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El valor de las víctimas

Ética y Política

José M. Tojeira

La Semana Santa no tendría sentido si no supiéramos descubrir el valor de las víctimas. Efectivamente, los cristianos celebramos en estos días la muerte y resurrección de Jesús. Pero esa frase acuñada teológicamente, muerte y resurrección, lo que significa históricamente es que celebramos a una víctima concreta, Jesús de Nazaret, que estamos convencidos de que, aun habiendo muerto, es fuente de vida.

Por eso creemos que está vivo y permanece activo en la historia de este mundo. Esta fe en Jesús nos obliga a quienes nos llamamos cristianos a replantearnos el valor de las víctimas. Si reconocemos como manifestación plena de Dios, Dios hecho carne humana, a una víctima ¿qué sentido pueden tener las víctimas de la historia, en tantos aspectos unidas a la suerte de Jesús?

Jesús se convirtió en víctima al enfrentar el pecado del mundo. De nuevo una afirmación teológica tiene un sentido histórico concreto. El mundo evoluciona, o así lo creen muchos, a partir del poder humano. Son los poderosos de este mundo, los que ganan las batallas, los que construyen imperios, los que van haciendo la historia. Las víctimas son los que quedan atrás, las florecillas aplastadas por el carro triunfante de la historia, como decía un filósofo del siglo XIX. Jesús nos dice todo lo contrario. La historia verdadera se crea desde el amor, la generosidad, la ayuda y el apoyo al débil. Se crea también la historia desde el conflicto pacífico y desarmado con el que quiere construirla desde el poder que oprime, desde el abuso de la fuerza, desde la mentira o desde las armas.

En El Salvador, a pesar de nuestro cristianismo generalizado, nos cuesta entender esto. No faltan quienes piensan que el poder, la fama y el dinero de unos pocos son los que construyen la historia salvadoreña. Pero eso a lo que llaman historia, ¿qué es? ¿Riqueza de unos pocos a costa de la pobreza de muchos? ¿Dominio de los que están bien sobre los que están mal? Demasiados creen todavía que líderes políticos o millonarios famosos son más importantes para la historia de El Salvador que personas como Rufina Amaya o cualquiera de los campesinos que han dado testimonio sobre la masacre del Mozote. ¿Es históricamente más significativo Hernández Martínez que los indígenas masacrados por pedir tierra y justicia? La Semana Santa nos dice que la historia construida sobre el poder y la violencia es pura farsa. O ¿acaso creemos más en los sumo sacerdotes, Pilatos y Herodes, que en Jesús? Ya bastante antes de que Jesús naciera los salmos, que el mismo Jesús rezó, insistían en que la verdadera historia de Dios estaba más en las víctimas y los débiles que en los poderosos. Baste recordar el final del Salmo 10, que en la traducción de la Biblia Latinoamericana dice: “Harás justicia a huérfanos y oprimidos y ya no nos dominarán hombres de barro.

Cuando estamos pasando por un tiempo de pandemia que afecta de tantas maneras la vida de las personas, cuando los más pobres corren más riesgo y sufren una mayor victimización, cuando estamos a punto de entrar en una seria etapa de sufrimiento porque a los pobres  no se les ha dado importancia en el país, la Semana Santa tiene algo que decirnos sobre la historia de El Salvador. ¿Queremos seguir construyendo una historia que no es más que farsa revestida de buenas palabras, en ocasiones incluso de hipocresía con una especie de disfraz de cristianismo? Si queremos coherencia con esta historia nueva, que arranca con Jesús de Nazaret, el Señor y el Cristo, la inversión en los pobres y la defensa de las víctimas tienen que cobrar una real prioridad. Lo demás no es más que propaganda y diversión de unos pocos.

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