Javier Alvarenga,
Escritor y fotoperiodista
Las sierras verdes, el cielo azul cargado en el horizonte, las pequeñas cabinas con techo de barro y hermosos murales a cada cierta distancia de kilómetros funcionando como paradas de autobús y los campesinos de sombrero, piel tostada con su venta de costales llenas de elote blanco anuncian la llegada a Ilobasco, ciudad reconocida por su tradición artesanal.
El sol brillaba con su esplendor matutino sobre las casas apretadas, ventanas y puertas amplias ofrecen a la mirada del visitante, el hermoso universo de barro, seres míticos, personajes cotidianos, aves exóticas, todos conviviendo y convergiendo bajo el perdón de Tepeu y Gucumatz creadores universales del primer boceto humano elaborado de la bondad húmeda de la tierra.
Así es la localidad, rica en arcilla dorada como el significado de su nombre, en la plaza al artesano fluye el agua de la fuente fresca que avecina la vieja edificación de adobe y techo de barro cocido, la eterna testigo del nacimiento y devenir de la fuerza talladora de las manos de Doña Dominga Herrera constructora de un enorme legado cultural.
El día avanza, los artesanos ofertando con el fruto de la tierra, de su tierra e imaginación, los pájaros de barro chiflan con el sopló de los vendedores, resuenan en cada esquina, los visitantes admirados, la música folclórica bailada por las nuevas generaciones, todo para homenajear el VII Festival del Barro, lo que resulta ser uno de los mayores orgullos de los oriundos.
La atención se centra en el torno colocado en la calle, el anciano de mirada fija forja con sus manos el rollo de barro que se funde con sus palmas húmedas, sus pies en el adecuado movimiento para la creación, todo él coordinado, las vasijas toman forma, aparecen frente a los atónitos visitantes, la destreza es el fruto de una vida dedicada a su mayor sustento económico.
En fin, Ilobasco es barro tallado en manos de sus mismos pobladores, es vida, es color y alegría, es creatividad y cordialidad humana, son la herencia de la imaginación, son aquel Cipitio pintado, son aquellos seres que surgen con cada diciembre en los hogares de casi todo El Salvador.
Son aquel sarcasmo de personajes políticos, son las ciudades y pobladores miniatura, son los creadores materiales de todas nuestras leyendas cuscatlecas, son y serán siempre parte de nuestro universo Cuzcatleco.