El flujo de emigrantes se incrementa más cada vez. Estamos acostumbrados a ver noticias, store escuchar relatos, leer informes, estudios y análisis estadísticos de los emigrantes. Vemos con frecuencia el drama y la tragedia; nos conmueven las imágenes de tantas situaciones humanas impensable del flujo migratorio. Sin embargo, nos percatamos que esta situación es ahora de carácter global. No se trata de una realidad que solo afecta el continente Americano, sino que también vemos que existen situaciones parecidas con sus grandes matices en todas partes del mundo. Se habla de distintos tipos de emigrantes: en situación regularizada con estatus legal; en situaciones no regularizadas, o sin estatus legal; emigrantes forzados sin protección ni estatus legal explotados por mafias; también se habla de refugiados y solicitantes de asilo, debido a conflictos o la persecución, etc. El tema de la emigración en la actualidad está confrontando políticamente a los países de la Unión Europea, y ha llevado a los gobiernos de esta parte del mundo a discutir temas delicados: “cuotas” de refugiados a acoger, la ayuda económica que deben dar los Estados implicados, los controles fronterizos o las barreras a imponer. Se enfatiza sobre todo el costo de los inmigrantes; si requieren o no asilo político, pero poco se habla de la contribución que ellos hacen al desarrollo de los países que los acogen. De hecho, los impuestos que pagan los emigrantes son superiores a los gastos que los Estados deben realizar para atenderlos. Incluso hay estudios que muestran que el aporte que hacen los emigrantes es proporcionalmente mayor que el que hace la población del país que los recibe. Sin embargo, no podemos desconocer que su incorporación a la vida social ahora tiene más obstáculos por el lento crecimiento económico y las tasas de desempleo en Europa.
Dicho brevemente, y sin dorar la píldora, la sensación que se tiene en el contexto actual, es que los emigrantes se pueden convertir en una amenaza para la seguridad y el bienestar si no se imponen límites, porque el “sur” invadirá al “norte”. En la presente coyuntura en la que han ocurrido los atentados terroristas en Francia el pasado viernes 13 de noviembre, veremos cuáles serán los resultados de las investigaciones que se están realizando y las medidas que se tomarán al respecto. Esperemos que no sean medidas que afecten más a los emigrantes que ya han padecido bastante y han sufrido situaciones indeseables. En los países desarrollados se habla cada vez más de una estratificación del derecho a la movilidad selectiva de los emigrantes. Es decir, se trata de abrir las puertas a los hombres de negocios, gerentes, profesionales, científicos o artistas, de tal manera que, esta actitud positiva ante estas categorías de emigrantes se traduce en una política de “drenado de cerebros”, que empobrece el capital humano del “sur global”. La crisis de los derechos humanos y su aplicación práctica es el problema de los emigrantes, dentro de las fronteras nacionales de sus países de origen y fuera éstas.
1. La emigración sin precedente hacia Europa
En la Unión Europea la llegada de los emigrantes, actualmente, se percibe como un terremoto sin precedentes: “Este año, según las estadísticas más recientes, 1,2 millones de personas entraron ilegalmente en la UE, principalmente por mar” (https://www.diariocolatino.com/europeos-y-africanos-buscan-soluciones-comunes-en-cumbre-sobre-migracion/). Se calcula que desde el 2015 al 2017 llegarán tres millones de emigrantes. Según los datos de la Comisión Europea: “Los candidatos al asilo podrían ser más de un millón en 2015, 1,5 millón en 2016, y 500,000 en 2017. Por sí mismas, estas cifras dan una idea de la amplitud del desafío al cual están confrontados los europeos” (Diario Le Monde, Samedi 7 novembre 2015, p. 2). Los emigrantes llegan a través de Turquía, Grecia y los Balcanes. Turquía es el punto estratégico en la zona del Mediterráneo para ingresar a la Unión Europea: “Turquía, que alberga 2,2 millones de refugiados sirios, es el principal punto de salida de los migrantes que se arriesgan a cruzar el mar en dirección a las islas de Grecia, país de entrada a la Unión Europea. Entre enero y octubre, más de 454 migrantes y refugiados murieron o desaparecieron cuando cruzaban el mar Egeo, entre Turquía y Grecia, según cifras de Amnistía Internacional” (https://www.diariocolatino.com/europeos-y-africanos-buscan-soluciones-comunes-en-cumbre-sobre-migracion/). La situación, ya crítica de por sí, se agudiza con la entrada del invierno y con la acentuación de los bombardeos rusos en Siria; la emigración de las zonas sometidas al conflicto bélico se acentuará. La distribución de los 160,000 refugiados entre los países de la Unión Europea antes y después del verano está totalmente superada, dada la cantidad desbordante de emigrantes que siguen llegando en busca de refugio y asilo. El temor que éstos sienten al registrarse en los centros de control migratorio es evidente porque no quieren ser deportados a sus países de origen, dada la crisis y la inseguridad a la que están sometidos.
