Por Leonel Herrera*
La Universidad de El Salvador ha vuelto. Es reconfortante ver al Alma Máter pronunciarse de manera unánime contra la mayor amenaza a la existencia del país: la tenebrosa intención presidencial de reactivar la minería metálica.
Primero fue el Consejo Superior Universitario (CSU). La máxima instancia académica, científica, administrativa y financiera de la UES se posicionó a favor de mantener la prohibición de la más nociva de las industrias extractivas, cuya inviabilidad en el país está determinada por la estrechez territorial, la alta densidad poblacional, el grave deterioro ecológico y el creciente estrés hídrico.
El CSU también se ha pronunciado en varias ocasiones contra la criminalización de los ambientalistas antimineros de Santa Marta y ADES, denunciando la persecución judicial y exigiendo su libertad. La semana pasada rechazó la decisión de la Cámara Penal de Cojutepeque de anular el sobreseimiento definitivo y ordenar la repetición del juicio en el Tribunal de Sentencia de San Vicente.
Después fue el rector Juan Rosa Quintanilla, quien planteó que definitivamente la minería de metales no debe permitirse en el país, debido a los enormes daños ambientales que causa y porque amenaza directamente al Río Lempa.
El máximo representante de la principal Casa de Estudios del país aclaró que no es posible realizar la minería metálica de manera sustentable, como intenta convencer el falaz relato gubernamental que hace eco del esloganes publicitarios como “minería verde” o “minería sostenible” difundidos por las empresas extractivas.
Finalmente, la Asamblea General Universitaria (AGU), el ente normativo y elector de la UES, llamó al gobierno y a la Asamblea Legislativa a no derogar la Ley de Prohibición de la Minería Metálica aprobada por unanimidad en marzo de 2017 como resultado de amplio consenso nacional por el agua y el medioambiente.
La AGU también ha conformado una comisión multidisciplinaria de expertos en agua, medioambiente, agricultura, salud pública y otros ámbitos académicos y científicos para dar seguimiento a la amenaza minera. Dicha comisión realizará investigaciones y debates para actualizar los argumentos sobre la inviabilidad de la explotación minera en el país.
Así que la UES, que venía guardando silencio frente a las barbaridades de la autocracia bukeliana, empieza a reivindicarse. Enhorabuena, porque su voz es necesaria en este momento nacional difícil donde el agua, la salud y la vida de las presentes y futuras generaciones chocan con la avaricia y las ambiciones de poder y de riqueza del clan gobernante que mira al país como su finca familiar, incluso de manera más descarada que los grupos oligárquicos tradicionales.
Recientemente la UES también ha denunciado ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la ofensiva estatal contra la educación superior pública y las asignaciones presupuestarias que el gobierno de Bukele y sus hermanos le adeuda.
En un informe que presentará ante el Examen Periódico Universal (EPU), del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la UES también señala “posibles amenazas” a su autonomía, refiriéndose a los intentos de modificar su marco legal y de intervención desde instancias del gobierno.
Bien por la UES y por el país. Es un asunto de pertinencia, responsabilidad y hasta de dignidad, pues la U es -además- una de las instancias más burladas y agraviadas por Bukele, empezando por las incumplidas promesas electorales de incremento presupuestario, construcción de nuevas sedes regionales y la dotación de recursos para la investigación, innovación y salto tecnológico.
Ojalá que los pronunciamientos y eventuales investigaciones de la UES sobre la amenaza de la minería metálica motiven a la movilización de sus estudiantes y que, con el grito unísono de “Ésta es la U”, hagan temblar las calles demandando sus derechos, respaldando las aspiraciones sentidas de la gente y exigiendo mantener las posibilidades de continuidad de la vida, gravemente amenazadas por el extractivismo minero que acecha al país.
Es el turno de la UES.
*Periodista y activista social.