Luis Antonio Chávez
Escritor y periodista
“Los tres me miraban con ansiedad. Me di cuenta de que
contenían el aliento y sentí cierta simpatía
por lo que habían tenido que soportar”…
Graham Green (El agente confidencial)
A inicios del mes de octubre de 2015 sostuve a través del chat una charla acerca de la literatura nacional con el músico y escritor Roberto Quezada, troche doctor recibiendo de él algunos tics muy enriquecedores.
Hablamos de la novela escrita por un autor nacional de extenso recorrido centroamericano, cialis de la “fama” adquirida, pero que ha degradado sus escritos por no revisarlos antes de publicarlos.
No faltó el comentario hacia su novela Leon Cabalo, leída por mí hace más de diez años y cuyas líneas aún permanecen alojadas en algún rincón de mi cerebelo.
Bien por el escritor, pero mal por la Dirección de Publicaciones e Impresos, pues según tengo entendido el libro obtuvo no sé qué galardón y debían premiarlo imprimiéndolo.
Sé de algunos que han metido su texto para ser aprobado “por un consejo editor” y después de varios años aún duerme el sueño de los justos esperando se “apruebe” su publicación.
A todos nos pasa, pero si viene de alguien que sabedor de que un conocido participa en el certamen se atreve a decirle al jurado que sólo entrarán al concurso textos con menos de 100 páginas, eso sí está jodido.
Y no extraña esa patraña. A mí me robaron un primer lugar en Cojutepeque. Uno de los jurados decidió dárselo a la hija so pretexto de “dar oportunidad a las mujeres”…
La interrogante es, ¿cómo sabía que el trabajo participante en el certamen era de una mujer?
Otro, en Soyapango, tampoco me dio el premio por aducir que no era de ese municipio… en fin se ven cosas… por eso mi determinación de no participar en “certámenes viciados”, pues el jurado pasa revista pero no lee.
Un ejemplo anterior es lo del chico que plagió un libro completo de cuentos, y al ser descubierto adujo que era un “performance”.
El violín de Justo Armas
Un sábado visité la casa del abogado Víctor Pinaud y la escritora Juanita Minero, después de disfrutar un suculento almuerzo, nos tomamos un humeante café con su respetivo pan dulce.
Tras varias horas de exquisita conversación me invitaron a la presentación de la novela La venada escrita por Minero, evento a realizarse en la Biblioteca Nacional.
Llegó el día “D” y me aboqué a la Biblioteca. Saludé a Juanita. Allí vi por segunda vez al abogado Sergio Alfredo Flores Acevedo quien presentaba su novela La Cofradía del anillo, texto del cual tenía conocimiento y que si bien carece de edición, lo salva la trama muy bien estructurada.
Con Sergio intercambiamos números telefónicos… con los días me entregó el libro antes citado y ahora tengo en mis manos El violín de Justo Armas, título atractivo para fines publicitarios y no sólo eso, también de “pegue”, por abordar el tema de las pandillas, sin olvidarse de la guerra.
En la literatura hay dos temas cuyas líneas no me atrevo a abordar porque además de desconocer sus aristas, tienen muchos laberintos de donde saldría más perdido que una cabra o quedaría “orate” para la eternidad. Dichos temas son la Teosofía o la Religión, vaya usted a saber por qué.
La técnica usada por Flores Acevedo es la novela Negra o Policíaca, creada hacia el siglo XVIII por el escritor bostoniano Edgar Allan Poe (Boston, Massachusetts 19/1/1809-Baltimore, Maryland, 7/10/1849); seguida por Arthur Conan Doyle (Edimburgo, Reino Unido 22/5/1859- Crowbourough 7/7/1930); y Agatha Christy (Torquay, Reino Unido 15/9/1890- Wallingford, Reino Unido 12/1/1976), como máximos exponentes, sin perder de vista los escritos de Stephen King´s (Portland, Maine, 25/9/1947).
Marco Alcántara (Ex miembro del Batallón Atlacatl); Rubén Girón (Ex detective de la extinta Policía Nacional); y Alirio Bracamonte (Sargento de la PNC), así como lideres de las ranflas nacionales de las pandillas encierran esta trama que se pone interesante por el suspenso, la filosofía, teosofía y el sarcasmo.
La investigación del delito, en la novela, está a cargo del Sargento Bracamonte, quien al verse atado de manos dada la simbología utilizada en la masacre de cuatro líderes de pandillas, se aboca a don Rubén Girón y al cacique indígena Adrián Esquina.
Adentrándome en el tema que nos ocupa visualicé la necesidad de proyectarle a Sergio Alfredo un aliciente: no desmayar en la escritura y en la publicación de los mismos, pues pese a vivir en una sociedad apática a la lectura, los que lo hacemos exigimos más que una simple trama, sin descuidar la gramática, que es tan bondadosa.
