Oscar A. Fernández O.
La impugnación entre la continuidad de la “soberanía del dominador” y la necesidad de construir la “soberanía del pueblo” debe ser el tema central de la lucha política contra la burguesía y el debate de ideas con las derechas neoliberales, ask que hoy pretenden usurpar el discurso de la participación popular activa, ailment poniendo parches que simulan mayor democracia, en un sistema electoral que fue armado en función de una estrategia contrainsurgente, sin tocar en esencia el problema del poder de facto y el agotamiento de un sistema político que quedó anclado en la cultura del autoritarismo de un Estado de oligarquías. Existe así, la amenaza latente al regreso de otras épocas atroces que reviertan este efímero avance democrático. Esa amenaza se llama ARENA.
La estrategia neoliberal de despolitización de lo político, genera que la ciudadanía común “no quiera saber nada de los políticos” y por lo tanto no esté al día de las acciones, correctas o incorrectas que éstos hagan en este plano. Cómo agravante a esta campaña de despolitización impulsada por las derechas y las oligarquías económicas, la falta de certidumbre en el Estado y las leyes, inciden grandemente en este alejamiento entre población y política.
Una realidad política fundamental que nos reta a la transformación radical del sistema de participación popular, más allá de si se vota por banderas, por listas o por fotos de candidatos.
Sin embargo, mientras esta tensión o equilibrio inestable entre lo que piensa y quiere el pueblo y quienes interpretan esta voluntad, permanezca “inalterable” siempre tendremos la oportunidad de fundar nuevamente nuestra existencia, o lo que es lo mismo, aún tenemos capacidad de hacer política.
Hay que decirle a las derechas neoliberales y sus protectores que la política como espíritu público no ha muerto, ni morirá, versus el catastrofismo de los que consideran inevitable una privatización de los procesos gubernativos, favorecedores de la burocratización de la política.
Hemos de destacar, que a pesar de los intentos de la oligarquía de apropiarse de la política, se resalta hoy en día, formas de participación política no convencionales dado el desarrollo de nuevos movimientos sociales e iniciativas populares, que a su vez actúan como dinamizadores de la transparencia y la apertura de los partidos políticos.
Con el actual gobierno construido y dirigido por el FMLN, se está caminando sin titubeos: uno, hacia el aumento en los niveles educativos y mayor información política de la población; dos, a la desaparición de las deficiencias en la politización de las mujeres; tres, al aumento en la difusión de valores que favorecen una mayor atención a todo lo relacionado con la política, que requiera habilidades más allá del simple de acto de votar en unas elecciones; y cuarto, una población que por primera comienza a ser educada en los valores de una democracia participativa en construcción.
El presente impasse en la organización y exposición de los resultados oficiales por parte del TSE, refleja el agotamiento de los métodos y técnicas electorales clásicos, amén de que la Sala de lo Constitucional de la CSJ, evidenciando una posición política comprobada, lanza una resolución a pocos días del evento electoral, que a todas luces tenía la intención de complicar el proceso eleccionario,ya que formas de votación que requieren un aprendizaje popular con mayor tiempo y paciencia, no podían ser efectivamente desarrolladas. La intención era provocar oscuridad en el proceso y complicar el escrutinio, proporcionando excusas a la derecha para propagar la desconfianza en el TSE y los resultados, con su gastado discurso de fraude.
Lo cierto es, que acerca de cómo solucionar este conflicto no existen muchas propuestas integradoras y con alta probabilidad de ser efectivas, en tanto la discusión responsable y profunda al respecto, sigue ausente en las campañas electorales. El debate por la transformación del estado y la sociedad, la política y la cultura, aseguraría a priori, una mayor exigencia democratizadora en el futuro mediano.
Los procesos electorales son capitales para la legitimación democrática pero la vida de la sociedad y la de su instrumento de gobierno, el Estado, no se reduce a las elecciones.
Por su parte, la abstención política ha sido una constante en la dinámica electoral tradicional en el país. Su estudio y análisis debe ser una línea de trabajo por parte de la Asamblea Legislativa, la Universidad y los Centros Académicos de investigación, como una urgencia explicativa del comportamiento ciudadano, que ha contribuido a deslegitimar la política y lo político. Los altos niveles de abstención y apatía por las elecciones tradicionales, tienen mucho que ver con la desconfianza en la ciudadanía por la pérdida de legitimidad del voto como mecanismo para mejorar las condiciones sociales y las necesidades del pueblo.
Resultan pues, varias preguntas a esbozar: ¿Cuáles son los motivos que impulsan la abstención política en el ejercicio de la democracia? ¿Es la abstención electoral una tendencia al cambio de las inclinaciones políticas? ¿Es la abstención una manera de cultura política, o es su ausencia? ¿Es la abstención electoral un hecho aislado, o por el contrario un fenómeno constante? ¿Cuál es la legitimidad gubernamental de la representación cuando se presenta un alto grado de abstención electoral? El pueblo salvadoreño a su manera, ha aprendido y configurado su cultura política (yo diría que a fuerza de dolor y sangre) sin que los partidos tradicionales y el Estado hayan hecho mucho por educar a la ciudadanía. En la izquierda revolucionaria organizada tenemos una gran tarea en esto y no podemos posponerla ni un minuto más.
La participación política es aquel conjunto de actividades de los ciudadanos dirigidas a influir, bien en la selección de sus gobernantes, o bien a las decisiones que éstos toman. Para realizar un análisis preliminar del concepto de la participación política pueden tenerse en cuenta dos perspectivas diferentes, la participación política en un sentido restringido, que aborda únicamente el proceso electoral de los ciudadanos, como perfeccionamiento de su participación política dentro de la comunidad, siendo esta concepción bastante reducida y fragmentada al considerar que la concurrencia aislada a los procesos electorales constituye la máxima expresión de la participación política.
La concepción amplia, por su parte, da lugar al análisis de la participación ciudadana no sólo en la esfera política, que es donde finalmente se manifiesta en su mejor escenario, sino que aborda todos los presupuestos reales que integran la posibilidad de participar políticamente, esto es, tomando en cuenta que para que el pueblo se manifieste de esta manera, ejerciendo un control sobre sus dirigentes y su elección directa, debe estar incluido, integrado en las esferas de participación económica, social y cultural de su núcleo comunitario, para desembocar finalmente en una participación política. No se puede aspirar a una sociedad politizada, si nuestra cultura es la de la marginación y la exclusión social. No se puede pretender una cultura política coherente, si aún admitimos ciudadanos de primera y segunda categorías.
Los procesos electorales y la participación o no participación en ellos son pues, apenas la punta del iceberg, son la parte visible del complejo proceso múlti-estamentario que supone la participación política. La formación política consiste no solo en votar en unas elecciones. Es también, estimular en la cotidianidad la participación, la opinión y las actitudes claves para la sociedad, como la soberanía, la igualdad, la libertad, la tolerancia, la paz, la convivencia, la pluralidad y la solidaridad.