Por Jean Luis Arce
México/AFP
El Estado de México, el más poblado y codiciado bastión electoral del país, celebra el domingo unos comicios donde los partidos tradicionales medirán fuerzas con una agrupación que promete acabar con los vicios políticos, anticipando la gran batalla de 2018 por la presidencia.
Los electores de dicho estado, circundante a la capital y con más de 16 millones de habitantes, podrían romper casi 90 años de dominio del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en favor del retador Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), fundado hace menos de tres años.
Esta formación es la plataforma del veterano Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda que perdió las presidenciales de 2006 y 2012, al que sus detractores acusan de ser un autoritario que llevará al país por la ruta de naciones como Venezuela si logra ser mandatario el año próximo.
Para sus simpatizantes, en cambio, podría ser el verdugo de una élite política encarnada por el PRI, que gobernó México por más de 70 años hasta el 2000, entre luces y sombras de tiranía y corrupción.
Una derrota del PRI sepultaría sus posibilidades de retener la presidencia del país y una victoria de Morena impulsaría a López Obrador.
Completan el cuadro el conservador Partido Acción Nacional (PAN) y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), opuestos en teoría pero con un pasado de alianzas legislativas que los hacen más afines al PRI que a Morena.
«Los tres tienen diferencias entre sí, pero tienen un enemigo común que es Morena. Morena los viene a desestabilizar a todos», señala el historiador Lorenzo Meyer, para quien el hartazgo frente a la corrupción en el poder es el corazón de la contienda.
Las últimas encuestas publicadas el miércoles dieron un empate técnico a Alfredo del Mazo y Delfina Gómez, la apuesta del PRI y la aspirante de Morena, respectivamente.
Voto de protesta
El desencanto ante los políticos tradicionales ubica al partido de López Obrador sobre la ola global de rechazo que marcó las elecciones de Estados Unidos o el Brexit en Reino Unido.
«Es un voto de descontento hacia las élites políticas, es un voto de descontento hacia el statu quo», considera el analista Fernando Dworak.
Así, Gómez, maestra de escuela de 54 años, hija de un albañil y promotora de un gobierno austero, resulta la antítesis del priista Del Mazo, de 41 años y heredero de la dinastía que ha regido el estado por más de ocho décadas. Su padre y su abuelo fueron gobernadores y es primo del actual presidente Enrique Peña Nieto.
«¡Ya llegó, ya está aquí, la que va sacar al PRI!», exclamó la candidata de Morena en uno de sus mítines finales.
Del Mazo no dudó en advertir que «el futuro del priismo y del país» dependen de su triunfo. En su cierre de campaña estuvo acompañado por seis ministros de Estado, 13 gobernadores y 136 legisladores oficialistas.
Este respaldo gubernamental ha activado las alertas de fraude entre sus oponentes, sobre todo mediante la presunta compra de votos. Pero esta práctica es común a todos los partidos, sostiene Dworak.
«A menos que sea un resultado muy cerrado (…) no creo que haya mucha controversia», estima.
«La madre de todas las elecciones»
Para Meyer, los comicios del Estado de México son, sin duda, «el principio del gran choque político» que se vivirá el año próximo y «la madre de todas las elecciones» estatales.
Y el diagnóstico vale para todos los partidos.
El PAN y el PRD, cuyos líderes anunciaron recientemente la posibilidad de una alianza de cara a 2018, también sufrirían el golpe de un eventual triunfo de Morena.
«Nadie quiere que gane el PRI, pero ni al PAN ni al PRD les conviene que gane Morena», apunta el historiador José Antonio Crespo. «Si Morena gana, López Obrador se reafirmaría rumbo a la presidencia», apunta.
Los estados de Coahuila (noreste) y Nayarit (oeste) también eligen gobernador este domingo, mientras que Veracruz (este) renovará alcaldías.
Pero el Estado de México es el que concentra la atención por su peso político y los ingentes recursos que gestiona. Alrededor de 11,4 millones de personas están llamadas a las urnas a partir de las 8:00 de la mañana, hora local, aunque en 2005 y 2011 votó menos del 50% del padrón electoral.