En ese laberinto novelístico escrito por Sergio Alfredo se amalgama la religión, la filosofía, la barbarie de las pandillas, la teosofía y la simbología Maya, así como las creencias de culturas ancestrales que ponen los “pelos” de punta.
Además se rescatan virtudes teologales, destaca cualidades humanas que separan al hombre del “común de los mortales”, pero también muestra que la avaricia puede convertir al ser humano en una “alimaña” hasta alcanzar bajos niveles de maldad.
Una de las cosas que valoro de esta novela es el atrevimiento de Sergio Alfredo Flores Acevedo al tocar el tema de las pandillas, sus atroces asesinatos, sin olvidarse del narcotráfico afincado hace años en nuestro país.
“Rubén Girón se acomodó los lentes y se acercó al presbiterio… descubrió la macabra escena de un crimen… la sangre había chorreado, y con la paciencia de un relojero comenzó a explorar el lugar… Al acercarse, la expresión fue de asombro, observó que del grueso cuello colgaba amarrado con una pita de mezcal un corazón, que indudablemente era humano”…
La novela abarca la reaparición de miembros del ya conocido y extinto Batallón Atlacatl, responsable de la masacre del Sumpul, quienes asesinaron a niños que aún eran amamantados por sus madres.
En la misma se deja entrever que al no recibir “dadivas” del gobierno tras la desmovilización, los ex BIRIA se dedicaron –no todos-, al secuestro, narcotráfico, y por qué no decirlo, tal vez sean parte de los líderes “palabreros” en las llamadas Ranflas (estructura o clicas), y no sólo ellos lo han hecho, imagino que también hay ex guerrilleros.
“Lentamente se acercó para observar la estructura del ídolo. Pidió una lámpara. Alumbró el interior de la hueca figura y vio que en su base había un charco de sangre, también tres corazones. Al examinar el lado de atrás fue sorprendido por otra grotesca escena en la que se encontraban cuatro cabezas atravesadas por los lados temporales por un tubo de metal”.
Disfruto este tipo de literatura, pues además de abstraerme de la realidad cotidiana, observo que hay tramas para muchos, la audacia estriba en cómo se abordan los temas existentes sin caer en el “plagio”, ya que hay quienes se enojan y hasta ofrecen irse al cuadrilátero, de lo que se salvó el escritor Alfonso Orantes, papá de María Cristina Orantes.
“Mientras observaba la ubicación de los cuerpos, con relación a la colocación de los objetos, vio que mostraban tatuajes alusivos a alguna de las pandillas”…
El escenario en El Violín de Justo Armas es vasto, aunque las locaciones –en su mayoría- son en San Salvador, también el Puerto de La Libertad, Cojutepeque, Chalatenango, la Residencial Santa Elena…
No puedo ni siquiera imaginar el sentimiento de impotencia al enterarse una madre de que uno de sus hijos ha sido plagiado, así como la crisis nerviosa sufrida.
“…Lo llevaban a hacer sus necesidades fisiológicas, le ponían una venda oscura para que no ubicara donde se encontraba… Se había sentado en el colchón, con la espalda apoyada en la pared, le habían cambiado las amarras por esposas de acero, en los pies y manos, las cuales estaban apresadas hacia el frente”.
Para asegurarse de que el bien siempre triunfa sobre el mal, Sergio Alfredo hace uso de algunos textos de las Santas Escrituras, pues en esa lucha, Dios es fundamental para el acopio de la fe.
“Si revisa con adecuado interés, en el libro de Isaías capítulo 45 versículo 7 están estas palabras: “Yo formo la Luz, y también he creado la oscuridad; he creado la paz y he creado el mal; yo, el Señor, he hecho todas estas cosas”. También en el libro de Amós Capítulo 3 Versículo 6 se lee “…¿Habrá mal en la ciudad sin que el Señor lo haya creado?”
Cada línea de esta novela está impregnada de misterio, el cual se va dilucidando –como caja de pandora- a medida transcurren los hechos, en donde se juega con los sentimientos más nobles del ser humano, pues los grupos en pugna han perdido la sensibilidad hacia la vida.
“Observó el rostro taciturno de Marco Alcántara. Abordaron los vehículos en silencio. El anciano estaba sereno, sentía compasión por el dolor del hombre, por la situación difícil en la que se encontraba su hijo quien estaba siendo utilizado como señuelo de un plan siniestro y en medio de una guerra sangrienta entre seres humanos que habían perdido el respeto por la vida”…
Esta es la novela de Sergio Alfredo, un abogado a quien lo veo despuntar como una promesa de la novelística nacional, augurándole desde ya el éxito debido, aunque sí le pediría que le ponga mucha atención a la gramática que es tan rica en adjetivos, verbos, sufijos y algo más, mientras tanto yo me quedó disfrutando la Reina del Sur, a ver si le atino en el siguiente desenlace.
Octubre de 2015