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El viaje de Nils y yo

Mauricio Vallejo Márquez,

escritor y coordinador Suplemento 3000

 

Es inminente, el sistema en el que vivimos nos devora. Nos engulle, y cuando nos venimos a dar cuenta ya no existe tiempo para enmendar nada, porque el tiempo se acabó.
Hace diez años leía incansablemente, llegaba a contabilizar cinco libros por jornada, a veces más. Leía todo lo que se ponía frente a mí, sin ninguna restricción. Pero con el tiempo eso fue mermando, sin querer la cotidianidad me fue atrapando. De pronto hay una pausa en mí, dejó de hacer actividades, me repongo de una cirugía. Y desde mi cama logró ver varios de los libros que aún debo leer.
Y así me cruzo con el Maravilloso viaje a Suecia de Nils Holgerson de Selma Lagerlöf. Hace varios meses había dejado suspendida la lectura, en un rincón quedó llenándose de polvo, en tanto me acercaba a él de nuevo surgió esa sensación hermosa de vivir la fantasía. No sé en qué momento llegué a sentirme tan atraído por el mundo de los duendes, seguro fue al escuchar a mi abuelo Mauro Márquez contarme las experiencias que tuvo con una pequeña duendecita. Quería vivir eso, ver los duendes. Me quedé con tanta curiosidad que buscaba todo acerca de estos seres, escudriñanaba en mis libros de cuentos para encontrarme con alguna de sus aventuras. Y así fui creciendo.
Con los años el mundo de los duendes me resultó insuficiente, ya no solo eran esos diminutos seres los que buscaba, también comencé a indagar de otros seres mitológicos alimentado por la afición que mi abuela Josefina había inculcado al pasar las noches conversando de la Grecia clásica. Estos mis abuelos fueron la base para que esos mundos irreales vivieran en mí.
Mientras viví en la Zacamil, una vez presencié una tormenta muy fuerte que llegó a generar un río caudaloso en la calle de polvo que dividía mi edificio de unas pequeñas casas donde vendían tortillas, y al esperar que escampara el agua no sé si imaginé o en realidad llegué a ver pequeños seres de agua que salían y entraban en la corriente, pequeños humanitos de agua.
Quizá por todo esto que cuento es que el viaje de Nils llegó a hacerme revivir esos instantes al mismo tiempo que iba conociendo la campiña sueca, sus historias.
El pequeño Nils es un niño malcriado, que por sus incontables travesuras llega a ser malo con un duende. Este duende lo convierte en un duende y le obliga a realizar una serie de aventuras mientras debe terminar una meta para volver a ser un humano.
Al terminar el viaje de Nils, recordé que mientras jugaba con mis juguetes deseaba ser un diminuto ser que pudiera utilizar mis carritos o los instrumentos del resto de mis muñecos. Quería aventurarme por el jardín de mis abuelos y escudriñar los pequeños rincones entre la maleza, recorrer la zona donde estaban las rosas, e incluso comerme un marañón que me parecería gigante en mi estado. Esas locuras que los niños queremos vivir, porque la aventura y la fantasía en realidad es parte de nosotros mismos.
Así me he dado cuenta que el sistema nos pierde de nuestro real ser, de lo que de verdad queremos ser y hacer. Un músico termina dedicándose a ser abogado para tener el estilo de vida que cree lo mejor, un poeta termina siendo algún empleado público o privado y olvida su esencia de ser el puente entre la poesía y los lectores. El sistema es terrible sin duda, pero más terrible es nuestra voluntad para no salir de eso. Existen momentos cuando debemos de sacrificar lo que pensamos como algo correcto para de verdad ser nosotros mismos, Justo como lo hace Nils en su viaje para llegar a ser él mismo. Pero no aquel que fue siempre, sino el mejor, el que debió ser siempre.
Quiero lograr el final de ese viaje como Nils, convertirme en un duende que recorre su patria para encontrarse.

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