidieron a los gobiernos no permitir la minería para “salvaguardar la creación de Dios”.
Dos días después, el 1o. de diciembre, en su conferencia de prensa dominical, Monseñor José Luis Escobar Alas, pidió al gobierno “recapacitar sobre los daños de la minería” y no derogar la prohibición. El Arzobispo de San Salvador también señaló la impunidad en la que han quedado los asesinatos de los ambientalistas antimineros de Cabañas y la actual persecución judicial contra los líderes comunitarios de la Santa Marta y ADES que se oponen a la minería metálica.
Y, finalmente, la Conferencia Episcopal de El Salvador (CEDES) emitió un pronunciamiento unánime en favor de proteger la “Casa Común” frente a la grave amenaza minera. En un comunicado, firmado por todos los obispos del país y publicado el 12 de diciembre, la máxima instancia de la Iglesia Católica le recuerda al gobierno de Bukele que “el agua, la salud y la vida NO TIENEN PRECIO”.
Consecuente con dicha postura, la Parroquia El Calvario escribió en sus redes sociales que derogar la prohibición de la minería “es una traición al pueblo más pobre y vulnerable, traición que tiene sus raíces de avaricia en detrimento de los recursos naturales”. “Es una irresponsabilidad de quienes favorecen modificar la ley”, dice en pronunciamiento, refiriéndose a la inminente derogación de la Ley de Prohibición de la Minería Metálica.
“No hay manera que no afecte, no hay minería responsable y los daños son irreversibles, sobre todo en un territorio tan pequeño como nuestro El Salvador”, afirma el comunicado, haciendo evocando el mandato del Papa Francisco a que la Iglesia “defienda la creación”.
En tal sentido, es esperable que todos los obispos y sacerdotes asuman la tarea de divulgar el pronunciamiento eclesial contra la minería metálica, promuevan la organización y llamen a toda la feligresía a manifestarse por el agua, el medioambiente, la agricultura, la salud y la vida.
Dada su presencia territorial en todo el país, es clave la participación de la Iglesia Católica en la lucha por evitar los tenebrosos proyectos mineros, aun derogada la prohibición y aprobada la nefasta Ley General de Minería Metálica impuesta por el oficialismo suicida.
Ojalá, pues, que la Iglesia Católica no tenga miedo, sea consecuente y esté a la altura de esta nueva situación peligrosa que sufre el país.
El turno es también de las iglesias evangélicas a no permitir la destrucción de esta tierra que Dios nos ha dado, rechazar la codicia y reivindicar la vida.
*Periodista y activista ambiental.