El problema, sin embargo, para Europa y aún para el Norte desarrollado, no es solo de carácter económico o de capacidad de absorción de la ingente cantidad de ciudadanos que llegan del sur o del oriente buscando un lugar digno para vivir. El problema es si en el mundo actual tenemos la capacidad de garantizar los derechos humanos de los ciudadanos en sus países de origen; si podemos garantizar la seguridad y la integridad física y psíquica de los seres humanos que pueblan el planeta. Vivimos en un mundo donde la ecología social está constantemente amenazada por la pobreza, el desempleo, la falta de seguridad medioambiental y los conflictos políticos que terminan siendo confrontaciones bélicas.
Una cosa que no podemos negar es que los flujos migratorios continuarán. Turquía no logrará contener las emigraciones hacia Europa. Creta tampoco tiene la capacidad de controlar el movimiento migratorio. Europa se inclina por reforzar de manera efectiva las fronteras para disminuir el flujo de llegadas y preservar el espacio acordado según el tratado Schengen. Es decir, se aplican medidas policiales y políticas de control para evitar el ingreso a esta zona en la que rige un tratado de libre circulación. La apertura y la solidaridad mostrada en un primer momento ahora se perciben como un sueño irrealizable para recibir a todos los emigrantes. Se aceptan los turistas, siempre y cuando no se instalen de manera definitiva; como turistas se reciben de buena manera porque dinamizan la economía de servicios e impulsa el crecimiento económico. A los emigrantes se les acepta como fuerza de trabajo estacionaria, pero la tendencia es a discriminar su ingreso. Si se trata de trabajadores emigrantes altamente cualificados se le considera “movilidad humana” y se les acoge; si se trata de emigrantes trabajadores de baja calificación laboral se les califica de “inmigrantes”, teniendo menos posibilidad de ser acogidos.
La expresión de apertura, solidaridad y fraternidad de Alemania y Francia están ahora cuestionadas por amplios sectores sociales en el continente europeo. En el caso de Alemania, se registran 758,473 refugiados en el período del 1 de enero al 30 de octubre, de los cuales 243,721 vienen de Siria, 67,676 de Albania, 67,191 de Afganistán, 58,754 de Irak y 32,469 de Kosovo. La República Alemana quiere establecer una diferencia entre los emigrantes por causas económicas que vienen de los Balcanes y Afganistán, y los que vienen huyendo de una situación de guerra en el Medio Oriente. En el caso de Francia ya ha comenzado a recibir los 30,000 refugiados que se comprometió hace algunos meses (Cfr. Periódico Le Monde, Samedi 7 novembre 2015, pp. 2-3).
Los emigrantes sufren no solamente las heridas típicas de la guerra. En su desplazamiento padecen el hambre, el frío, el sol, y no pocas enfermedades físicas. También sufren heridas psicológicas profundas que les ha dejado la guerra, ellas les ocasionan insomnio, angustia, pesadillas, la pérdida del sentido para vivir y no pocos somatizan enfermedades. Muchos emigrantes incluso llevan el dolor de haber perdido seres queridos, antes o durante el proceso de la migración.
2. La emigración tiene una relación estrecha con la crisis de los Derechos Humanos
La emigración es un tema relacionado intrínsecamente con los Derechos Humanos. Los analistas plantean que no es posible contener las emigraciones si no se resuelven los conflictos en Siria o en Libia. En ellos no hay garantía de un ambiente seguro y estable en la presente coyuntura para los ciudadanos. Se han hecho tantos esfuerzos por no pocas organizaciones internacionales para solucionar los conflictos en el Medio Oriente, pero éstos aun continúan y se mantiene la inestabilidad política. Dada la realidad tan difícil que viven estas personas que pasan por la triste situación de dejar su hogar, su tierra y sus raíces, para huir y buscar una vida más digna y segura, lo menos que se puede esperar es una actitud solidaria que ofrezca la hospitalidad y las buenas políticas de integración. Gran parte de los emigrantes se convierten en refugiados por causa de la guerra, que los impulsa a huir de sus propios países para garantizar el derecho de su propia vida. No siempre se recibe a las personas emigrantes con el corazón abierto y solidario. Aquellos que sufren la pobreza y la situación de exclusión social también se ven obligados a emigrar, y no podemos prescindir de la mediación política de los Estados y los gobiernos para disponer de los recursos y los medios necesarios para poner fin a la pobreza y el hambre, en todas sus formas y dimensiones, pues tanto la pobreza como la exclusión social son violaciones flagrantes de los derechos socioeconómicos de las personas. Es indudable que la insatisfacción de las necesidades básicas, la falta de oportunidades para el progreso social y económico limitan los derechos fundamentales de las personas. La violación de los derechos humanos que afecta los emigrantes antes, durante y después de emigrar, nos hace caer en la cuenta que estamos ante una crisis de humanidad. No se trata solo de no tener de qué o con qué vivir. Los emigrantes señalan que tampoco se tiene un