Licenciada Norma Guevara de Ramirios
El Tribunal Supremo Electoral (TSE) anunció el jueves pasado que las elecciones generales correspondientes a 2024 se realizarán de manera separada.
El acuerdo consiste en que una elección se realizará el 4 de febrero, para presidente y vicepresidente de la república, y las elecciones de diputaciones a la Asamblea Legislativa; y la segunda elección será el 3 de marzo, las de concejos municipales y diputaciones al parlamento centroamericano (PARLACEN).
Este anuncio marca una ruta de trabajo para el propio Tribunal y de definiciones para los partidos políticos y la ciudadanía.
Una elección democrática supone libertad para decidir, cumplimiento de normas jurídicas previamente establecidas y conocidas por todos y una autoridad electoral capaz de actuar correctamente. Cuando esta última falle, debe haber una instancia judicial que asegure la voluntad del pueblo y la legalidad.
Estas condiciones en nuestro país están ahora en entredicho, en la medida en que la mayoría oficialista en el Legislativo ha convertido al sistema judicial en apéndice de la presidencia de la república y se ha convertido, a sí misma (la mayoría legislativa), en oficina resolutora de las indicaciones del presidente de la república y su grupo gobernante.
Es natural, entonces, que luego de haberse conocido las fechas de las próximas elecciones presidenciales, se desate en la propaganda oficialista la campaña por la reelección presidencial de Nayib Bukele.
El ambiente político en nuestro país es de dolor en decenas de familias que reciben tardíamente el anuncio de sus familiares muertos en la cárcel o en un hospital, después que les capturaron; un ambiente en el que las familias ven que con el mismo dinero pueden comprar la mitad de los alimentos que compraban antes, de desprotección ante desgracias que ocurren por lluvias, en el que los recibos del agua y la luz están más altos, y de recibir por todos los medios el mensaje de que su país es mejor que nunca y mejor que todos en la región centroamericana.
El anuncio que ilustra esta propaganda es el que hizo la embajadora de nuestro país en Estados Unidos, quien afirmó que antes que ellos fueran gobierno el país estaba a nivel de Haití en materia de salud, y ahora es el mejor de la región.
No les importa mentir, no les importa que la gente seria identifique su cinismo y su ignorancia; mentir y presentar en los medios de comunicación una realidad inexistente y falsa sobre el pasado reciente, es parte de la misma campaña por la reelección presidencial.
Ahora bien, como dijo el poeta, es el turno del ofendido; de la ciudadanía que ha sufrido y sufre en carne propia los efectos de una política nefasta, que hace retroceder al país; como bien lo han analizado las universidades en sus encuestas; muchas personas han cambiado su opinión favorable y de esperanza que tenían en el ahora gobernante, pero guardan silencio y no actúan para expresar su rechazo a una realidad que les afecta y que creían que podría haber sido diferente y mejor.
Ahora es el turno que los partidos políticos realmente opositores al régimen se sacudan el temor a correr la suerte que padece el ex alcalde de San Salvador o ex funcionarios del gobierno del FMLN, es la hora de mostrar que son partidos con propuestas en favor de las mayorías necesitadas. Es la hora de comprender que enfrentar el monstruo en que se ha convertido el régimen, requiere de identificar puntos comunes sin renunciar a las diferencias y hasta a las contradicciones y hacerlo con humildad, como expresión concreta de autocrítica, pues a ojos vistas de todos se fue creando y fortaleciendo este régimen de dictadura.
Nunca, en ningún espacio de la historia del país o de otros países, fue fácil revertir o detener una dictadura, la que hoy padecemos busca perpetuarse por medio de las elecciones, como lo hicieron las de los militares apoyados (como la de hoy) por la oligarquía; fácil no será revertir una situación que es claramente desventajosa para la oposición real.
Pero a la base de querer y necesitar hacerlo, se requiere fortaleza moral, que deviene de la razón.
Se requiere de humildad para reconocer que solos solo ayudamos a que se fortalezca la dictadura, por eso es necesario ir más allá de una campaña en redes contra la reelección presidencial y dar pasos para unir las fuerzas por recuperar el estado de derecho, de parar el empobrecimiento por el que nos lleva el actual gobierno y ayudar a que la ciudadanía comprenda que a la par de pensar en la tortilla y el conqué, hay que ocuparnos como ciudadanos del destino de nuestro país, y ese reto está para el 4 de febrero.
Se requiere de pueblo que comprende la necesidad del cambio y de partidos y movimientos sociales y políticos que articulen la batalla.