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El vicio de mentir

José M. Tojeira

El funcionamiento del Tribunal Supremo electoral nos recuerda el vicio de mentir. Un vicio que se da a nivel nacional sin que casi nadie diga nada. En el Tribunal mencionado el vicio de mentir se trasluce más fácilmente por el desastre y descontento de muchos en el conteo de votos. Pero no son los únicos que mienten en El Salvador. Puede ser interesante hacer un recuento de mentiras y ver al mismo tiempo que prácticamente dejamos pasar las mentiras como si fueran parte de la actividad normal del país. En realidad se trata de otra versión de la ley del más fuerte. La mentira se hace para no mostrar debilidad, cheap para defenderse, ambulance para parecer fuerte cuando en realidad se es débil. Pero la mentira ni da fuerza ni elimina las debilidades. Al contrario, find las potencia, y crea al mismo tiempo una desconfianza ciudadana que incide negativamente en nuestras posibilidades de desarrollo.

Y como se trata de poner ejemplos comenzamos por el Tribunal Supremo Electoral. Una frase de propaganda oficial del Tribunal, que se repitió frecuentemente, es la que rezaba: “Votar es fácil”. Pues resultó que no. Y por supuesto la realidad dejó como mentiroso al Tribunal que avaló esa propaganda en vez de esmerarse mucho más, tanto en instruir al ciudadano como a los miembros de las mesas electorales. Y como el vicio implica costumbre, después de las elecciones vino el sabotaje: Una excelente excusa para cubrir la propia incapacidad. La Fiscalía se preocupó, pues el término remite indudablemente a una acción ilegal, pero no encontró nada. Finalmente, apareció un técnico que dijo que la fibra óptica que se decía había desaparecido, en realidad la habían guardado y allá estaba en una bodega esperando su uso. Si no fuera porque todo el asunto se daba en medio de un desastre informativo y organizativo, parecería una comedia.

Pero no sólo el Tribunal miente. También instituciones aparentemente serias nos hablan como si fuéramos niños de pecho. La propaganda de ASDER insistiendo en que en El Salvador el espectro radioleléctrico está democratizado deja alucinado a cualquiera. E insiste además en que los medios estén libres de injerencias ideológicas. O sea, que parece que ASDER o no tiene ideología ninguna. Todo un milagro, pues difícilmente hay en el resto del mundo un medio de comunicación que no tenga injerencias ideológicas. Deberían patentar el asunto. O de lo contrario suspender esa ridícula propaganda. Pues para ser profesionales de la comunicación, manejan los conceptos con la misma finura que un jabalí se mueve en un sembrado de hortalizas. Y por supuesto mienten con un cinismo evidente. Porque basta ver quiénes son los dueños de los grandes medios de comunicación y cómo funcionan habitualmente para saber que la democracia no es lo más brillante en ellos.

Y tal parece que cuando se asocian los dueños de las empresas el recurso a la mentira es todavía más poderoso. No hace mucho el presidente de ANEP profetizaba el colapso del Instituto del Seguro Social si se permitía a las trabajadoras del hogar afiliarse. Y el clan de los azucareros tiene también un mensaje publicitario alucinante. Un niño le pregunta a su abuelo: ¿”De qué está hecho el azúcar, abue”? Y el abuelo le responde que de la misma materia que todos los salvadoreños, de cuero duro y otras sandeces, y que no menciona para nada ese salario mínimo de 109.20 para quienes cortan caña, que es parte clave de lo que está hecho el azúcar en El Salvador. Mentir haciendo una falsa y floja ambientación poética y paternal, eliminando la injusticia que hay detrás de la explotación de quienes van a la zafra, es realmente vergonzoso y humillante. Está demostrado científicamente que el azúcar produce caries. Si los azucareros tuvieran la responsabilidad social que dicen tener, pondrían en su propaganda algún aviso dedicado a los padres de familia para que cuiden la excesiva ingesta de azúcares en los niños y cuiden la salud dental de sus hijos. Pero eso es demasiado pedir para quienes han tenido tradicionalmente diversas formas de protección del estado para sus empresas, incluido la fijación de un salario mínimo miserable para los últimos y más sencillos trabajadores de la producción industrial de ese rubro.

Ya sabemos que un amplio porcentaje de propaganda tiende a mentir. Basta recordar aquella propaganda engañosa, médica y éticamente condenable de Alka-Seltzer, que presentaba a esta pastilla como “licencia para continuar” con la fiesta, cuando el estómago no aguantaba ya la mezcla de comidas y bebidas. Pero que instituciones estatales o asociaciones de industria caigan en la misma simpleza, dañando y ofendiendo a los salvadoreños resulta intolerable. La existencia de un empresario mentiroso, o un político sin escrúpulos puede ser considerada como normal, pues en todas las profesiones y grupos hay que gente que tiene fallos, por la simple razón de la debilidad humana. Sinvergüenzas que se dedican a multiplicar sistemáticamente la estafa y la mentira los hay en todas partes. Pero una institución colegial del Estado, o una asociación de empresarios con una amplia responsabilidad colectiva deben ser más acuciosos a la hora de dar mensajes publicitarios. La veracidad, el decir verdad, es uno de los pilares sobre el que se ha construido la ética occidental y la confianza ciudadana. Y es demasiado importante que las instituciones no olviden esto. Para estar libres de “injerencias ideológicas”, primero hay que decir verdad.

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