lugar a dónde ir. No solo no tienen pan, techo y trabajo, o si lo tienen es muy precariamente, sino que también les hace falta encontrar un lugar en el mundo a dónde ir. Desafortunadamente, nuestro mundo aparece cada vez más fragmentado y dividido por muros no solamente físicos, de ladrillo, concreto o mayas de hierro, sino también por muros jurídicos con regulaciones migratorias rígidas que traslucen el temor por la seguridad económica de los países desarrollados. También los muros se levantan por el temor ante el fenómeno del terrorismo; pues los países buscan proteger y garantizar su seguridad nacional. La crisis de los derechos humanos en el caso de los emigrantes, en el mundo globalizado, se palpa además con altas cuotas de discriminación. No importa si con su trabajo contribuyen de manera activa al sistema de protección social, de pensiones y al sistema sanitario de los países a dónde han llegado; son acusados incluso de apropiarse de los puestos de trabajo de los ciudadanos nacionales. En tiempo de crisis son concebidos como un contrapeso insoportable para el gasto público. Muchas veces son etiquetados como invasores culturales, que no se adaptan ni se apropian de la cultura de los países que los acogen. Todos estos costos que deben asumir los emigrantes son elevados. Lo grave es que si no hay garantía de tener condiciones que protejan los derechos sociales, económicos y políticos en sus países de origen continuará el éxodo del sur hacia el norte… No se sabe en realidad cuántas personas han muerto en las últimas décadas intentando cruzar el desierto de Arizona o el mar Mediterráneo para llegar a Estados Unidos o Europa. Esta triste historia será siempre una historia recurrente si no se ponen los medios y los recursos necesarios para garantizar los derechos de millones de personas que se arriesgan para conquistar el derecho y la posibilidad de la vida digna. Muchas personas seguirán siendo atrapadas por las autoridades fronterizas y marítimas, siendo retenidas y privadas de libertad, sufriendo deportaciones, vejaciones, indefensión jurídica, violaciones de distinto tipo. En muchas ocasiones más los políticos seguirán aprovechándose de la vulnerabilidad de los emigrantes y serán motivo de campaña electoral, incentivando sentimientos nacionalistas y, en ciertas ocasiones como lo vemos en períodos electorales servirán para ganar votos de sectores sociales que han desarrollado un sentimiento antinmigrante.
3. Superación de la crisis de los derechos humanos de los emigrantes con el desarrollo humano y social
Los emigrantes tienen derecho a que no se les estigmatice en los medios de comunicación social, ni se les criminalice por causa de la migración; los Estados tienen la responsabilidad de otorgar la debida protección a solicitantes de asilo y refugio como lo establece la Convención de Ginebra en 1970. El desafío mayor es acoger a los emigrantes, evitando que se conviertan en fuerza de trabajo barata para explotarlos de diferentes maneras aprovechándose de su condición de debilidad, como frecuentemente sucede en lo laboral, o incluso en lo sexual, con mujeres y niños. La Unión Europea está negociando el retorno de emigrantes africanos a cambio de inversión para un mayor desarrollo, así lo expresa una noticia recientemente publicada en el Periódico Co Latino: “La UE puso en la mesa esos 1,800 millones de euros para financiar proyectos que frenen las llegadas de africanos a Europa, e invitó a sus 28 Estados miembros a contribuir para duplicar esta cifra. Pero las cuentas aún no salen y los Estados miembros sólo se han comprometido a aportar 78 millones de euros adicionales a la suma otorgada por la UE, según cifras de la Comisión Europea. La suma aportada está “lejos de ser suficiente” afirmó este jueves el presidente nigeriano Issoufou Mahamadou. Pese al invierno boreal que se acerca, el flujo de emigrantes hacia Europa no cesa, y condujo el miércoles a Eslovenia a instalar alambradas a lo largo de su frontera con Croacia. Horas más tarde Suecia anunció que restablecerá provisionalmente sus controles fronterizos durante diez días a partir del jueves, para tratar de frenar las llegadas” (https://www.diariocolatino.com/europa-aprueba-fondo-de-eur-1-800-millones-para-africa-ante-la-crisis-migratoria/). En realidad, lo que necesitan los países de África, de América Latina y Asia, no son muros para contener el flujo de sus pueblos hacia el Norte. Estos son muros que producen vergüenza. Lo que se requiere es lograr el desarrollo humano y social de sus ciudadanos. Es decir, que se respeten y se hagan realidad los derechos humanos de la educación, salud, trabajo, bienestar personal y social. La crisis de los derechos humanos se supera precisamente con crecimiento de los índices de desarrollo humano y social. Los países podrían crecer con las crisis o se pueden estancar y permanecer en la situación de indignidad humana y social. Las emigraciones sacan a luz la importancia y lo relevante de los derechos humanos, los cuales se convierten en un grito histórico dirigido al quehacer político que debe ser escuchado: los seres humanos anhelamos y necesitamos urgentemente vivir con dignidad.