José M. Tojeira
La elección de procurador para la Defensa de los Derechos Humanos está ya muy próxima. Y debemos tomarla en serio. Porque hay una tendencia a rebajar la calidad de la procuraduría cuando esta cumple con su función. Así pasó después del excelente período de Doña Victoria de Avilés, cuando se eligió a un personaje corrupto para deshacer el buen camino de la procuraduría, y al que la misma Asamblea tuvo de destituir antes de que terminara su período. Aunque nunca se repitió un descalabro del mismo calibre, lo cierto es que cuando algún procurador lo hace bien hay inmediatamente una tendencia en la Asamblea Legislativa a poner tras él a alguien gris, mediocre o inadecuado. Por eso es importante que la opinión pública insista en los rasgos indispensables que deben estar presentes en el nuevo procurador o procuradora. Sirvan estas líneas para esbozar algunos de ellos.
Necesitamos un procurador ágil en y para la comunicación. En este mundo de las redes la procuraduría debe estar lista para la información inmediata y los mensajes directos e impregnados de los valores que soportan los Derechos Humanos (DDHH). Una procuraduría lenta en las respuestas y en la comunicación no sería la adecuada para nuestro tiempo. El titular de la institución protectora de nuestros derechos debe ser al mismo tiempo exigente y dialogante. Una procuraduría mal dotada en un país en el que no se respetan los DDHH no contribuye a que nuestros ciudadanos crezcan en confianza en las instituciones. Generalmente los defensores de DDHH tendemos a decir que la institución hoy que más los viola es la PNC. Pero eso no es cierto. La PNC tiene problemas de trato autoritario o violento y de abuso de la fuerza. Sin embargo, los derechos económicos y sociales que atañen a toda la población son violados con demasiada frecuencia por el poder ejecutivo y el legislativo. En el caso de la justicia transicional o del agua, temas que afectan a toda la población y a derechos básicos, el poder legislativo no entiende el tema de los DDHH. Incluso por extensión podemos decir que hay sectores de empresa que impiden el desarrollo de múltiples derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. El procurador o procuradora debe tener la capacidad, apoyado por sus adjuntos, de enfrentar a todos los sectores que violen derechos. Es necesario que tenga un talante dialogante. Pero debe ser firme y enérgico en muchas ocasiones.
Con demasiada frecuencia fiscalía y judicatura violan derechos del ciudadano. Y con frecuencia piensan que su conocimiento y aplicación de las leyes los hacen inmunes e incluso máximos sabedores y administradores de los DDHH. Eso no es cierto. Hay modos injustos de aplicar leyes. Basta con mencionar el irrespeto sistemático de la presunción de inocencia (derecho tanto humano como constitucional), para contemplar un amplio panorama de irrespeto a los DDHH de las dos instituciones mencionadas. El procurador debe tener la capacidad de enfrentarse con estas tradiciones de irrespeto a la persona que con no poca frecuencia están presentes en el sistema judicial. En otras palabras, debe ser un excelente conocedor de la doctrina de los DDHH y no debe tener miedo de corregir a los administradores de la justicia, comentar o impulsar medidas y reformas coherentes a partir de sus conocimientos.
La Procuraduría para la Defensa de los DDHH ha sido clave en la negociación que llevó a los Acuerdos de Paz. Por eso asombra que así como en ocasiones ha jugado un papel brillante, en otras haya sido manoseada hasta quedar en una cierta inoperancia o llegar a un verdadero descalabro. En El Salvador tenemos cada día más conciencia de los derechos de la persona humana. Reforzar la PDDH, el Instituto de Acceso a la Información y la Procuraduría General de la República es cada día que pasa, una necesidad más urgente. La elección de un procurador o procuradora de DDHH conocedor, valiente e incluso beligerante en la defensa de los derechos de los salvadoreños es parte imprescindible de ese refuerzo no solo de la PDDH, sino de la institucionalidad nacional.